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En perpetuo movimiento

De la energía de Buenos Aires a las excursiones por un país de naturaleza salvaje

Corrientes, de Callao al Bajo, la carta idiomática de Buenos Aires. Mucha agua ha corrido desde que Borges escribiera aquello, pero a pesar de las épocas y las transformaciones, cualquiera que recorra la calle de Corrientes en el sentido propuesto sabrá a qué se refería, con sus librerías y sus disquerías, sus pizzerías, cafés y teatros, con su obelisco y, en el fondo, donde la ciudad se tuerce hacia el río, el Luna Park desconfiando de los edificios nuevos del Puerto Madero, ese que ya no recibe barcos, pero al que desde hace algunos años han vuelto los viajeros.

Martínez Estada escribió alguna vez que el ritmo de la ciudad de Buenos Aires se asemeja a una sensual combinación de corridas de toros y peleas de cuchillo, y se ha llegado a decir de ella que carga con esa histeria que en algunos sitios, como en Nueva York, se confunde con energía. Ciudad de sintaxis caótica, de gramática cambiante y misteriosa, hay veces en que, para serle fiel, parece que hubiera que escribirla con faltas de ortografía.

Ciudad de sintaxis caótica, de gramática cambiante y misteriosa
Para amantes y no amantes del fútbol, es altamente recomendable asistir a un partido del Club Atlético Boca Juniors
Para quien se asome a Palermo: milanesa napolitana en el restaurante Hermann, y cóctel en el bar Seis

No hay una arquitectura de Buenos Aires. Camine usted por la avenida Alvear, en el barrio de la Recoleta, y creerá estar en París. La anchura de la parte comercial deja paso a una calle angosta, cuyos palacios -algunos de los cuales fueron traídos piedra a piedra desde la capital francesa- se extienden hasta Nueve de Julio y más allá, por Arroyo, para desembocar en el Bajo. La avenida de Mayo, primer bulevar de la ciudad -y de toda Suramérica-, con sus teatros de zarzuela, sus cafés de tono castellano, sus ateneos y sus peñas, ha sido comparada en más de una ocasión con la Gran Vía madrileña. Imperdible en este recorrido que nace en la plaza de Mayo y va a morir al Congreso, una escala en el café Tortoni, uno de los más antiguos y tradicionales de la ciudad. Llegando a Retiro por la avenida del Libertador, el Kavanagh -en su momento, el edificio de hormigón armado más alto del mundo- inaugura la zona de altas torres que preside la city porteña. Y más allá, el barrio de La Boca, con su riachuelo y sus conventillos, y San Telmo, antaño señorial, y abandonado por los señores en tiempos de la fiebre amarilla. Y Palermo de cuchillo y de Arroyo Maldonado, transformado con el tiempo en un no sé qué porteño. Y el norte, y el oeste, y las islas del Tigre. No hay una arquitectura de Buenos Aires, pero toda ella, en cada esquina, en su mezcla ininteligible de estilos y de formas, rebosa una personalidad única e inconfundible, aquella que ha hecho afirmar a muchos que, aunque nunca hayan visto su rostro, tienen el vívido recuerdo de haberla visto mirarlos. Vamos por partes.

La Boca, así llamada por hallarse en la desembocadura del Riachuelo -el límite sureste de la capital-, fue el primer puerto de la ciudad y, por tanto, la primera puerta de entrada para los inmigrantes, los cuales conforman el grueso de la fundación cultural de la urbe. Casi podría decirse que no ser del todo de allí es un requisito imprescindible para ser de Buenos Aires. De manera improvisada y con lo que tenían a mano, los recién llegados fueron construyendo sus casas con chapas acanaladas que iban siendo montadas sobre pilotes y cimientos debido a las frecuentes inundaciones de las que la zona era víctima.

