En la guarida de James Bond
Visita a la central de Proaza, en Asturias, un edificio-escultura de Vaquero Palacios
La central de Proaza podría albergar un museo de arte contemporáneo o el cuartel general de James Bond. El arquitecto Joaquín Vaquero Palacios (1900-1998) proyectó en 1964, para Hidroeléctrica del Cantábrico, un edificio-escultura integrado en un acantilado rocoso de la montaña asturiana. El arquitecto, escultor y pintor trabajó a sus anchas. Las aristas y los pliegues de la montaña encuentran a sus homólogos en los arcos puntiagudos que rodean el perímetro de la central en un juego imaginativo con la luz; parece que Proaza nació con la ladera de caliza en la que se encuentra.
Vaquero Palacios siguió su propio camino. Hijo de Narciso Hernández Vaquero, socio fundador y presidente de la eléctrica asturiana, renunció a su primer apellido y marchó a Madrid a estudiar arquitectura y formarse como artista integral. El tercero de la saga, Joaquín Vaquero Turcios (1933-2010), también arquitecto, tuvo inquietudes similares a las de su padre e intervino en la decoración interior de algunas de sus obras.
Nada indica al viajero que este fenomenal edificio albergue en sus entrañas un conjunto de máquinas que transforman la energía para ser distribuida a los puntos de consumo. En el interior de la central, los seis murales de la sala de máquinas, diseñados por el propio Vaquero Palacios, representan las líneas de fuerza de campos magnéticos en rojo, negro, azul y blanco, en alusión a lo que sucede en la central que gestiona EDP Energía. Como explica Fernando Nanclares en su guía sobre la arquitectura asturiana, las cabezas de las turbinas asoman como esculturas en el amplio espacio interior inundado de luz y se diría que M, el superior de James Bond, va a asomarse también para reprender a 007 por algún desliz.
El discurso de Vaquero, autor también de la presa y central de Grandas de Salime (1954), gira en torno a la relación del ser humano con la naturaleza a la que aluden los 16 símbolos del enigmático mural de la entrada. “¿Es sostenible la presencia del ser humano en la Tierra?”, se pregunta el artista. La respuesta podría ser afirmativa si, como en el caso de Proaza, aprovechamos la energía de un salto de agua para la producción de ese fluido intangible que gobierna nuestras vidas: la electricidad.
Caprichos de la historia, la construcción de la hidroeléctrica de Proaza coincide con el cierre de las minas de carbón de los valles adyacentes, Teverga y Quirós, en 1963. Más coincidencias: la vía por la que circulaba el antiguo ferrocarril minero se ha transformado en una vía verde: la Senda del Oso. La ruta hasta Proaza puede ser sostenible. Viajaremos de un pasado energético basado en un recurso limitado y contaminante, el carbón, hasta el presente de otro, limpio y renovable, el agua. Utilizaremos el tren, la bicicleta y, en algún momento, las piernas.
Santianes, capital del reino
Nuestra ruta comienza en el mar, en el puerto carbonero de San Esteban, que protagonizó el desarrollo industrial de Asturias a comienzos del siglo pasado. La construcción de una vía ferroviaria que unía las explotaciones mineras con la costa fue la llave del despegue. Vale la pena recorrer su conjunto histórico industrial, junto a la ría; llegar a la playa de Gamuelos, subir al Espíritu Santo y contemplar la desembocadura del Nalón y la costa hasta el Faro Vidio. Una panorámica hermosa.
Seguimos la ruta en ferrocarril y en San Esteban tomaremos el tren de vía estrecha (FEVE) para viajar entre los bosques con un alegre compañero de viaje: el río Nalón. Vale la pena parar en la que fue capital del incipiente Reino de España en el siglo VIII, la pequeña villa de Santianes de Pravia. Surcada de pequeños caminos y prados, es lugar de encuentro de varias calzadas romanas, entre ellas la que iba a Asturica Augusta (Astorga), y cuenta con un museo y la iglesia más antigua de Asturias, que formaba parte del desaparecido palacio real del rey Silo.
La Senda del Oso
De vuelta a la estación, seguiremos disfrutando del tren hasta llegar a Trubia. Desde el andén veremos el puente azul y sin cruzarlo tomaremos la caja del ferrocarril minero por la que transcurre la vía verde, ideal para ir en bicicleta, hasta Proaza. La visita a la central nos abrirá el hambre. Lo más sensato es comer allí mismo, en L’Esbardu, y aprovechar su agradable terraza si la meteorología lo permite. Mejor ir cuatro personas para compartir las generosas raciones y probar varias especialidades de su cocina exquisita.
Si en Trubia abandonamos las aguas del Nalón, al pasar Proaza dejaremos las del Trubia, que se divide, con la vía verde, en los ríos Teverga y Quirós que dan nombre a sus respectivos valles. La Senda del Oso transcurre a lo largo de 40 kilómetros de puentes, túneles iluminados, zonas de descanso y un cuidado camino, de baja dificultad y escaso desnivel, accesible a carritos de bebé y personas con minusvalía, con varios aparcamientos. Allí viven algunos de los últimos ejemplares de oso de la cordillera Cantábrica, alrededor de 200 ejemplares en dos poblaciones separadas por la autopista astur-leonesa. Ese aislamiento prolongado —comenzó con el ferrocarril a mediados del siglo XIX— dificulta la reproducción entre ambas poblaciones y propicia la endogamia, de manera que la especie tiene bajas tasas de variabilidad genética.
Pese al interés con el que se cuida al oso cantábrico, todavía suceden incidentes como el de Paca y Tola, a las que hace unos años dejó huérfanas un cazador furtivo. Las osas viven ahora a sus anchas en un cercado de cuatro hectáreas que encontraremos en la senda, única oportunidad de ver osos pardos en semilibertad. En la actualidad forman parte de un proyecto de reproducción del oso pardo cantábrico.
Guía
Información
Comer
- Central de Proaza (902 83 01 00).
- Alquiler de bicicletas. Se pueden encontrar bicis en El Oso Goloso (985 76 10 29) o en Valles del Oso (985 76 11 77).
- Restaurante L'Esbardu (985 76 11 52) Calle del Puente, s/n. Proaza. Muy recomendables sus generosas raciones en la terraza.
- Bar-tienda El Rubio (985 76 84 81). Buen pulpo a la brasa en Santa Marina-Quirós.
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