Lisboa, cercana e imprescindible
Diez propuestas fundamentales para aprovechar una escapada breve a la capital portuguesa
Lisboa irrumpe en la desembocadura del río Tajo como una ciudad de aspecto decadente pero con un descomunal encanto. La capital portuguesa merece, al menos, un fin de semana, si el visitante quiere aproximarse a su esencia.
EL VIAJERO reduce a diez la infinidad de posibilidades lisboetas, con el fin de simplificar una escapada breve a la ciudad de la luz.
1. A Lisboa hay que llegar cruzando el Tajo. Para comprender mejor la fisonomía de la ciudad es imprescindible atravesar por carretera uno de sus dos puentes: el Puente 25 de Abril, denominado así en homenaje a la fecha de la Revolución de los Claveles, y el Vasco da Gama. El primero es una imponente construcción de acero de casi 2 kilómetros y uno de los iconos de la ciudad. Los habituales atascos derivaron en la construcción del Puente Vasco da Gama, de 17 kilómetros, que atraviesa el río de Montijo a Sacavém, muy cerca del Parque das Nações.
2. El Parque de las Naciones fue la sede de la Expo de 1998, que supuso un lavado de cara para la Lisboa más moderna. Además de los edificios heredados de la Exposición Universal y el Oceanário, otros prestigiosos arquitectos revitalizaron la zona. Santiago Calatrava proyectó el centro comercial Vasco da Gama y la estación de Oriente, el gran intercambiador de tren, autobús y metro. En pocos minutos, el metro conduce a los visitantes de la zona y huéspedes de alguno de los modernos hoteles del Parque de las Naciones hasta el corazón de Lisboa. Las últimas plantas de algunos de ellos ofrecen unas vistas maravillosas del Tajo, especialmente de noche.
3. La Baixa. Ya en el centro (metro Rossio) es obligado deslizarse por la cuadrícula depauperada de la Baixa, la Lisboa más llana, turística y comercial. Este barrio, construido por el Marqués de Pombal sobre la antigua ciudad que quedó destruida por el terremoto de 1755, alberga el Teatro Nacional Doña María II, la Praça Dom Pedro IV, la Praça da Figueira y la Praça do Comércio.
4. Recorrida la Baixa, llega el dilema: ¿tomar el famoso Elevador de Santa Justa hacia el Bairro Alto o, por el contrario, enfilar las empinadas calles de Alfama? Primero, nos decantamos por subir al Tranvía 28, el más turístico. Abarrotado, con asientos de madera y de color amarillo y blanco sube al Castillo de São Jorge, que ofrece una de las vistas más bellas de la ciudad.
Antes de seguir a pie hacia la Sé de Lisboa, la decadente catedral románica del siglo XIII, merece la pena hacer una parada en el bar do Chapitô (Rua da Costa do Castelo 1-7) y en su terraza, para tomar un respiro, un vino o cenar al atardecer con vistas a la Baixa.
Alfama, el barrio rompepiernas que sobrevivió al terremoto de 1755, es considerado la cuna del fado y sus calles se llenan de turistas que pasean con la lengua fuera por sus estrechos callejones en cuesta, bajo la ropa tendida de las casas.
5. El Bairro Alto equivale a la Lisboa más viva, la del ambiente joven y el ocio nocturno. Un sinfín de bares de copas y restaurantes se suceden por las callejuelas del Chiado, que tienen como punto de encuentro la Praça Luís de Camões. Si el fado nació en Alfama, el Bairro Alto es su casa y multitud de locales ofrecen espectáculos especialmente pensados para los turistas.
6. El fado es la máxima expresión de la música portuguesa y en Lisboa está por todas partes. Hay fados para todos los bolsillos y gustos, desde los 70 euros por cena y espectáculo hasta los fados espontáneos de los locales de copas y sin comida, como la Tasca do Chico (Bairro Alto). Menos turísticas y más auténticas son las casas de Alfama, donde la saudade -la melancolía- de los fadistas sale a relucir en su máximo esplendor.
7. Lisboa no se entiende sin el Tejo -como llaman al río Tajo los portugueses-. Por toda la ribera, desde el moderno paseo fluvial del Parque das Nações al clásico recorrido junto a la Torre de Belém (imprescindible la foto con el puente 25 de abril de fondo). Aunque buena parte sigue en obras, puede ser una buena idea acercarse a la Lisboa ribeirinha y cacilheira, de donde zarpan los barcos a Cacilhas.
Por la margen derecha rumbo al océano, la carretera Marginal lleva a Cascais y Estoril. Tanto la Boca do Inferno de Cascais como el casino y el lujoso entorno de Estoril merecen una tarde y están a pocos kilómetros de la capital portuguesa.
8. La Lisboa cultural: La mayor colección del país de arte del siglo XX se encuentra en el Museo Berardo, el Centro Cultural de Belém, que alberga, entre otras disciplinas, pintura surrealista y pop art con piezas de Picasso, Miró, Duchamp, Mondrian, Dalí, Bacon o Warhol.
- Centro Cultural de Belem (www.ccb.pt; 00351 213 61 24 00). Praça do Império. Lisboa. Abre de 8.00 a 20.00; los fines de semana, hasta las 19.00.
- Museo Colección Berardo (00351 213 61 24 00; www.museuberardo.com). Praça do Império. Lisboa. Abre de 10.00 a 19.00; viernes, hasta las 22.00. Entrada gratuita hasta finales de 2008.
9. Pasteis de Belém: La mejor manera de llegar al barrio de Belém es tomar el tranvía 15 -mucho más moderno que el 28-, que circula en paralelo al río. El visitante se percata de su entrada en el barrio en cuanto ve, con fascinación, la fachada del monasterio de los Jerónimos. Casi es pecado cometer el descuido de no comprar una cajita de los populares pasteles de Belém, una de las joyas de Lisboa, en cualquiera de las tiendas cercanas al templo.
10. Y llegado el momento de la despedida, qué mejor manera que salir de Lisboa conduciendo por el puente 25 de abril hacia la otra orilla del río, donde el monumento a Cristo Rei, una réplica del Corcovado de Río de Janeiro, parece decir adiós a la decadente ciudad de la luz, de la que el visitante ya no podrá olvidarse.
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