Jazz entre hórreos ejemplares
Bueño, declarado Pueblo Asturiano Ejemplar 2012, brilla por la conservación de esta típica construcción rural del norte peninsular, y por su intensa vida cultural
En Bueño tocan a un hórreo, más o menos, por cada dos personas. Es la localidad asturiana que más hórreos tiene, y se preocupa por cuidarlos. Pero no es esta particularidad la única razón por la que este año la Fundación Príncipe de Asturias le ha concedido el premio al Pueblo Ejemplar de Asturias.
“Ha sabido sobreponer su condición rural y su cultura tradicional a la presión de un entorno industrial y urbano gracias al esfuerzo compartido, la perseverancia y la iniciativa de todos sus vecinos”, dice el acta del jurado. En efecto, Bueño, o Güeñu en asturiano, una aldea del municipio de Ribera de Arriba/La Ribera (comarca conocida como Montaña Central), vive entre la capital del Principado, la ciudad de Oviedo (a solo siete kilómetros) y la central térmica de Soto de Ribera, cuya enorme chimenea, a menos de un kilómetro, pone una escenografía bastante marciana al lugar.
Una vega amplia rodeada de montes bajos donde se enclava un encantador pueblecito lleno de hórreos -la mayoría tienen más de cien años de antigüedad, los más viejos datan del siglo XVI, y siguen siendo utilizados por sus propietarios -, sumido en el verde y ahí, al fondo, la imponente presencia de la industria. Por conservar este reducto de paz y de cultura, como dice el jurado, ha luchado la Asociación Cultural de Bueño, que casi se confunde con el propio pueblo: “Aquí somos muy pocos y normalmente la asociación recibe el apoyo de todos los habitantes”, explica Belarmino Fernández, su presidente. “Los jubilados se dedican a la asociación, pero los que trabajan también ofrecen buena parte de su tiempo libre. Nos dedicamos fundamentalmente a dos cosas: a proteger al hórreo como símbolo etnográfico y a programar una intensa vida cultural”.
Para lo primero, se ha levantado a la entrada de este núcleo el Centro de Interpretación del Hórreo en un singular edificio -muy parecido, por cierto, a la Casa Farnsworth de Mies Van der Rohe-, proyectado por los arquitectos Rogelio Ruiz y Macario G. Astorga, que pretende ser un homenaje al hórreo pasado por el tamiz del lenguaje arquitectónico contemporáneo. Su visita resulta decididamente didáctica y amena, especialmente para niños: los chavales disfrutarán especialmente con el montaje de la gigantesca maqueta de un hórreo, ya sea en familia o en grupo, con el cole.
Según se cuenta en el centro, estos graneros aéreos, generalmente construidos en piedra y madera de castaño o roble, se utilizaron por toda Europa durante la Alta Edad Media, pero solo se conserva vivo y en funcionamiento en Asturias, Galicia y el norte de León (en el Principado aún sobreviven más de 20.000 ejemplares), donde se adaptó perfectamente al terreno irregular y las condiciones climatológicas. Sirve para aislar el grano y otros víveres (maíz, fabes, manzanas, patatas y demás) de la humedad propia del suelo norteño y de las alimañas. Debajo de los hórreos muchas veces se celebraban reuniones vecinales para discutir los asuntos del pueblo. Aún no había casas de cultura, ni asociaciones culturales.
La Asociación Cultural nació en los años 70 cuando una empresa papelera trató de instalar una planta en el lugar. La oposición vecinal frenó el proyecto. Además, la asociación ha conseguido que el pueblecito tenga una vida cultural mucho más nutrida y ajetreada que muchas otras localidades que la centuplican (o más) en habitantes. Tal vez el plato estrella sea el Festival Internacional de Jazz, que cada mes de junio trae, entre los hórreos de la plaza del pueblo, a grandes figuras como Pat Martino, Pee Wee Ellis, Ibrahim Ferrer, Tobías Meinhart o Piotr Pawlak, que ya han pasado por aquí. Pero también tienen un Concurso de Pintura Rápida que atrae a pintores de todo el Estado (se celebrara el próximo 20 de octubre), el ciclo de cine de verano al aire libre, la fiestas patronales, el carnaval o un activo grupo de teatro. A lo largo del año se organizan charlas, conferencias y viajes culturales. En las actividades no solo participan los habitantes de Bueño, sino que llaman la atención de público de toda la región. Desde luego, no es lo habitual que un pueblo tan pequeño tenga tal efervescencia: “En el pueblo hay mucho interés e inquietud por la cultura y surgen muchas iniciativas en este sentido”, explica Fernández. El visitante también puede disfrutar de la cocina tradicional asturiana a buen precio en los restaurantes del propio pueblo y en diferentes parajes a menos de dos kilómetros a la redonda.
En los alrededores de Bueño se filmó la película de denuncia ecológica Cenizas del Cielo (2008), de José Antonio Quirós. Cuenta la lucha de un campesino, interpretado por Celso Bugallo, contra una central térmica que contamina el valle y que cree que, debido los compromisos de Kioto contra el cambio climático, será clausurada. Sin embargo, en el mundo real, y según cuenta el presidente de la Asociación Cultural, actualmente el pueblo tiene buenas relaciones con la central térmica: “Con la regulación y los avances tecnológicos los problemas de contaminación y demás molestias son mínimos. Solo queda cierto impacto visual”. En realidad, el descenso en la demanda eléctrica de los últimos años también ayuda: los antiguos grupos eléctricos que utilizaban carbón ya no suelen entrar en funcionamiento. En su lugar se utilizan otros de reciente construcción que consumen gas natural.
El pasado 27 de octubre, tras la gala de entrega de los Premios Príncipe de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo, como cada año, el Príncipe Felipe y la Princesa Leticia Ortiz visitaron y entregaron el galardón que reconoce a este pueblo ejemplar de Asturias.
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