La Ereta, tres menús con vistas al Mediterráneo

Quienes se acercan hasta el restaurante La Ereta, tan solo se encuentran con la opción de elegir entre tres menús de precios razonables en relación con el número de pases que cada uno de ellos incorpora. Platos de raíces alicantinas de sabores cercanos que el cocinero Dani Frías, patrón de esta casa, reinterpreta con una mirada contemporánea y notable perfección técnica. “Alta cocina sencilla”, según la califica. Se cumplen 13 años desde que este local de diseño, situado en una atalaya sobre las escarpadas faldas del castillo de Santa Bárbara, desde cuyo comedor se disfruta de vistas panorámicas de Alicante, comenzase su lenta pero imparable progresión culinaria. Su estado actual desvela la mano de un gran profesional que, en complicidad con su brazo derecho, Rafa Molina, ha sabido evolucionar sin desvincularse de los sabores tradicionales.

En sus menús confluyen platos familiares como la coca amb tonyina o el soparet alicantí, junto a grandes arroces melosos, salazones, algas, pescados y mariscos del litoral, aparte de frutas de proximidad marcadas por las estaciones. El territorio como principio irrenunciable sin las intransigencias del kilómetro cero, y la cultura popular como base de recetas que evocan el Mediterráneo.

Todos los menús arrancan con una imaginativa lista de tapas. Tras la coca con boquerón, sigue el lomo de bacoreta (túnido) con escabeche, la sopa de cebolla asada con pulpo, y la albóndiga de sepia, bocados que anticipan la elegancia de sus propuestas. Resulta delicado el gazpacho de tomates verdes y alficoz con tropezones de quisquillas, suma de contrapuntos ácidos y dulces; es delicioso el tartar de corvina con almendras tiernas, y suculenta su versión del soparet alicantí con sardinas en salazón, huevo y patatas. Sabrosa la boloñesa de calamares; acertado el arroz de cebolla con bonito y alioli de salazones, y original el pescado negre con berenjena, yogur y melocotón, cúmulo de notas yodadas, ahumadas, ácidas y dulzonas. Se termina con una sabrosa presa ibérica en su jugo, con mostaza y hierbas.

Para el final goloso, Frías recurre a hielos, helados y polos. Al granizado de cerezas, sigue una sangría de sandía, ambas para tomar con cuchara. Y tras el divertido polo Kojak, llegan la tentadora crema de chocolate blanco con helado de remolacha y el minisándwich de chocolate.

Tanto la sala, que supervisa Antonio López Rico, y la lista de vinos, que gestiona Juan Pablo Valencia, redondean un local que apunta a seguir en lo alto.