Dulces taninos

De la bici a los depósitos de fermentación, pasando por el viñedo. Es la nueva competición a la que se ha apuntado Luis Ocaña, campeón de mountain bike, tras 11 años pedaleando. Su bisabuelo Ramiro Ocaña replantó en las tierras pedregosas y escarpadas de San Martín de Valdeiglesias los viñedos devastados por la filoxera. Su labor debió de ser excepcional, porque una parte de esos viñedos siguen dando fruto.

La nueva generación de los esforzados Ocaña ha recuperado una parte de este patrimonio para su proyecto vitivinícola. Un ejemplo a destacar en tiempos de arranque indiscriminado de viñas. Sobre todo de las heroicas cepas resistentes de garnacha, con baja producción (600 gramos por cepa). A partir de ahí, todo se hace menos cuesta arriba. Salvo que uno se ponga a prueba con requisitos y normas como el tratamiento enológico del viñedo.

Los primeros vinos se comercializan a nivel local, para ir ampliando su red comercial, dentro de las limitaciones de una pequeña producción. Y con las cepas centenarias, situadas en laderas con altitud superior a los 850 metros, elaboran un tinto de prodigiosa frutosidad madura (fresas silvestres, frambuesas), pero fresca, adornada de flores y hierbas silvestres, y realzada por el leve toque de madera con sus notas de especias. Sabroso, consistente, sus taninos dulces y bien pulidos tapizan la boca de perfumado deleite.

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