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Rodando por Francia

Seis rutas en coche para descubrir paisajes, pueblos y museos entre Normandía y la Provenza

Panorámica de Porte d'Aval, en la ciudad de Etretat,en Normandía (Francia).
Panorámica de Porte d'Aval, en la ciudad de Etretat,en Normandía (Francia). Renaud Visage

Perderse es otra forma de encontrarse. Y si no estamos convencidos, solo hay que lanzarse en coche por las carreteras francesas, cuanto más secundarias, mejor. Encontraremos palacios y castillos, iglesias diminutas y catedrales grandiosas, paisajes íntimos y panorámicas espléndidas, restaurantes con tres estrellas Michelín y pequeñas joyas gourmet casi secretas... Todo très chic, très charmant, ¡muy francés! Seis propuestas para perderse y olvidarse del resto del mundo por las carreteras galas.

01 Las nuevas ciudades del arte francés

Centro Pompidou en Metz (Francia).
Centro Pompidou en Metz (Francia).Franck Guiziou

Francia es mucho más que París y el arte busca también nuevos escenarios. Para descubrirlos proponemos una ruta en coche por el noroeste del país, una de las nuevas mecas del arte en Francia, sobre todo desde la inauguración del Louvre-Lenz y del Centre Pompidou de Metz. Encontraremos el Art Nouveau de Nancy, el espléndido cristal de Baccarat y la experimentación de vanguardia en Metz y Estrasburgo. 650 kilómetros para siete días de recorrido.

Paso a paso

Lille. Este antiguo centro industrial se ha reinventado como ciudad de compras, arte y cultura. Tres grandes museos son razón suficiente para detenerse: el Palais des Beaux Arts, con maestros clásicos como Rubens o Manet; el más alternativo Musée d'Art Moderne Lille-Métropole, con obras de Braque, Calder, Léger, Miró, Modigliani y Picasso, y la Piscine Musée d'Art et d'Industrie, una piscina art déco reconvertida en galería de arte vanguardista.

Lens. A 37 kilómetros al sur de Lille, esta antigua ciudad minera sale de la depresión gracias al nuevo museo de arte Louvre-Lens que, desde 2012, nos descubre auténticos tesoros procedentes del Louvre. Una sucursal del museo parisino que está siendo clave en la regeneración de Lille.

Reims. A su famosa catedral gótica y su tradición ligada al champán, se suma la visita al magnífico Musée des Beaux-Arts , instalado en una abadía del siglo XVIII. Guarda una colección de 27 obras de Corot, retratos de renacentistas alemanes, paisajes de la Escuela de Barbizon, obras de Monet, Gauguin, Pissarro y, sobre todo, la famosa Muerte de Marat, de Jacques-Louis David.

Metz. Desde 1910 es parada obligada para amantes del arte contemporáneo. El futurista Centre Pompidou-Metz es, probablemente, el museo más descarado del país. La visita se completa con la Cathédrale St-Étienne y sus caleidoscópicas vidrieras, conocidas como la linterna de Dios, obra de Marc Chagall.

Nancy. Elegante y refinada, la cuna del art nouveau gira en torno a la Place Stanislas, declarada Patrimonio mundial y diseñada por Emmanuel Héré a mediados del XVIII. Adornada con fuentes y estaturas rococó, está rodeada de edificios representativos: el Hôtel de Ville, la Opéra National de Lorraine o el Musée des Beaux-Arts. En la Grande Rue, el palacio de los duques de Lorena es ahora el Musée Lorrain de Bellas Artes, y a dos kilómetros del centro una tercera visita: el Musée de l'École de Nancy.

Baccarat. El nombre de esta ciudad es sinónimo de cristal y de las sofisticadas piezas que llenaron las mansiones y castillos de toda la Europa del siglo XVIII. Se pueden contemplar en el Museo Baccarat (www.baccarat.fr) o en la tienda de enfrente, igualmente impresionante. Cruzando el río Meurthe está la Église St-Rémy (1950), cuya austera fachada oculta un brillante interior: 20.000 paneles de cristal de Baccarat.

