Partida de ‘pinball’ en Nueva Jersey
El museo Silverball, en el paseo marítimo de Asbury Park, está dedicado a este juego recreativo muy popular en los años setenta y ochenta
En 1969 la banda británica The Who convirtió a un niño ciego y sordomudo en el protagonista de su cuarto álbum: la ópera-rock Tommy, en la que el chico se convertía en un mago del pinball. El clásico juego de salón, con sus características paletas en los laterales y su bola de plata, vivía una época dorada y se podía encontrar en bares, pubs y salones de juego de todo el mundo. Docenas de fabricantes se empeñaban en el diseño de nuevos prototipos que reflejaban la cultura de la época. Pero la llegada de los videojuegos aniquiló el gusto por aquellas enormes máquinas y la industria decayó hasta verse reducida a un puñado de productores. A los enamorados de la bolita de plata aquello no les importó. En Asbury Park, Nueva Jersey, se encuentra uno de sus defensores más acérrimos.
Bob Ilvento es el dueño y fundador del Silverball Pinball Museum, un pequeño establecimiento a la orilla del paseo marítimo de Asbury Park que está a punto de cumplir su quinto cumpleaños. Solo hay que poner un pie en el establecimiento para vivir el sueño de cualquier aficionado: una sala con cerca de 230 máquinas de pinball de todas las épocas cuyos destellos invitan a jugarse unos céntimos. Para evitar que a sus clientes les falte cambio (unas funcionan con un centavo, otras con un cuarto de dólar), en el Silverball se paga solo a la entrada. Así, una vez que el visitante accede al museo (pagando una tarifa de media hora o una hora), puede utilizar su tiempo jugando a todas las máquinas que desee o, si lo prefiere, tan solo a una. “Tenemos un socio que nos visita regularmente para jugar solo con su favorita. Suele llamarnos antes porque viene desde Nueva York y alguna vez la máquina ha estado averiada”, explica Tony Imbimbo, de 64 años, que trabaja en el local.
No es raro ver un cartel que dice "En reparación" sobre alguna de sus máquinas, pues varias de ellas son verdaderas reliquias de 50 o 60 años de edad, aunque la mayoría permite jugar en las mismas condiciones en las que lo hacían los jóvenes de su época original. Imbimbo asegura que las que más problemas dan son las nuevas, “porque se usan más y tienen más componentes electrónicos”.
Los diseños de colores pastel y aire de los sesenta conviven con clásicos como La Familia Adams Golden Edition, Indiana Jones, Los Simpsons o una inspirada en Los Soprano, además de la última adquisición, El mago de Oz, diseñada en 2013 por un fabricante nuevo que reside en el mismo Nueva Jersey. “El día que la instalamos teníamos unas cincuenta personas haciendo cola por la mañana para entrar a verla”, asegura el empleado del Pinball Museum. Según explica, la máquina de pinball vuelve a brillar como en los viejos tiempos. Aunque hasta hace un par de años los museos de este tipo se contaban con los dedos de una mano, Nueva York acaba de abrir uno y algunos bares de la Gran Manzana han colocado máquinas de pinball como una pieza más de entretenimiento vintage para sus clientes.
El pinball vuelve y lo hace pisando fuerte. En Asbury Park, un grupo de jóvenes acude cada sábado por la tarde al museo y se reta para conseguir las puntuaciones más altas. Vecinos de todas las edades y procedencias encuentran siempre una máquina que les devuelve a otros tiempos. Para Imbimbo la favorita es Oxo, un diseño del 64 al que solía jugar en la cafetería donde conoció a su mujer.
Para los que prefieran otro tipo de retos también hay ejemplares como Fleger Cowboy, uno de los diseños de pinball que propiciaron la prohibición de estas máquinas a finales de los años 30: este juego recreativo estuvo vetado en muchos estados durante décadas (se relacionaba con los juegos de azar). En la cercana Nueva York, la prohibición alcanzó hasta 1976.
Antes o después de disfrutar de sus muchas y originales piezas es recomendable echar al menos un vistazo al ejemplar que se expone junto a la entrada. Es la única máquina de pinball del museo que no funciona, pero es una auténtica Baffle Ball de Gottlieb, la primera diseñada para funcionar con monedas en 1931.
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