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Trotamundos

Al Atlas en un Seat azul

Él escritor Guillermo Aguirre viaja a Fez, la exótica ciudad marroquí

Pablo León

Guillermo Aguirre quería irse de vacaciones a Turquía, pero como no tenía presupuesto se escapó a Fez. El escritor, que acaba de publicar Leonardo (Lengua de Trapo), pasó una semana en la ciudad marroquí.

Guillermo Aguirre.
Guillermo Aguirre.

¿Qué tal el cambio de destino?

El viaje empezó mal. Cuando iba en el avión nos invitaron a rellenar el típico formulario de admisión al país. En profesión puse escritor, lo que complicó todo en la aduana.

¿Qué le hicieron?

Comenzaron a preguntarme qué tipo de escritor era: de noticias, reportajes… Yo no entendía nada. Viajaba con una amiga, que les aclaró que escribía ficción, concretamente misterio. Se quedaron más tranquilos y pasamos.

No fue tan grave…

Habíamos reservado un hotelito en el centro. Llegamos a recepción y nos encontramos a un cliente discutiendo con alguien del hotel. ¡Se habían quedado sin habitaciones! Recorrimos la ciudad para encontrar alojamiento. Al final, después de tres o cuatro paradas, encontramos uno aceptable: un nidito de amor abuhardillado, rodeado de palomas que cagaban todo el rato.

¿Se perdió en la medina?

Así se conocen las ciudades: perdiéndote en ellas. En la medina, que olía a carnero y especias, regateé y compré un par de zapatos de piel estupendos; cruzamos el barrio judío y acabamos dando un paseo por el Atlas Medio.

¿La cadena montañosa?

En una calle nos abordaron unos saharauis que vendían alfombras y organizaban viajes, según decían. Creo que era el primero que montaban. Nos subieron a un Seat azul, pusieron Mónica Naranjo en el radiocasete y nos llevaron al desierto.

Parece como de película.

Pasamos el día en el coche. Al salir de Fez me impresionaron las islas de edificios a medio construir. Era como un paisaje posapocalíptico. Luego pasamos por Ifrane, un pueblo de montaña precioso. En sus alrededores hay un parque natural enorme donde está el bosque de los monos. Acabamos en Meknes, donde comimos un guiso típico.

¿Estaba bueno?

Nos alertaron de que no bebiésemos nada con la comida. Mi amiga Irene tomó agua, y por la noche empezó a tener un dolor de estómago horroroso. Menos mal que se le pasó.

Un viaje atribulado.

La despedida fue surrealista. Nos cruzamos con una manifestación contra el Gobierno que portaba un cuadro del rey Mohamed VI. El mensaje era de oposición a una medida del monarca, pero contando con el apoyo del mismo.

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Sobre la firma

Pablo León
Periodista de EL PAÍS desde 2009. Actualmente en Internacional. Durante seis años fue redactor de Madrid, cubriendo política municipal. Antes estuvo en secciones como Reportajes, El País Semanal, El Viajero o Tentaciones. Es licenciado en Ciencias Ambientales y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Vive en Madrid y es experto en movilidad sostenible.

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