Estrasburgo. El casco antiguo, la Grande Île, es Patrimonio mundial, así como la Petite France, la zona de los canales. Los amantes del arte pueden culminar esta ruta en el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo, un cubo de cristal y acero con piezas extraordinarias; desde Kandinsky, Picasso, Magritte y Monet, a las obras del artista abstracto Hans Jean Arp, nacido en Estrasburgo.

02 La Normandía de Monet

Jardines que rodean la casa de Claude Monet, en Giverny.
Jardines que rodean la casa de Claude Monet, en Giverny.Farrell Grehan

El impresionismo siempre está de moda y para comprenderlo se puede recorrer en coche el este de Normandía, deteniéndonos en los paisajes y ciudades que inspiraron a Monet, el padre del esta corriente artística. La ruta -290 kilómetros que pueden completar en cuatro días- es también recomendable para los que disfrutan con los jardines: en Giverny, punto de inicio, se encuentra el más famoso de Francia.

Paso a paso

Giverny. Lugar de peregrinaje para los amantes del impresionismo. En este pequeño pueblo vivió Monet desde 1883 hasta su muerte en 1926, en una casa rodeada de floridos jardines. La casa, de color rosa pastel, y el estudio de los nenúfares se hallan en la periferia del jardín Clos Normand, junto con sus parterres simétricos llenos de flores.

Rouen. Muchos pintores se han inspirado en el barrio medieval de esta ciudad y en su imponente catedral gótica; son célebres los estudios de la catedral de Monet, expuestos en el Museo de Bellas Artes. La oficina de turismo ofrece clases de arte gratis para crear nuestro propio cuadro en la misma sala en la que Monet pintó su serie. Pero hay más arte: la abadía gótica de St-Ouen o dos ejemplos del gótico flamígero, la iglesia de St.Maclou y el Palacio de Justicia.

Dieppe. Un pueblo de pescadores envuelto por acantilados calizos que invita a pasear por su paseo marítimo. Por encima de la ciudad, en el cortado oeste, se alza el imponente Château-musée, del siglo XV. También podemos acercarnos a Pourville, pueblo costero inmortalizado por Monet.

St-Valery en Caux. La Costa de Alabastro, que se extiende desde Dieppe hasta Étretat con sus altísimos acantilados blancos, es una maravilla geológica que ha cautivado a toda una generación de impresionistas, incluido Monet. Resulta difícil no quedar seducidos ante el puerto y la playa de St-Valery en Caux.

Fécamp. Después de conducir por la Côte d'Albâtre, se puede tomar una copa de Bénédictine en el Palais de la Bénédictine, una fábrica de 1900 donde se elabora todo el licor de esta marca.

Étretat. Una de las ciudades más bellas de Normandía, respaldada por sus sobrecogedores acantilados: el Falaise d'Aval al suroeste y el Falaise d'Amont al noroeste. Una vez arriba cuesta creer que la panorámica sea real. Por algo se convirtió en uno de los paisajes favoritos de muchos pintores, sobre todo de Monet, quien pintó más de 80 cuadros del lugar.

Le Havre. Aquí fue donde Monet pintó en 1873 el paisaje marino que definió el impresionismo: Impresión, sol naciente. El fantástico Musée d'Art Moderne André Malraux cuenta con la mejor colección impresionista de Francia fuera de París: Monet, Eugène Boudin y Camille Corot, entre otros. Al norte del centro se halla el barrio residencial de Ste-Adresse, otro de los lugares favoritos de Monet.

