Bailar en el Berlín de entreguerras
El mítico Clärchens Ballhaus acaba de cumplir cien años
Clärchens Ballhaus acaba de cumplir cien años en la Auguststrasse del Mitte berlinés (Auguststrasse, 24). Rodeado de las mejores galerías de arte y tiendas de vanguardia de la ciudad pervive este salón de baile y con él la nostalgia de los años 20. Algunas de las parejas que se conocieron en su pista acuden ahora con sus nietos.
Justo antes de que estallara la Primera Guerra Mundial, el hostelero Fritz Bühler dio con este edificio decimonónico para abrir en él su negocio, al que nombró como el diminutivo cariñoso que empleaba con su esposa Clara. Una vez superada la etapa de conflicto bélico, este lugar se erigió como el rey de la evasión nocturna berlinesa. En la actualidad sigue disfrutando del favor y el fervor de ciudadanos de todas las edades gracias al intenso programa de actividades que ocupan todos los días del mes. También al encanto decadente de sus paredes destruidas y de un mobiliario interior que cuenta con pocas antigüedades y mucho trasto viejo.
En la Tanzsaal, a partir de las nueve, la noche se dedica a un baile distinto. Las clases prácticas previas son solo optativas, porque lo cierto es que los comensales inexpertos no suelen tener problema en salir también a la pista, quizá animados por el alcohol de la cena o por el ambiente distendido que se genera en su interior. Jugar con el atuendo también está permitido y es incluso parte de la diversión. Llevar pajarita o algún tocado no desentonará en absoluto. Se empieza la semana con salsa, y tango argentino, el miércoles se dedica al swing y el jueves al vals y el cha cha chá. Con el fin de semana llega la música en directo en las fiestas Schwoof (la entrada cuesta cinco euros) y los domingos se adelanta el horario para bailar a la hora del té.
Las fotos de Clärchens Ballhaus que cuelgan de sus paredes prueban su resistencia al paso del tiempo. Pero es la Spiegelsaal, la sala de los espejos, la que sus responsables consideran su joya por descubrir. En ella se celebra el último jueves de cada mes las cenas temáticas Gipsy Restaurant, con concierto incluido y tan exitosas que es necesaria la compra anticipada de la entrada.
Esta sala secundaria es también la estrella cada domingo. La lámpara de cristal que preside su amplio espacio, las viejas sillas y mesas de madera y las botellas de vino a modo de candelabro para las velas forman parte del espectáculo y son el acompañante perfecto en los conciertos de violín y piano que se programan en ella. Para los que el bailar no sea lo suyo lo aconsejable es acudir antes de las 20.00 horas –y de paso probar su tarta de chocolate con pera– o si ha llegado el buen tiempo quedarse fuera en el también acogedor Biergarten, eso sí, después de haber dado una vuelta por el interior del edificio para revivir la parte más hedonista de la historia reciente de la ciudad.
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