Beduinos, barros y estrellas
El reino hachemita de Jordania luce relajado e igual de acogedor que siempre estos primeros días de de marzo. La primavera mece el recorrido sobre ruedas de Amán a Aqaba con parada en el desierto de Wadi Rum, en la magia de Petra y en el mimoso Mar Muerto
¡Ahlan wa Sahlan! ¡Bienvenidos a Jordania! Ibrahim Abdel Qader, amable guía local e intérprete de español, entona estas palabras con una amplia sonrisa y un marcado acento panameño nada más aterrizar en el aeropuerto internacional Reina Alia de Amán. Las cuatro horas y media de vuelo con la compañía Royal Jordanian supusieron el comienzo de las continuas muestras de calidez y hospitalidad con las que el pueblo jordano recibe a los viajeros. De Amán a Aqaba el espíritu beduino impregna cada paso de la ruta por la cultura, la historia, la tradición y la belleza de este país teñido de tonos ocres y rojizos.
La Ciudadela, Moisés y Mádaba
La ciudad de Amán se despereza poco a poco. Los pequeños comercios del centro empiezan a levantar sus persianas a las 9 de la mañana al ritmo de los primeros tintineos de cucharas en los vasos con té. Disponer de poco tiempo en la capital del reino no es óbice para no hacer un espectacular recorrido por su historia, el punto de partida es la Ciudadela. Encaramada en una de las siete colinas sobre las que se asienta Amán, ofrece una completa visión de toda la ciudad, con especial atención a su teatro romano, ahora en proceso de rehabilitación. El recorrido histórico por la Ciudadela hace que pasemos de periodos neolíticos, helenísticos hasta épocas romanas y árabes. El paseo nos hará toparnos con el complejo del Palacio de los Omeyas, del siglo VIII dc, las ruinas del Templo de Hércules, romano del siglo II dc, y la Iglesia bizantina, recientemente restaurada por una cooperación española. Una parada en el pequeño museo arqueológico de Jordania es necesaria para comprobar el crisol de culturas que han conformado este país. Aquí llaman la atención varias estatuillas de piedra caliza en 'Ain ghazal' de más de 7000 años y que bien podrían estar expuestas en un museo de arte contemporáneo por sus vanguardistas formas.
Dos paradas obligadas antes de proseguir el camino hacia la maravillosa Petra. Siguiendo el denominado 'Camino de los Reyes' se llega a Mádaba, a unos 30 kilómetros de Amán. Desde aquí las señales dirigen al Monte Nebo, conocido por ser el lugar en el que según la tradición religiosa recoge, Moisés divisó la tierra prometida de Canaán. Una iglesia de finales del siglo IV se construyó para convertirse en lugar de peregrinación de los primeros cristianos. Merece la pena ver los mosaicos encontrados en el presbiterio. En Mádaba una visita recomendable es la iglesia ortodoxa griega de San Jorge que sorprende por su fuerte colorido intramuros con un increíble mapa de mosaico del siglo VI que muestra más de 150 ciudades desde Jerusalén hasta más allá del delta del Nilo con todo tipo de detalle. A pocos metros de esta iglesia, si se quiere reponer fuerzas y degustar la gastronomía jordana, especiada y deliciosa, un lugar único es el restaurante Haret Jdoudna , cuenta con varios menús para poder saborear su gran variedad de platos en alguna de las mesas de su agradable patio interior.
Petra sin Indiana Jones
Después de tres horas y media de ruta donde se suceden paisajes que juegan con toda la gama de ocres y rojizos se llega a la ciudad nabatea de Petra. Momento perfecto para hacer una primera incursión al mágico mundo de 'la ciudad perdida'. Los lunes, miércoles y jueves se puede realizar una impresionante visita de noche a Petra, casi dos mil velas iluminan los dos kilómetros del desfiladero, el Sik, que lleva hasta la fachada al tesoro. Este paseo a la luz de miles de estrellas y velas es el comienzo para impregnarse de la singularidad de Petra, llamada en la lengua aramea 'Raqmu', piedra coloreada. Llegar al Tesoro, el Khaznae, iluminado por velas es extraordinario. El silencio relajante que envuelve este momento se rompe con la insinuante música de los beduinos. Un té es ofrecido a los visitantes para emprender el camino de regreso.
Es necesario al menos un día para adentrarse en el mundo misterioso de Petra. El pueblo nabateo excavó la ciudad entre rocas hace más de 2000 años, siendo un enclave estratégico en la ruta de la seda durante siglos. La invasión romana mantuvo durante algún tiempo su esplendor hasta que poco a poco fue cayendo en el olvido. Ibrahim, el guía, lo tiene claro, para él aunque el redescubrimiento de Petra tuvo lugar a principios del siglo XIX, la razón por la que todo el mundo la conoce es por la escena final de 'Indiana Jones y la última cruzada'."Ha sido más efectivo que el que fuera declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco", añade con una sonrisa. Si se quiere llegar al Tesoro de Petra de forma relajada para comenzar el descubrimiento de la ciudad, el viajero puede hacer el camino del Sik en burro, caballo o carruaje, el precio es de unos 25 dinares, regateo incluido (el cambio, más o menos, es 1 euro-1 dinar). Dentro de la ciudad real hay que descubrir poco a poco sus entresijos, desde construcciones funerarias hasta pequeños detalles que nos indican cómo era su vida cotidiana. Faltan aún muchos años para desvelar todos los pormenores de su admirable y desconocida cultura.