Honfleur. Otro puerto delicioso, sobre todo el Vieux Bassin (puerto viejo), desde donde los exploradores partían hacia el Nuevo Mundo. Su laberíntico entramado de calles adoquinadas llenas de flores y casas de madera y piedra, ha inspirado a muchos pintores, como Eugène Boudin, un impresionista temprano nacido en esta ciudad en 1824. Sus obras se muestran en el Musée Eugène Boudin.

Deauville-Trouville. Estas dos ciudades, unidas por un puente, pero completamente diferentes, marcan el final de la ruta. Deauville es exclusiva, cara y atrevida: hoteles de lujo, jardines impecables y más famoso festival de cine americano. Trouville es mucho más mundano. Durante el XIX era frecuentado por escritores y pintores, y Monet pasó allí su luna de miel en 1870. Lo mejor es su pintoresco puerto y su playa resguardada por ricas mansiones.

03 Viaje a la prehistoria

Cueva de Lascaux, “la Capilla Sixtina” del arte rupestre francés.
Cueva de Lascaux, “la Capilla Sixtina” del arte rupestre francés.Marc Dozier

El suroeste de Francia invita a un viaje en el tiempo hasta la Prehistoria. Las carreteras del Valle del Vézère y del Lot permiten descubrir, En tres días podremos hacer el recorrido de 196 kilómetros oscuras cuevas calizas donde los cromañones dejaron un espectacular legado artístico, como los frescos de la Grotte de Lascaux.

Paso a paso

Les-Eyzies-de-Tayac. Desde este pequeño y turístico pueblo del valle del Vézére se puede acceder cómodamente a casi todas las cuevas en una media hora de coche. Aquí está también el Museo Nacional de Prehistoria, una buena y rápida introducción al arte de las cavernas.

Grotte de Font de Gaume. Está cueva, a un kilómetro al noroeste de Les-Eyzies, contiene las únicas pinturas multicolores aún accesibles para el público. Hace 14.000 años los artistas prehistóricos crearon una galería con más de 230 animales, incluidos renos, caballos, mamuts y osos, además de una espectacular capilla de los bisontes.

Grotte des Combarelles. Cercana a la Font de Gaume, esta estrecha caverna está decorada con grabados que aprovechan los contornos naturales de las rocas para esculpir formas de animales: mamuts, caballos, renos y un puma que parece estar a punto de saltar de la roca. Los muros de la cueva se hallan cubiertos de símbolos geométricos y formas que escapan a la interpretación.

Abri du Cap Blanc. Esta antigua galería de esculturas se parece a Combarelles. Los cromañones la usaban hace 14.000 años como refugio natural y realizaron un espectacular friso de 40 metros con bisontes y caballos en el fondo de la cueva, usando herramientas de sílex. Originalmente la cueva quedaba abierta a la intemperie, pero ahora está protegida dentro de un moderno museo.

Grotte de Rouffignac. Desde Les-Eyzies, conviene madrugar para visitar esta sorprendente gruta, también conocida como "la cueva de los 1.000 mamuts" por la gran cantidad de estos animales pintados en su interior, y repartidos a lo largo de los diez kilómetros de muros subterráneos. La visita se realiza a bordo de un trenecito eléctrico.

Le Thot y Lascaux. Y para el final de la ruta, dos joyas prehistóricas. En Le Thot se pueden ver algunos de los animales representados por los artistas rupestres (renos, ciervos, cabras montesas y bisontes europeos). Lascaux, "la Capilla Sixtina" del arte rupestre francés, cuenta con las pinturas más famosas y bellas del país: 600 animales trazados en intensos tonos rojos, negros, amarillos y marrones que incluye renos, uros, mamuts y caballos, además de un toro de 5,5 metros de largo, la mayor pintura rupestre jamás hallada. La cueva original está cerrada al público desde 1963, pero se creó una fidedigna réplica en las inmediaciones.

