Alicia en Mánchester
Los personajes de Carroll salen de los libros e inspiran un café de tartas multicolores en la ciudad británica
Quienes visitan la ciudad donde se originó la Revolución Industrial buscan a menudo vida nocturna, proporcionada por su ambiente universitario, aunque no hemos de olvidar que Mánchester (de medio millón de habitantes) cuenta con una abundante vida cultural al resguardo de la frecuente lluvia, que no tiene por qué ser un impedimento para disfrutarla.
Si cae un chaparrón, una buena idea es cobijarse en la Barton Arcade de Deansgate, al igual que llevan haciendo los mancunianos —gentilicio de los habitantes de Mánchester— desde 1871. Esta galería comercial de hierro y cristal habría hecho las delicias de Walter Benjamin en su día: en ella, los caballeros pueden cortarse el cabello en Barber Barber, barbería retro cuyo público hoy lo integran principalmente jovenzuelos hipsters, y desde luego sería una pena perderse el espectáculo que supone observar a esos varones pulcros en sus sillones giratorios dejándose rapar por los profesionales.
En la misma galería, y con vistas al patio interior, Pot Kettle Black ofrece desayunos contundentes, platos del día y un buen café, pues, como ellos mismos indican en su decálogo, “el café ha dejado de ser un líquido amargo y marrón”. Lo mismo sucede con el té, que se sirve con cronómetro y aparejos diversos en Propertea, frente a la catedral de Mánchester. Existen pocos lugares en la ciudad más intensamente ingleses que este salón, con su suelo ajedrezado y sus tartas de altura descomunal. Quizá lo supere el Richmond Tea Rooms, en el céntrico barrio gay (Gay Village), donde no nos sorprendería toparnos con la Alicia de Lewis Carroll departiendo frente a una taza de Earl Grey con el Sombrerero Loco, pues tanto las salas del local como las tartas multicolores que sirven están inspiradas en la obra del escritor y matemático inglés.
Dulces lecturas
Otra forma de combatir la lluvia de Mánchester es acudir a una de sus bibliotecas. Pocas ciudades cuentan con espacios tan bellos en los que entrar a leer o, simplemente, a descansar sin obligación de consumir nada. La Biblioteca John Rylands (150, Deansgate) es el lugar soñado por cualquier aficionado a los libros: maderas nobles, escalinatas y colecciones de libros encuadernados primorosamente. Una vez dentro, no hay que olvidar hacer una breve visita a algo más mundano: los baños del sótano, construidos en el siglo XIX y aún en funcionamiento. Y aquellos que, como Borges, consideran que las palabras “paraíso” y “biblioteca” son sinónimos no han de conformarse con la anterior: también pueden visitar la Chetham’s Library, construida en el siglo XVII y considerada la biblioteca pública más antigua de Inglaterra.
Una agradable mezcla entre cultura y gastronomía se encuentra en la Manchester Art Gallery, un museo público de artes decorativas y moda que cuenta con una colección permanente y exposiciones temporales de temas muy variados. A las 7.30 abren su café, en cuyos sillones de orejas dan ganas de instalarse para siempre, o al menos quedarse hasta la hora del té y probar sus bizcochos caseros. Su rival es el Sculpture Hall Café, la cafetería-restaurante de la sala de columnas del ayuntamiento, donde se puede también beber cerveza artesana producida en Mánchester sentados en unos cómodos sofás de cuero Chesterfield y rodeados de bustos de hombres ilustres.
En las antípodas arquitectónicas del café anterior se encuentra el Museo Nacional del Fútbol, situado dentro del edificio Urbis, una estructura de vidrio diseñada por el arquitecto Ian Simpson en 2002. Y como vemos que en Mánchester conviven con naturalidad el ladrillo victoriano y la arquitectura contemporánea, no resulta chocante visitar Home, un macrocentro cultural inaugurado en 2015 con cinco salas de cine, dos teatros, una galería de arte y un restaurante donde se da cita gente de cualquier perfil.
Otro museo muy mancuniano es el MOSI, dedicado a la ciencia y la industria. Junto a él se halla la zona de Castlefield, surcada por los canales de Rochdale y Bridgewater y salpicada de puentes y viaductos que generan efectos dramáticos en el paisaje urbano de la ciudad. Los visitantes la frecuentan debido a sus áreas de paseo, su conjunto arquitectónico industrial de ladrillo y sus muchos restaurantes, como el amplio y luminoso Albert’s Shed (18-20, Castle Street), con su gran terraza que mira al canal.
Y si el chaparrón nos da una tregua, el barrio de Northern Quarter es la zona idónea para frecuentar a los modernillos de la ciudad y para hurgar entre discos de vinilo: allí, sobre Oldham Street, se encuentran Piccadilly Records (53, Oldham Street) y Vinyl Exchange (18, Oldham Street), dos tiendas muy bien surtidas. Y para ir a juego con la banda sonora que elijamos, la ropa y los complementos más insólitos se han de comprar en el mercado cubierto Afflecks, que sigue en activo desde 1981.
Por la noche, después de una pinta en uno de los pubs más pintorescos de la ciudad, el Peveril of the Peak (127, Great Bridgewater Street), alicatado en azulejos verdes, podemos encontrar el nuevo sonido Mánchester en clubes como The Deaf Institute o en el recién llegado Albert Hall (www.alberthallmanchester.com), una sala de conciertos instalada en el interior de una iglesia metodista que llevaba cerrada 40 años. Para aclararnos la garganta tras corear tantas canciones, el cuerpo pide entrar al contiguo Albert’s Schloss, una inmensa cervecería de aires bávaros con un largo catálogo de bebidas.
Mercedes Cebrián es autora del libro de poemas Malgastar (La Bella Varsovia).
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