Tigretostón, pincho estrella
Tapas de premio en Los Zagales y otros bocados en los bares en torno a la plaza de Coca, una playa de arena junto al Pisuerga, el laboratorio de tendencias LAVA y, en octubre, la Seminci
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid... muchos han arrimado el ascua a su sardina. Pero a la antigua capital del reino le rondan más aguas, las del Esgueva, las del Canal de Castilla. Hasta tiene playa. Y un torrente, de historia y de arte. Perdió el pulso con Madrid en lo de ser capital absoluta, pero es al menos capital de Castilla y León. Con una vitalidad torrencial. En el último siglo multiplicó por siete su población, llegando a sobrepasar los 300.000 vecinos. Con el boom industrial (automóviles) sufrió un deterioro su carnadura urbana. Pero se recupera, está en ello. Y, sobre todo, presume de cierto talante cultural e intelectual. Por la Universidad, sus escritores, su patrimonio (que no se abarca en un día) y una cascada de iniciativas ingeniosas para locales o foráneos que se animen a darse un chapuzón de novedades.
9.00 Mentideros ilustrados
El AVE deja literalmente a las puertas del casco histórico. Frente a la estación (está pendiente soterrar las vías) se abre en abanico el Campo Grande (1), salón histórico lleno de pavos reales. En la Acera de Recoletos que lo orilla se encuentra la oficina de turismo. Allí se puede uno informar sobre rutas guiadas (más de veinte). A un paso de la vecina plaza de Zorrilla aguarda la Casa de Cervantes (2), una de aquellas ocurrencias visionarias del marqués de la Vega-Inclán. La casa y el breve jardín recuerdan que son muchos los estudiantes extranjeros que vienen a aprender español a Valladolid, que es, dicen, donde mejor se habla. Para escuchar el acento y el latido vallisoletanos hay que acudir, lo primero, a la plaza Mayor (3), mentidero mayor o salón de estar. Los soportales de granito marcan a partir de ahí las arterias vitales del casco histórico. Siguiendo su cobijo se llega a otro polo vital, la catedral (4), que dejó cojitranca Juan de Herrera (le falta una torre). A un costado, la fachada barroca de la universidad. Y en el testero, restos de la primitiva colegiata, en un jardín solo permitido a los gatos. Completa el conjunto Santa María la Antigua (5) y su esbelta torre románica, faro de cierta movida nocturna.
11.00 Encaje de piedra
El eje de la calle de las Angustias lleva a otro centro de gravedad crucial para el turista: el área de San Pablo (6). La fachada de esta iglesia es una filigrana renacentista, tan fascinante como su interior catedralicio. Frente al templo, el Palacio Real y el palacio de Pimentel, donde nació Felipe II. Hay en el entorno un puñado de palacios; dos de ellos, el de Villena y la Casa del Sol, forman parte del Museo Nacional de Escultura, alojado en el Colegio de San Gregorio. Palabras mayores. Por tres motivos: por el estuche, repostería fina de piedra; por la nueva instalación museística (obra de los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano) y, claro está, por el contenido, un compendio de imaginería española, con piezas maestras de Berruguete, Juni o Gregorio Fernández, entre otros. Un callejón frente a la portada esconde el acceso a la renovada Casa de Zorrilla y su jardín romántico, ideal para una escenita a lo don Juan con doña Inés (por si acaso, está el tablón recortado para la foto).
13.00 El rito del tapeo
El tapeo es en esta ciudad un rito sagrado. La zona de pinchos (7) se concentra en torno al ayuntamiento y la llamada plaza de Coca (oficialmente, Martí y Monsó). Un concurso provincial (que ha superado su XV edición) premia a los mejores alardes, pero algunos bares, como Los Zagales (8), han ganado también concursos nacionales (en 2010 con el tigretostón, un rollo de pan negro, tostón, cebolla roja confitada y crema de queso). Son también muy populares Abadía, El Arcón o El Corcho. Para comer sentado hay varias opciones: la de toda la vida nos llevará a La Parrilla de San Lorenzo (9) (Pedro Niño, 1), en los bajos del monasterio de San Bernardo, tan recargada la decoración como las propias viandas, o a La Tahona (Martí y Monsó, 4). La opción más novedosa son los gastrobares, como MQ (10) (San Ignacio, 7), de los hermanos Martín Quiroga, o la moda oriental: Sushitería (Manzana, 6), que organiza además talleres, o Taberna Japonesa Wabi-Sabi (Martí y Monsó). Un poco alejado del centro, en la tercera planta del Museo de la Ciencia, Jesús Ramiro lucha por recuperar en Ramiro’s la estrella Michelin que ostentó en su día.
16.00 ¡Vamos a la playa!
La ribera del Pisuerga (11) es, con Campo Grande, el pulmón de la ciudad. La Rosaleda y Las Moreras, que tantos versos del Tenorio habrán arropado en sus setos, son ahora una palestra o gimnasio gratuito. Y más desde que existe “la playa”, con arena genuina de Santander, ancha y larga: llega hasta el puente Mayor (12), el primero que vadeó el río. Las escuelas de piragüismo y natación tendrán pronto que instalar semáforos en el río, para poner orden. Hay un quiosco (no chiringuito) de lujo y un barco de paletas, La Leyenda del Pisuerga, que da paseos y acoge festolines a bordo. Si se prefiere emplear la tarde en un baño cultural, al ladito mismo de la playa está el Museo Patio Herreriano (13), que ocupa el que fuera convento de San Benito. La iglesia conventual, de porte catedralicio, permanece abierta al culto. El Patio Herreriano es una colección privada de arte contemporáneo… del siglo pasado. Para encontrar arte más actual habrá que desplazarse hasta el LAVA (14), laboratorio de tendencias en los antiguos Mataderos, al final del paseo de Zorrilla. Antes, en la orilla derecha del Pisuerga, el Museo de la Ciencia (15), de Rafael Moneo y Enrique de Teresa, junto con la nueva sede de la Junta de Castilla y León (16), son buena muestra de arquitectura y urbanismo.
20.00 La hora bruja
Las zonas de copeo nocturno coinciden con las de tapeo diurno, solo cambian los garitos. Por la zona de Coca se mueven los mismos que, de jóvenes, ay, se movían por la zona de Paraíso o de la Antigua. Esta última incluye el histórico Pasaje Gutiérrez (17), que no es tan grandioso como los de Milán o Nápoles, pero nada tiene que envidiar a los de Bruselas o La Haya. Varios teatros (Zorrilla, Cervantes, Carrión, Lope de Vega) acogen troupes en gira; el teatro Calderón (18), magnífico, aloja además la Seminci (Semana Internacional de Cine, este año del 19 al 26 de octubre). Pero el gran referente es ahora el Centro Cultural Miguel Delibes (19), del arquitecto Ricardo Bofill, con una sala sinfónica que sirve de nido a la Orquesta de Castilla y León.
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