04 Entre volcanes por Auvernia

Senderistas en el parque natural de los Volcanes, en Auvernia.
Senderistas en el parque natural de los Volcanes, en Auvernia.Christian Guy

Más rural y muchos menos conocida que otras regiones francesas del interior, Auvernia puede ser todo un descubrimiento. El coche es perfecto para deambular por el parque natural de los Volcanes, cruzando verdes pastos y terreno volcánico. Esta es una región de senderos fantásticos, comidas consistentes y quesos célebres. El recorrido propuesto es de 200 kilómetros y cuatro días de duración.

Paso a paso

Vulcania. Este parque temático, 15 kilómetros al oeste de Clermont-Ferrand, es la mejor forma de comenzar este viaje entre volcanes. Obra de dos geólogos franceses, incluye una dinámica película en 3D, El despertar de los gigantes de la Auvernia, que muestra erupciones volcánicas acompañadas de ráfagas de aire y salpicaduras de agua.

Puy de Dôme. Este cono volcánico simétrico de 1464 metros de altura ya era un punto de referencia antes de que los romanos construyeran, en el siglo I, un templo dedicado a Mercurio en la cumbre. Se puede subir a la cima en 45 minutos por el Chemin des Muletiers (el antiguo camino romano) o en el tren cremallera Panoramique des Dômes. Arriba aguarda una panorámica de la Chaîne des Puys, una cadena de 40 kilómetros de conos de escoria extintos. Además, desde la cima se puede volar en parapente.

Orcival. Un lugar de esos pueblos de postal, con verdes colinas, arroyos caudalosos y una bonita iglesia románica que guarda una de las famosas vírgenes negras típicas de la región. Si lo visitamos un sábado por la mañana encontraremos un animado mercado en la plaza principal. En verano se puede visitar también el elegante Château de Cordès, obra de Le Nôtre, el paisajista que creó los jardines de Versalles.

Col de Guéry. Este puerto de montaña pasa junto al lago más alto de la Auvernia. Es una pista en bucle de 7 kilómetros con vistas a las fuentes del río Dordogne.

Le Mont-Dore. Este balneario rodeado de altas cumbres es una buena base para explorar el parque natural de los Volcanes de Auvernia. Un teleférico lleva hasta los pies del Puy de Sancy (1885 m), el volcán más alto de Francia, y, al otro lado del pueblo, un funicular de finales del XIX asciende hasta el Salon du Capucin, meseta desde donde partes numerosas rutas senderistas.

St-Nectaire. Este pueblo, una de las capitales de los lácteos de la Auvernia, cuenta con una iglesia románica del siglo XII y, a tres kilómetros por la D150, con La Ferme Bellonte, una granja donde se puede visitar las cuevas, elaborar queso o ver cómo se ordeña a las vacas.

Besse-en-Chandesse. Bonito pueblo de montaña con casitas de ladrillos de basalto, callejuelas adoquinadas y un precioso campanario. Los excursionistas pueden recorrer las pistas que rodean el Lac Pavin, un lago volcánico a seis kilómetros del pueblo.

Puy Mary. El vertiginoso puerto de montaña de Pas de Peyrol (1.589 m) es tan angosto que apenas se puede aparcar el coche. Se encuentra en la base del Puy Mary (1.787m), pico característico debido a su forma piramidal. Una pista con escaleras en los tramos más escarpados lleva hasta la cumbre (1 hora, ida y vuelta).

Salers. En este bonito y tranquilo pueblo, donde se produce un famoso queso, disfrutaremos entre edificios de piedra del siglo XVI, vistas del Puy Mary y una pintoresca plaza central. Allí está La Maison de la Ronade, una casa de té con un salón del siglo XV en el que se sirven hasta 120 infusiones diferentes.

