Diez hábitats costeros únicos en España
Rías, islas, cuevas, marismas y playas muy especiales. Ecosistemas costeros de gran biodiversidad donde disfrutar viendo aves acuáticas, cangrejos o maravillas geológicas
La costa es miscelánea, un mareo constante de opciones que podemos desgranar en hábitats a cuál más variopinto. Playas y acantilados los damos por sabidos. Para el resto se requiere ganas de conocer y buen calzado. Aquí proponemos diez hábitats costeros que merecen un viaje.
1. Galicia estuarina
Estuario del río Anllóns, Ponteceso/Cabanas de Bergantiños, A Coruña
La figura del estuario, ese intercambio de aguas fluviales y marinas salpicadas de depósitos areníferos, se observa magníficamente en la Costa da Morte. Desde la orilla de Cabanas de Bergantiños ya se aprecia el refulgir del monte Blanco, formado, como su nombre sugiere, por arena fina, amontonada por el río Anllóns cuando finaliza su recorrido y se une a la ría de Corme y Laxe. Miles de pájaros, mamíferos, peces y otros tipos de vida silvestre dependen de este hábitat estuarino.
Para captar la singularidad de la ensenada de A Ínsua, lo mejor es asistir al espectáculo visual que brinda la cima-mirador de monte Blanco, a 182 metros de altura. Después, en O Couto, podemos tirar hacia Currás para continuar hasta las dunas móviles de A Barra pasando cerca del islote de Cagallóns, notable por su interés ornitológico. Reservar mesa junto al ventanal del clásico restaurante Mar de Ardora (www.mardeardora.com), y tomar después un gin-tonic (hay 105 referencias de ginebra) en el saloncito.
2. Caverna con escapatoria
Cueva Bonita, Tijarafe, La Palma
Pocas cuevas marinas, con sus cavidades al pie del acantilado, tienen las hechuras necesarias para que puedan internarse en ellas barcos turísticos. Es lo que hace el Fancy II (fancy2.com; 35 euros; niños, 20 euros), con base en el puerto de Tazacorte. Su crucero Ruta Norte (diario, 2 horas y 30 minutos) nos introduce en la volcánica Cueva Bonita, la caverna más mediática de Canarias, y nos acerca después a la cueva Colorada (en este caso, sin calado para acceder a su interior).
La "Capilla Sixtina del Atlántico", según la bautizó el artista lanzaroteño César Manrique, alcanza 20 metros de altura y 70 de anchura. Dispone en su interior de una playita de callaos (piedrecillas), y lo más sorprendente: dos bocas de acceso, una de menor tamaño que la otra, lo que permitió -cuentan las crónicas- salvar muchas vidas a los pescadores locales del siglo XVII al proporcionarles una vía de escape cuando se veían acorralados por piratas de Berbería.
La luz crepuscular penetra con gran aparato por la boca pequeña y alumbra la cúpula jaspeada imbuyendo el escenario de una atmósfera mágica; se descubren colores y matices que van desde el azul al verde o al blanco.
3. Pasillo de arena
Tómbolo de Trafalgar, Barbate, Cádiz
De entre los accidentes geográficos, el tómbolo destaca por su esbeltez: una lengua de arena o istmo que –solo en bajamar si le rodea el Atlántico- permite llegar a una franja de tierra. Intrusa parece esta proa rocosa de Trafalgar, con faro cónico y vestigios arqueológicos a la que la arena quiere sumergir, el viento demoler y las corrientes aislar. El tómbolo, de 6.500 años de antigüedad, está catalogado como monumento natural. Basta que el viento de levante azote unos cuantos días para que la pista de acceso al faro (900 metros), junto con las señales de tráfico, quede enterrada. El tómbolo forma a levante la playa del Varadero o Marisucia -por la presencia de algas, estupendo bioindicador- y al otro lado por el campo dunar, desde el que el sol se pone con una gloria estremecedora. Sobre este fenómeno geomorfológico rodeado de pecios es donde mejor se siente el latido de las olas, como péndulos de un reloj. En cuanto anochece, hay que recalar en el bar Las Dunas (www.barlasdunas.es), abierto todos los días del año y dotado con billar y chimenea.
