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Fuera de ruta

Cabezas de queso en Green Bay

Los seguidores del famoso equipo de fútbol americano de esta ciudad de Wisconsin hacen gala de su tradición quesera

Un seguidor de los Green Bay Packers ataviado con un sombrero de queso 'cheddar', en el estadio de esta ciudad de Wisconsin (Estados Unidos).
Un seguidor de los Green Bay Packers ataviado con un sombrero de queso 'cheddar', en el estadio de esta ciudad de Wisconsin (Estados Unidos).Paul Matzner (Alamy)
Jorge Eduardo Benavides

A simple vista, Green Bay no es más que una pequeña ciudad del estado de Wisconsin, soñolienta y remota, anclada a orillas del lago Míchigan y crecida al amparo de sus grandes praderas verdes. Conserva algo del animoso espíritu de su fundación, un cierto aire ensimismado y bucólico, aunque seguro muchísimo menos belicoso y exuberante que cuando el explorador francés Jean Nicolet estableció aquí un puesto comercial en el siglo XVII.

Los veranos soleados y sus rojizos y frescos otoños invitan a pasear por pueblos de la zona como De Pere y Oneida

La ciudad natal de la famosa novelista Mona Simpson —hermana además de Steve Jobs— está situada a casi dos horas de coche de Milwaukee (que es, junto con Madison, la urbe más grande del Estado) y a tres horas y media de Chicago, cuyos habitantes, dicho sea de paso, consideran a Door County —la espigada península que penetra en el inmenso lago Míchigan— su particular Cape Cod, un lugar de paseo y disfrute campestre, un emplazamiento impregnado de ese típico sabor del Medio Oeste (Midwest) americano con hermosos paisajes, coquetos establecimientos hoteleros, parques nacionales, ferias de arte y restaurantes farm to table (de la granja a la mesa) donde el visitante puede disfrutar de jugosas mazorcas asadas, carnes rotundas y percas tan grandes como Danny DeVito… Pasear por esta zona pespuntada de los típicos graneros rojos es dejarse arrebatar por la intensa nostalgia de un país que para muchos nunca existió, pero que, en todo caso, otros desearían creer que sí.

Cuidadosos artesanos

Y dentro de esta contundente gastronomía deliciosa y rural puede sorprender al visitante desprevenido encontrarse con la amplia y selecta variedad de quesos que se fabrican en la región, algunos tan inesperados como el sartori, que tiene una corteza… de aromático expreso.

javier belloso

No hay que olvidar que Wisconsin, junto con Vermont y California, forma parte de un selecto club de Estados que encabezan la lista en cuanto a producción de quesos artesanales de sorprendente variedad y calidad. Green Bay es pues un buen lugar para empezar el recorrido que nos llevará a experiencias realmente únicas si somos amantes de los buenos quesos. De hecho, a los seguidores de los Green Bay Packers se les conoce como Cheeseheads (cabezas de queso) y es bastante común verlos animando a su equipo con un colosal sombrero en forma de queso cheddar. Porque no son solo sus quesos los que le han dado gran fama, sino un curioso fenómeno deportivo que parece marchar, con muy buenos resultados, a contrapelo de lo que es habitual en la maquinaria perfectamente coreografiada de uno de los deportes nacionales por excelencia: el fútbol americano.

Y es que Green Bay también es conocida informalmente por Titletown, ya que ocupa un lugar destacable en la compleja geografía social del país, fundamentalmente por ser la sede de los Green Bay Packers, el poderoso equipo de fútbol americano que gana campeonato tras campeonato y que, a diferencia de la mayoría de equipos rivales, no pertenece a un magnate o a una empresa, sino al propio pueblo a través de la Corporación de Fútbol de Green Bay, fundada en 1923. Conscientes del valor de este plus, existe una cláusula de sus estatutos, modificada en 1997, por la cual se aseguran de que ningún particular se podrá ­beneficiar ante un hipotético traslado o venta del equipo. Green Bay es los Packers, como los Packers son Green Bay, y de ser necesario levantarían una barricada de buen queso cheddar para que siga siendo patrimonio comunitario.

Este es pues el principal orgullo de sus habitantes, que cada vez que juegan los Packers llenan el Lambeau Field, su hermoso campo con capacidad para 80.000 espectadores. No está nada mal para una ciudad de 100.000 habitantes, ufanos de pertenecer a la clase trabajadora americana. Una visita a Green Bay resulta incompleta si no se hace una parada en el estadio, donde ofrecen un ameno recorrido que incluye tanto un vistazo a los lujosos palcos como una salida al campo desde los vestuarios de los jugadores, con grito de guerra incluido.

Estatua dedicada a Vince Lombardi, histórico entrenador de los Green Bay Packers, en el exterior del estadio del equipo.
Estatua dedicada a Vince Lombardi, histórico entrenador de los Green Bay Packers, en el exterior del estadio del equipo.Chris L. Smith (Getty)

El centro o downtown en sí resulta bastante pequeño, pero con una población diseminada en muchos barrios residenciales y grandes casas que parecen casi ocultas tras la espesa fronda que descubre después, con algo de inexplicable revelación, el inmenso y majestuoso lago Míchigan, que toca las orillas de nada menos que cinco Estados y tiene una longitud de más de 2.500 kilómetros. En los crudos inviernos, las temperaturas pueden alcanzar los 20 grados bajo cero, como bien sabe la comunidad académica y estudiantil de la Universidad de Green Bay, buena parte de cuyas instalaciones está bajo tierra. Sin embargo, sus veranos soleados y sus rojizos y frescos otoños invitan a pasear por la región, haciendo excursiones por pueblos vecinos como De Pere, Oneida e incluso Appleton. Es un recorrido entre prados y bosques de una belleza perturbadora y rotunda —y con algo de inexpugnable también— que revela el frágil equilibrio entre civilización y vida salvaje alcanzado en este Medio Oeste que es casi como un espejismo de sí mismo.

Jorge Eduardo Benavides es autor de la novela El enigma del convento (Alfaguara).

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