05 Al otro lado de los Pirineos

Quesos en proceso de maduración en un restaurante del valle de Ossau, en los Pirineos franceses.
Quesos en proceso de maduración en un restaurante del valle de Ossau, en los Pirineos franceses.Louis Laurent Grandadam

Con solo cruzar la frontera estaremos en la otra cara de los Pirineos, la vertiente francesa. Naturaleza, pueblos tranquilos, restaurantes rurales, cumbres nevadas y carreteras en zigzag son la carta de presentación de una ruta de siete y 522 kilómetros que recorre, al pie de las montañas, la parte central de la cordillera: desde Pau hasta Tarascón sur-Ariège.

Paso a paso

Pau. Destinos predilecto de los ricos británicos y americanos en el XIX, quienes levantaron elegantes villas aprovechando su clima suave (encontraremos palmeras en plenos Pirineos), su principal atracción es el castillo, construido por los reyes de Navarra y transformado en una fortaleza renacentista en el XVI, así como el minúsculo casco antiguo medieval y renacentista en torno a él.

Vallée d'Aspe. Desde Pau, la excursión perfecta es el río Aspe: paisajes pirenaicos, bellos pueblecitos como Sarrance, Borcé o Etsaut y, al final del valle, el Col du Somport (1.631 m), donde un túnel de 8 kilómetros atraviesa la frontera hispano-francesa.

Vallée d'Ossau. Este valle, paralelo al del Aspe, sigue el curso del río Ossau durante 60 kilómetros. La primera parte, hasta Laruns, es amplia, verde y bucólica, pero, hacia el sur, las montañas empiezan a cerrarse hasta abrirse de nuevo cerca de Gabas. A medio camino entre Arudy y Laruns se pueden observar algunos de los últimos buitres leonados en la Falaise aux Vautours.

St-Savin. Este clásico pueblo pirenaico, con callejones adoquinados, tranquilos cafés y casas con entramado de madera, cuenta con uno de los hoteles-restaurantes más famosos de los Pirineos, Le Viscos, donde el chef Jean-Pierre St-Martin fusiona con éxito sabores vascos, bretones y pirenaicos.

Argelés-Gazost. El Parc Animalier des Pyrénées da cobijo a especies pirenaicas amenazadas, entre ellas lobos, marmotas, linces, cuervos gigantes, buitres, mapaches, castores e incluso algunos osos pardos.

Cauterets. La centenaria estación de esquí de Cauterets es la imagen más clásica de la alta montaña pirenaica. Rodeada de montañas y bosques, conserva su ambiente fin-de-siècle, con un señorial spa y magníficas residencias del siglo XIX. Se puede atravesar el pueblo por la D920 (indicaciones hacia Pont d'Espagne), sinuosa carretera conocida como el Chemin des Cascades por las cascadas que caen por la ladera.

Col du Tourmalet. Es uno de los puertos de montaña más impresionantes de los Pirineos y también el más alto, con 2.115 metros. Suele estar abierto entre junio y octubre y acoger una dura etapa de montaña en el Tour de France. Desde la estación de esquí de La Mongie (1.800 m), un teleférico asciende hasta la cumbre del Pic du Midi, que brinda vistas increíbles (si no hay nubes).

Foix. Las tres torres medievales del Castillo de los Condes de Foix presiden este tranquilo pueblo de montaña, buen punto de partida para explorar el este de los Pirineos. En Les Forges de Pyrène, un "museo vivo" sobre las tradiciones de Ariège descubre oficios como el soplado de vidrio, el curtido de pieles, el empajado de tejados o la fabricación de clavos. Incluso cuenta con sus propios herrero, panadero y zapatero.

Tarascon- sur-Ariège. El Parc de la Préhistoire nos acerca al pasado más remoto de la zona, cuando vivían en los Pirineos comunidades de cazadores-recolectores que se refugiaban en cuevas. Unos 6,5 kilómetros más al sur, la Grotte de Niaux conserva las mejores pinturas rupestres de los Pirineos. Tras 800 metros de caminata por la oscuridad se llega al elemento central, el Salon Noir, decorado con bisontes, caballos e íbices.

