Viscoso pero sabroso
La música llevó al violonchelista Josetxu Obregón a Japón, y a perderse en la noche tokiota
La música llevó a Josetxu Obregón a Japón. El violonchelista, que, junto con su grupo La Ritirata, acaba de publicar el disco Il Spiritillo Brandocon el afamado sello de música clásica GlossaMusic, voló a la isla asiática.
¿Era su primera vez?
La tercera, pero al aterrizar en Tokio siempre me llama la atención lo limpio y ordenado que aparece todo; se asemeja a un decorado. Nadie lleva el coche sucio. Me alojaba en casa de una colega, violinista tokiota. Su padre, cada mañana, antes de irse a trabajar, limpiaba el coche. Si lo llevas manchado te pueden multar.
¡Qué estetas!
Tienen una personalidad muy particular que mezcla educación, autoridad y excentricidad. Tras dar un concierto allí, el público no solo aplaude, sino que hay quien se acerca y te trae comida, bombones o flores que te entregan en mano. Otra costumbre es que cuando te despides no puedes dar nunca la espalda, por eso se van siempre caminando marcha atrás. Cada vez que nos íbamos de algún sitio, nuestros amigos de allí nos sujetaban para que no nos girásemos. Era gracioso.
¿Qué tal la noche tokiota?
En Shibuya nos perdimos por el barrio, pero encontramos un sitio de sushi riquísimo cuya especialidad era la cabeza entera de un pescado. Nos explicaron cómo comerlo y que debíamos dejar la mejor parte para el final.
¿Cuál era?
El ojo. Es blando y viscoso, pero sabe bien. Luego nos llevaron a Roppongi, lleno de discotecas cuyos clientes llevan una estética imposible. Entre la cerveza y el sake acabamos bastante perjudicados.
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