La Graja, tranquilidad en Chinchón
Un original alojamiento en una casa de labranza en la población madrileña
Su historia seduce tanto como su proximidad a Madrid. David Sáez Catalán, el propietario, cuenta que allá por el año 1966 su abuelo Pablo adquirió al precio de 160.000 pesetas una casa de labranza situada en el centro mismo de Chinchón. Dos siglos de antigüedad la rondaban, lo que dificultaba su rehabilitación desde la calle del Paje, donde tenía su emplazamiento el portón de carruajes que daba acceso a un patio castellano, una cuadra de caballerías y un corral de gallinas. Al fondo, entre arcos, se veía el lagar en el que se prensaba la uva, y la cueva donde maduraba el vino y se guardaban los jamones de la matanza. A un lado estaban los dormitorios, y arriba, el almacén con los víveres.
Puntuación: 5 | |
Arquitectura | 7 |
Decoración | 5 |
Estado de conservación | 7 |
Confortabilidad habitaciones | 5 |
Aseos | 5 |
Ambiente | 4 |
Desayuno | 2 |
Atención | 6 |
Tranquilidad | 8 |
Instalaciones | 3 |
Hoy, como ayer, todo sigue girando en torno a este patio realmente pintoresco. Tras dos años de obras, las paredes y las vigas originales parecen querer dar explicaciones sobre el origen de la casa. El portón, renovado para uso hotelero, permanece empero cerrado a cal y canto. Hay que utilizar el portero electrónico engastado en otra puerta a la derecha. La tranquilidad reinante premia el incordio.
La Graja
- Categoría oficial: casa rural.
- Dirección: calle del Paje, 7. Chinchón, Madrid.
- Teléfono: 687 31 78 66.
- Internet: www.lagraja.com.
- Instalaciones: patio porticado, sala de lectura distribuidora de habitaciones, comedor de desayunos.
- Habitaciones: ocho dobles.
- Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados; animales domésticos prohibidos.
- Precios: desde 36 euros la habitación doble con desayuno e IVA incluidos.
Es cierto que el hotelito anda muy justo de instalaciones y servicios. Pero no cabría esperar otra cosa de una cama con desayuno por 36 euros a media hora de Madrid. Las habitaciones son diminutas, especialmente La Troje, denominada así por aquella pared que servía para separar los distintos tipos de grano, no exenta de humedades molestas en invierno. O El Palomar, precisamente eso, pese a la cama de matrimonio que la ocupa por entero. Con sus cinco ventanas, El Ventanuco permite otear de lejos el horizonte de Madrid. Más amplia parece El Leñero, abuhardillada, con posibilidad de introducir dos camas supletorias. Todas son distintas y gozan de un encanto propio, como informan sus propios nombres.
El desayuno se ofrece en régimen de autoservicio, en un salón al descubierto, protegido tan solo por un techo de metacrilato. Ni la variedad ni la cantidad garantizan una buena colación. Pero, como se ha dicho, va incluido en el precio. El acceso wifi no funciona bien en muchas habitaciones, dado el grosor de los viejos muros.
Quien lo desee puede seguir las sugerencias del propietario al encuentro de un asador entre los muchos que jalonan la plaza Mayor, que es el fuerte turístico de Chinchón. Tras descender por la plaza de Vacas, conviene pararse a tomar fotos junto al mirador de la iglesia.
De noche, el espectáculo iluminado del pueblo forma parte de la colección de grandes escenarios turísticos españoles.
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