06 Con los romanos por La Provenza

Acueducto romano de Pont du Gard, en la Provenza (Francia).
Acueducto romano de Pont du Gard, en la Provenza (Francia).John Harper

Hay quien recorre la Provenza tras las huellas de los impresionistas, o guiados por el rastro aromático de la lavanda, pero esta ruta de 205 kilómetros y siete días sigue el increíble legado que los romanos dejaron en la zona: calzadas, puentes, teatros y coliseos desde Nîmes hasta Vaison-la-Romaine.

Paso a paso

Nîmes. Los legionarios más fieles de Julio César recibieron estas tierras como recompensa a las duras campañas del Nilo. Dos milenios más tarde, todavía nos quedan restos de aquella ciudad romana, como el anfiteatro (convertido en una rotonda) y la Maison Carrée, precioso templo, ambos intactos y del siglo I después de Cristo, los restos del Temple de Diana y la Tour Magne, levantada en el año 15 antes de Cristo como torre de vigilancia y símbolo de poder del Imperio. Es la única que queda de la antigua muralla, de siete kilómetros.

Pont du Gard. Llegamos a él de repente, sin esperarlo y la impresión es enorme: un magnífico acueducto de tres pisos que se extiende de un lado al otro de la garganta. Obra de ingeniería del siglo I, encargada por Agripa, hombre de confianza de César Augusto, formaba parte de una red de 50 kilómetros que llevaba agua de Uzès a Nîmes.

Arles. La Arelate romana formaba parte del Imperio ya en el siglo II antes de Cristo. Hoy conserva gran parte de su legado, como el anfiteatro Les Arènes o el Théâtre Antique, que todavía acoge representaciones al aire libre. Los cafés de la arbolada Place du Forum están llenos de vida y permiten contemplar los restos de un templo del siglo II incorporado a la fachada del Hôtel Nord-Pinus, desde el que se accede a los Cryptoportiques, cimientos y galerías subterráneas que abarcan 89 metros de longitud y 59 metros de anchura. Se conservan parcialmente las Termas de Constantino, baños privados de este emperador, y Les Alyscamps, necrópolis romana adaptada por los cristianos en el siglo IV, retratada por Van Gogh y Gauguin.

Glanum. El yacimiento arqueológico de Glanum, a dos kilómetros al sur de St-Rémy, es uno de los más antiguos de Francia y permite observar elementos básicos de la vida romana: los baños, un foro y un mercado, templos y villas. Además, bajo el yacimiento romano se encuentran los restos de construcciones celtas y griegas.

Orange. Una ciudad dinámica y sin aglomeraciones, cuyo yacimiento romano conserva restos del reinado de César Augusto [27-14 d.C.]. Destaca la enorme pared del escenario del Théâtre Antique, uno de los únicos tres teatros romanos del mundo que se conserva entero, y que originalmente tenía capacidad para 10.000 espectadores. Para ver el teatro desde lo alto –y los riscos del Mont Ventoux y las Dentelles– se puede seguir Montée Philbert de Chalons, o Montée Lambert, y ascender a la Colline St-Eutrope, antiguo puesto de guardia romano.

Vaison-la-Romaine. Desde el centro de esta localidad, cuyo gran puente romano ha resistido los embates del tiempo y de las inundaciones y todavía está en uso, se puede contemplar la Cité Médiévale, amurallada y adoquinada, en lo alto, y el río Ouvèze, que discurre veloz por debajo. Las ruinas de Vasio Vocontiorum, la ciudad romana, se puede descubrir en dos yacimientos centrales: casas de nobles, mosaicos, templos y hasta un barrio obrero, pero sobre todo, un teatro del año 20 después de Cristo, aún en activo, de 6.000 plazas.

Estas rutas en coche y otras muchas para recorrer toda Francia, podrán ampliarse en la guía En ruta por Francia que se publicará el próximo mes de junio en español. Toda la información puede completarse con la guía de Francia de Lonely Planet.

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