4. Llegan las espátulas
Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, Cantabria
El intercambio continuo de materias entre el medio continental y el marino caracteriza el entorno marismeño. El parque natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel consta de una serie de aguazales que entre noviembre y febrero celebra todo un festival de sonidos y colores; no en vano estamos en el humedal más importante del norte de la Península. Pasamos primero por su centro de interpretación con forma de proa –las actividades guiadas se reservan en www.redcantabrarural.com- y enseguida ponemos rumbo a las marismas de Bengoa. Un dique con el que se intentó rellenar la marisma sirve hoy de estupendo paseo dotado con paneles informativos que finaliza en un pequeño observatorio desde el que poder atisbar, entre un total de 80 especies de aves, a las espátulas, aves bioindicadoras descansando en su migración a Doñana. Con marea baja se las ve alternando con limícolas; en marea alta, predominan aves buceadoras como el somormujo.
Luego tomamos el coche hasta El Albergue (www.alberguedesantona.com), un punto de información y de turismo activo de primer orden. A su lado está el mirador ornitológico de La Arenilla. Tras recorrer la carretera de Los Puentes, el mirador de las Marismas, en Santoña, nos reclama al caer el sol.
5. Paseo insular
Isla de Benidorm, Alicante
Pocos elementos geográficos significan una imagen turística como l’Illa en Benidorm, integrada en el parque natural marítimo-terrestre de la Sierra Helada y su entorno litoral. Su efigie crea la fantasía de una plataforma de despegue o, según cuenta la leyenda, un pedazo del Puig Campana que se hubiera echado a navegar a 3,5 kilómetros de la costa alicantina.
Hay conexiones de 15 minutos en barco (www.excursionesmaritimasbenidorm.es; 15 euros; niños, 12 euros), con toda seguridad los sábados. Unas veces se navega en golondrina normal y otras en barco de visión submarina, de ahí que, una vez en la isla, a veces se transborde al Aquascope, para así contemplar los fondos en grupos de 20 pasajeros.
Nada hay tan agradable como pasear por las sendas que recorren los 350 metros de isla, tomando el sol de otoño en el mirador de la cima, a 73 metros de altura. Atrae esta bahía protegida por montañas, razón de su privilegiado microclima del que se beneficia una de las más importantes colonias mediterráneas de paíño común. El atrayente skyline de Benidorm pone el resto. En la isla hay bar y Diving Stone (www.divingstones.com) realiza bautizos de buceo.
6. Pisando rasa mareal
Punta de Sakoneta, Deba, Gipuzkoa
En la comarca del Bajo Deva (Debabarrena en euskera) el geoturismo alcanza cotas desconocidas a la luz de una de las mayores plataformas de abrasión en Europa. Entre Itziar (Deba) y Zumaia se encuentra el desvío a la punta de Sakoneta, enclave óptimo, además, para descubrir un biotopo donde están catalogados casi todos los invertebrados del Cantábrico.
Dejar el coche en el restaurante Errota Berri (www.nekatur.net/errotaberri), donde luego podremos comer a gusto, y caminar 900 metros hasta dar con el sendero GR-121. Seguir por la derecha equivale a encaramarnos al acantilado de donde pende una soga para auxilio de surfistas. De seguir en sentido opuesto bajaremos a la espectacular superficie rayada de la plataforma de abrasión. Acanaladuras y verdín configuran el trazado de un paseo por una Sakoneta que parece deshacerse lentamente. Cruzar el riachuelo y doblar la punta. Los estratos originalmente horizontales del flysch -alternan estratos duros (calizas y areniscas) y blandos (arcillas y margas)- dejan sentir su presencia en posición vertical. Todo es aislamiento. Para visitas guiadas, hay que visitar www.geoparkea.com.
7. La albufera más deseada
Parque natural de la Albufera de Mallorca
Las lagunas litorales mantienen canales o golas de comunicación con el mar, de ahí que sus aguas sean en mayor o menor medida salobres y siempre ricas en biodiversidad. Para conocer el humedal más amplio de las Baleares vamos a Muro y dejamos el coche en el aparcamiento de la rotonda frente al hotel Parc Natural. A pie se llega al centro de visitantes –los recorridos guiados suelen desarrollarse los sábados; www.balearsnatura.com- y al centro de interpretación.