Ahí estuvo Lawrence de Arabia
"Inmenso, solitario... como tocado por la mano de Dios", así describió T.E Lawrence el desierto de Wadi Rum. Hay que tomar la carretera número 15 hacia la ciudad de Aqaba para poder seguir la ruta de 'Lawrence de Arabia'. Una vez dejado el asfalto y el coche el viajero puede optar por alquilar un 4x4 o bien hacer el recorrido en camello. Se recomienda hacer el trayecto con guía si se quieren conocer los aspectos más interesantes de este lugar. La sensación de libertad y tranquilidad se adhiere nada más plantar la huella en la arena y las dunas de estos parajes. Explorar los cañones, pasar por la formación rocosa de 'Los siete pilares de la sabituría' en honor del libro del arqueólogo británico o ver la mayor parte de las localizaciones del biopic de este aventurero protagonizado por Peter O'Toole son sólo algunos de sus infinitos encantos. Contemplar una puesta de sol encumbrado en la soledad de una formación rocosa es una buena forma de terminar la jornada.
En la zona existen varios campamentos de estilo beduino para pasar la noche si el viajero quiere experimentar la sensación de dormir en el desierto abrigado por las estrellas en una haima. En 'Captain Desert Camp' ofrecen cena tradicional e incluyen espectáculo con música beduina. Para aquellos viajeros que prefieran dormir en un hotel, tras ver la puesta de sol, pueden acercarse a la ciudad de Aqaba que se encuentra a menos de una hora en coche de este mítico y cinematográfico desierto. Un pañuelo jordano de cuadros rojos (no confundir con el palestino en negro) puede ser un buen aliado para esta travesía por Wadi Rum.
Aqaba, compras y playa
Saltar de la arena del desierto a las aguas del Mar Rojo para hacer submarinismo es un contraste que se produce en un viaje de poco más de 60 kilómetros. La ciudad de Aqaba permite a los amantes de la vida marítima practicar el submarinismo en un arrecife con gran variedad de corales y peces.
Hace diez años se estableció una zona franca en Aqaba de más de dos millones de metros cuadrados para fomentar el comercio. Los productos aquí comprados están exentos de impuestos con lo que el atractivo de realizar compras artesanales, como la joyería beduina, gastronómicas, o de cualquier índole, gana en atractivo. Por las mañanas los mercados del centro de Aqaba reciben cada día la visita de compradores de sus vecinos israelitas, de Eilat, para aprovechar los precios de muchos de sus productos, sobre todo de tabaco. Pasear por las numerosas tiendas del centro y recorrer el paseo marítimo con el bullicio de la gente, los viernes en pleno apogeo por ser su día festivo, es otro de los encantos de esta ciudad portuaria.
Uno de los restaurantes más populares para degustar pescado fresco a la plancha es Ali Baba, calle Raghadan, en el centro de Aqaba. Un lugar casero, sin muchos lujos pero con una comida típica muy sabrosa.
Flotar y mimarse
La última parada antes de regresar a Amán es en el Mar Muerto. Unos 200 kilómetros de ruta desde Aqaba hasta llegar a este destino del que no se puede prescindir. La costa del Mar Muerto de Jordania es un escenario espectacular, el punto más bajo de la tierra, donde la mezcla de sales y minerales que proporciona hace que bañarse en él sea una sensación única e impresionante. En la antigüedad, Cleopatra probó sus aguas cálidas y se benefició de los efectos saludables de sus sales y lodos.
Pasar la última noche en algún complejo donde recibir tratamientos con sales y barros del Mar Muerto es, sin lugar a dudas, una forma única de terminar este recorrido por el reino Hachemita de Jordania. Se recomienda darse un baño en las aguas del Mar Muerto, flotar sin ningún esfuerzo y, por qué no, leer el periódico mientras observa el cielo y la piel se impregna de sales clorhídricas, no más de media hora, después hay que secarse al sol, sin miedo a los ravos UV-B por el vapor que emerge a la superficie, y terminar por untarse de pies a cabeza con los lodos negros del fondo del mar. Relajarse, respirar, disfrutar del atardecer y del sinfín de estrellas antes de cerrar los ojos.
GUÍA
¿Cómo llegar a Jordania?
Royal Jordanian - www.rjordanian.es propone salidas de vuelos:
Madrid-Amán y Amán-Madrid: Martes, Miércoles, Viernes, Sábado y Domingo
Barcelona-Amán y Amán-Barcelona: Jueves y Domingo (los meses de verano se añade la frecuencia de vuelos con salida también los sábados)
Más información:
Web oficial de Turismo de Jordania en España: www.visitjordan.com
¿Dónde dormir?
Hoteles Mövenpick en Mar Muerto y Petra
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