Mucho más que una alfarería africana
A cerca de una hora de Lilongüe, Dedza ofrece todo tipo de servicios turísticos en torno a la cerámica malauí
Dedza es un pequeño municipio situado a poco más de hora de Lilongüe que ofrece un paisaje alternativo a la capital debido a su situación en plena cordillera del Valle del Rift. Aquí el calor da un poco de tregua y es una oportunidad para los visitantes que buscan tranquilidad y buena comida. Este pueblo concentra también la mayor producción de cerámica del país, siendo una de las paradas preferidas entre los que viajan a Malaui.
Dedza Pottery lleva más de 25 años en el municipio y se ha convertido en punto de encuentro de los visitantes. Esta empresa familiar es una de las mejores paradas para comprar algún recuerdo y observar la calidad de la cerámica malauí. El matrimonio Stevens apostó por la alfarería local para asentar estratégicamente su negocio en la M1, carretera principal del país y la más transitada.
De su alfarería salen todos los productos expuestos en sus tres pequeñas salas de venta. La empresa extrae la materia prima de las cercanas montañas de Linthipe y Bembeke, y produce diseños de todos los estilos; desde baobas o pescadores en el lago hasta adornos más tradicionales a rayas o cuadros. El visitante puede hacerse con juegos de café, platos, cuencos, bandejas o azulejos para llevarse a casa. Debido a que la producción es artesanal, si no existiese género suficiente o se quisiera un diseño especial siempre está la posibilidad de realizar un encargo que puede ser enviado a cualquier parte del mundo.
Otro de los reclamos para el visitante, además de comprar souvenirs, es el restaurante dentro del propio complejo de la Dedza Pottery. Si se está de paso, lo mejor es sentarse en el restaurante Kapesi y probar su carta donde se entremezcla la gastronomía malauí y la occidental con un resultado atractivo. Con la comanda no hay que olvidar pedir el postre y asegurarse un trozo de la famosa cheesecake, muy demandada entre los visitantes. Un bocado dulce que se puede acompañar con café de Mzuzu.
Si por otro lado lo que se busca es pasar el fin de semana en un entorno agradable y sereno, la Dedza Pottery cuenta además con un alojamiento de seis habitaciones y de un buen cuidado lugar de acampada.
Dedza ofrece varias actividades para que el visitante no se aburra. En los alrededores se puede hacer senderismo en la reserva forestal de Chongoni. Este lugar situado a unos 25 kilómetros del municipio es el segundo espacio declarado Patrimonio de la Humanidad del país tras el Parque Nacional del Lago Malaui. La zona de arte rupestre de Chongoni incluye 127 localizaciones donde contemplar pinturas, algunas de las cuales son de hace más de 10.000 años. Existen pinturas pigmeas, rojas, que servían de decoración, y blancas creadas por los Chewa, que pertenecen a una serie de hábitos relacionados con las prácticas de iniciación sexual. Los mejores puntos de este arte rupestre son los de Mphunzi y Chentcherere que se recomiendan visitar acompañados de un guía local, ya que los accesos a algunas pinturas se encuentran ocultos.
Para los que prefieran algo más de ejercicio, la montaña de Dedza, con más de 2.000 metros de altitud, es otro de los atractivos. En una mañana se llega a la cima, desde la que se puede contemplar el lago en un día despejado, y que sirve de balcón al Valle del Rift, extendido verticalmente por todo el país.
Además, a unos 15 kilómetros de Dedza en dirección sur se puede visitar la pintoresca catedral de Bembeke, situada en la aldea del mismo nombre. Construida entre 1915 y 1919, cuenta con numerosos frescos que representan los pasajes de la vida de Cristo al estilo malauí, con un Jesús de piel morena y presente en las escenas africanas más populares.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.