Práctico y asequible

Cuando se tienen delante ocho pabellones con 240.000 metros cuadrados de exposiciones, un centro de convenciones para 12.000 personas, dos helipuertos, una cubierta fotovoltaica de enorme tamaño, con la firma del Pritzker japonés Toyo Ito como artífice de su diseño, pocas dudas surgen acerca de la utilidad de un alojamiento como éste. Dos millones largos de visitantes al año en el vecino recinto ferial justifican las 10 plantas y 160 habitaciones de este hotel, a la sombra de otra obra de Toyo Ito, la flor de loto roja del Porta Fira.

Por su fachada de vidrio gris azulado se ve que el Fira Congress quiere ser el espejo curvo de las actividades feriales convocadas en L’Hospitalet de Llobregat, la nueva zona comercial de Barcelona. Quizá por ello despista que el acceso formal esté localizado en la trasera del inmueble, algo trompicado para los visitantes de la feria que eligen hospedarse aquí por su cercanía y sus asequibles precios. Tampoco el servicio, muy escaso, ayuda a situarse dentro del complejo. Y el que hay no da abasto.

Por lo que respecta a las instalaciones, la sala del desayuno parece mal diseñada, con una gruesa columna en la zona de los panes que impide el tránsito. Las colas frente a la única cafetera son antológicas. Los roces con el resto de los huéspedes son constantes, lo que hace de esta colación matinal una experiencia no tan agradable. Al contrario, el área wellness depara en su negrura unos momentos de relax imperturbable. Igual que el bar, mejor ambientado de noche, cuando su iluminación tenue envuelve la conversación tranquila o el regusto del último trago.

Las habitaciones se ajustan al plan del asistente a ferias: espacio no muy amplio, pero confortable, y diseño funcional a prueba de estilos personales. Una mesa de trabajo adaptable desde un aparador de cristal exige (o casi) leerse el manual de instrucciones para cambiar de posición. Las camas destacan en la pieza por sus mantas rojas, vivas en la penumbra, aunque son muy endebles. Los baños destilan el minimalismo funcional de todo el hotel. Su punto fuerte es la garantía de higiene que presenta a la vista, además de ciertos guiños lúdicos como es la ducha de efecto lluvia.

Sin duda, el mayor atractivo lo constituyen sus precios: ¡67 euros la noche! Muy inferior a lo que costaría hoy un hostal en el centro de Barcelona.

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