Aparte de los itinerarios 1 y 2, ambos territorio del calamón y el aguilucho lagunero, hay que incluir en nuestro paseo (si puede ser a las 9 de la mañana), el observatorio sobre la profunda laguna de Ses Pardes, donde se atisban somormujos y anátidas. Detenerse en el Gran Canal -principal desaguadero del parque- equivale a otear lisas comunes, carpas y galápagos europeos. Por la laguna de aclimatación lucen su colorido fochas cornudas. Después, un muy grato bosque de ribera de 370 metros sirve de marco a los miradores Cibollar I y II. A ellos se suma el interés etnográfico de puentes y canales del siglo XIX. Reposar todo lo visto en la playa de Ses Casetes des Capellans.
8. La ría en nueve playas
Ría de Aldán, Cangas de Morrazo/Bueu, Pontevedra
"Penetración marina debida a la sumersión de la parte litoral de una cuenca fluvial". Así describe la Real Academia el fenómeno de la ría, que en el caso de Aldán resulta tan diminuto que muchos no la tienen por tal. Explorar sus playas es enamorarse de ella. Pasado Hío podemos bajar a Arneles, frente a la que recala en verano el yate de Amancio Ortega, y luego Castiñeiras, seguida de la amplia Areabrava. Por donde desemboca el río Orxas se estiran paseos marítimos tanto en San Cibrán -pasando revista a chalanas y gamelas- como el más moderno de Vilariño.
El arenal de Areacova atrae con pinos y eucaliptos, su tenue oleaje, sus vistas sobre las bateas, el rumor sordo del oleaje. Entre las caletas con mayor número de servicios descuella Menduiña, dotada con un imprescindible bar de tapas. Quedan por ver la playa de Bon, protegida del viento del norte, y el magnífico arenal de Lagos, más abierto al océano.
9. La tumba de Chanquete
Peñones de San Cristóbal, Almuñécar, Granada
Los peñones o farallones son espacios paisajísticos generalmente próximos a la costa y casi siempre cargados de belleza; lugares donde encuentran su hábitat numerosas aves acuáticas. Los tres que se alinean delante del castillo de Almuñécar, declarados monumento natural, tuvieron sus 15 minutos de fama en la serie Verano Azul, pues fue en el primero de los peñones de San Cristóbal -el más voluminoso y elevado sobre tierra-, el peñón del Santo, donde fue enterrado televisivamente Chanquete, rodeado de barcas haciendo sonar sus sirenas.
Una gran cruz señalada el mirador dispuesto a 30 metros de altura, de manera que a babor queda la playa de la Caletilla y a estribor la de San Cristóbal. Delante del hechizante mirador, los peñones exentos del Enmedio y de Fuera incardinándose en el Mediterráneo. No se entiende ir a este mirador sin visitar antes el castillo. Los atardeceres del mirador gozan de justa fama.
10. Sobre piedras
Ribadedeva, Asturias
Una cosa es imbuirse de la naturaleza asturiana en sus playas y otra bien distinta caminar durante el reflujo marino por pedreros ricos en fauna y vegetación marina. El coche lo dejamos en la estupenda playa de la Franca. Caminando hacia oriente solo en bajamar (www.tablademareas.com) llegamos a la contigua playa del Oso, donde dos lajas guardan los restos de un vivero de marisco junto a una erosión en forma de arco rocoso. Hay que entrar en la cueva.
Si seguimos andando llegamos a un enorme pedreru del paisaje protegido de la Costa Oriental. Lo primero: aprender a caminar por este elemento deslizante calzados con escarpines dotados con suela, buscando tres puntos de apoyo, como mínimo. Aquí y allá buscadores de xorra (gusanos) para cebo, algún niño con su cubo. Pululan cangrejos y bígaros en los recovecos; se hacen visibles lapas, percebes, erizos, especies que luego degustaremos en las sidrerías y que podremos tocar mientras absorbemos el intenso perfume del salitre que desprenden las algas al contacto con el sol.
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