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Concierto en una piscina vacía de Berlín

La música electrónica es una de las pasiones del editor Antonio Jesús Luna, cuyas estancias en la ciudad alemana contribuyeron a que así fuese

El diseño y las palabras ocupan un lugar muy alto en la lista de intereses de este cordobés, que coedita la revista Room Diseño y es profesor de comunicación escrita para diseñadores en la escuela IED. La música electrónica es otra de sus pasiones, y sus estancias en Berlín contribuyeron a que así fuese.

¿Perdió la cuenta de sus viajes a Berlín? He estado cuatro o cinco veces. Me iba un mes entero cada vez. Antes los alquileres eran muy baratos y allí me plantaba, usando una especie de protoAirBnB, donde una familia te recibía y te daba las llaves de su piso antes de irse de vacaciones.

¿Notó que la ciudad se iba llenando de turistas?

Sí, en 2005, que fue mi primer año, había menos forasteros. Después algunas zonas semiabandonadas donde había clubs y fiestas improvisadas iban sustituyéndose por grandes construcciones de lujo.

¿Se aprendió de memoria la ciudad?

Imposible: por un lado están sus iconos permanentes como Alexanderplatz o el Museo de Pérgamo, pero después está ese Berlín subterráneo y menos conocido que se te va revelando en cada viaje.

Revélenos a voces alguno de sus secretos.

Sin duda el Kit-Kat Club, único en el mundo. Es un espacio de libertad absoluta. Como una bacanal romana en el siglo XXI, con DJs excelentes. Visitarlo te pone los chakras en la dirección correcta.

¿Demasiado chunda-chunda en los clubs?

Nunca: en Berlín no hay música fea. Hasta en las carnicerías suenan temas brillantes. La música electrónica es el adn de la ciudad.

Otro secreto más, se lo ruego.

La antigua piscina cubierta Stattbad de Wedding. Una asociación la reabrió para organizar exposiciones y conciertos, tanto de clásica como de otros géneros. Lamentablemente, cerró en 2015.

Menos mal que era un plan a cubierto. ¿Le agobiaba la lluvia berlinesa? No especialmente. Hay que aprender a amar la climatología de Berlín. Yo iba en verano, pero llevaba siempre encima mi chubasquero. Aunque llueva, la ciudad está ahí para ti.

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