Singapur en clave cómic
El dibujante Miguel Herranz visitó la megalópolis asiática en 2015 con motivo del simposio Urban Sketchers.
Es un erudito del storyboard publicitario, pero su faceta de dibujante urbano en la que llena cuadernos con sus bocetos detallistas lo llevó a Singapur el verano de 2015, al simposio de Urban Sketchers, en el que coincidió con cientos de amantes del cuadernismo como él.
¿En julio hay monzón en Singapur?
Nos llovió un poco, pero nada exagerado. Nos avisaron de que allí hay dos estaciones: la cálida y la más cálida, y llegamos durante la segunda. Pasábamos el día en exteriores, bajo el calor húmedo, pero los aires acondicionados estaban a 15 grados: entrabas en un edificio para consolarte, te congelabas y volvías a salir a consolarte de nuevo en la calle.
Dígame un par de adjetivos que resuman el país.
El principal sería “sorprendente”, porque uno imagina que va a Extremo Oriente y la impresión que se lleva es otra: sorprende lo poco oriental que es el país para la idea de Oriente que manejamos aquí, claro. El otro adjetivo sería, por tanto, “cosmopolita”.
¿Había lugares que pedían ser dibujados?
Desde luego. Sobre todo el edificio Parkview Square: era un fragmento de cómic. Dentro hay un bar con una bodega enorme de tres o cuatro pisos, iluminada por dentro. La botella que elijas la recoge una chica vestida de hada que aparece colgada del techo. La estética del edificio era entre Gotham City y Dick Tracy, con cariátides enormes. A diario pasaba por delante y tardé en decidir si me gustaba o no, pero al final decidí que sí.
¿Es cierto el mito de las multas por escupir en la calle?
Debe de serlo porque todo está impecable: no ves ni una colilla. El barrio indio, donde pasé una mañana haciendo retratos de gente, es un poco más relajado en ese sentido. Me llamó la atención que los hombres que había en el bar donde estuve llevaban todos bigote, y ninguno barba. Entiendo que no eran sijs.
¿Se trajo algún recuerdo?
No compré nada, salvo en las enormes tiendas de material de arte, un chollo para los que nos gusta lo del dibujeo. Vendían todo tipo de archiperres. Te podías pasar allí el día entero y dejarte el sueldo de tres meses.
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