Utilizando los sobrantes de pintura de los barcos, las pintaban de colores varios, lo que les confiere su estampa tan característica. Aún hoy puede verse una muestra de esta arquitectura en Caminito, una pequeña calle que con fines turísticos se ha mantenido como fue, y en donde pueden hallarse además espectáculos de tango y teatro callejero. Los colores hoy, y ya que se puede escoger, han ido tendiendo hacia el azul y el amarillo, como una manera de homenajear al más emblemático de los equipos de fútbol del país, indisociablemente ligado a la historia del barrio, el Club Atlético Boca Juniors. Para amantes y no amantes de este deporte, altamente recomendable una visita a sus instalaciones. Si se tiene la suerte de asistir a un partido, se tratará de una experiencia difícilmente olvidable. La pasión por el fútbol es otro de los sellos del carácter porteño.

Anticuarios en San Telmo

Camino del centro de la ciudad se encuentra el barrio de San Telmo, cuyo enclave neurálgico se halla en la plaza Dorrego, cede de un mercadillo semipermanente de anticuarios y curiosidades. Se trata de la zona que sirvió de residencia a la aristocracia porteña hasta que, en 1871, la epidemia de fiebre amarilla la obligó a huir hacia el norte. El barrio entonces se fue deteriorando y perdió su importancia, y las viejas casonas patricias devinieron viviendas colectivas ocupadas por los recién llegados. A partir de 1970, sin embargo, y dentro de un marco de conservación del patrimonio histórico, el barrio sufrió una revalorización que motivó numerosas tareas de reciclaje.Hoy se trata, junto, quizá, con Palermo, de una de las zonas más vivas en lo que a turismo y vida nocturna se refiere.

Cruzando la avenida Rivadavia se llega al centro propiamente dicho, quizá el punto menos iconografiable de cuantos puedan anidar en el imaginario porteño, pero en donde late el verdadero corazón de la ciudad. Se puede caminar por los barrios y en cada uno se hallará un estilo, pero sin perderse por las calles del centro nunca se llegará a una comprensión acabada de su fisonomía. Bajar la avenida de Santa Fe hasta la plaza de San Martín, subir por Florida, torcer en Diagonal, cruzar el obelisco en dirección a Tribunales y pararse en algún bar de ventanas de guillotina, con el nombre fileteado en el cristal, a tomar un licuado de banana con un tostado de jamón y queso y escuchar las conversaciones de la mesa vecina, mirar a los que pasan silbando o apurados, imaginar su día a día entre ese cemento rugiente, admirar la danza imposible de los peatones esquivando coches, de los coches esquivando motos, de las motos entre colectivos -sensual combinación de corrida de toros y pelea de cuchillo-, reconocer en la mirada a los que están buscando el modo de desenvolverse en ese entorno que se reinventa a cada paso. Es en esas calles, en esos rostros, en donde Buenos Aires se vuelve fronteriza, en donde se dibuja su carácter mestizo, capaz de hundirse y levantarse cien veces, para volver a hundirse y renacer como un ser vivo, como la rueda de la historia que talló su destino. Y también está el otro centro, el de la avenida de Las Heras y la Recoleta, con su cementerio rodeado de bares y de discotecas. Y más abajo, Plaza Francia y el inicio de los bosques, que como una muralla dividen la ciudad del río. Si andan por ahí, les recomiendo que suban la barranca hasta el barrio de la Embajada inglesa. El edificio de la biblioteca nacional es digno de verse, suspendido en el aire sobre los ombúes del parque.

Palermo y sus parientes

Es ahí donde empiezan los bosques que un poco más allá serán los de Palermo. Está el Palermo señorial, el de las casonas y los palacios -Palermo chico, en la jerga local-, y más allá de la plaza Italia, las calles del viejo Palermo, el de las casas bajas, el que fuera escenario de las fantasmagorías borgianas de compadritos y pulperías. Hoy todo eso ha quedado atrás. Como ocurre con tantos rincones -así ha ocurrido en Berlín Este, así en el casco antiguo de la moderna Barcelona-, cientos de tiendas de moda y bares de diseño han invadido la zona con su ejército de camareros estilizados y bucólicos, con tatuajes y con piercings como parte del atrezo. Se ha dado además el curioso fenómeno de que la fama que ha adquirido no ha querido ser desaprovechada por los barrios vecinos, y sus límites se han extendido fagocitando zonas que hasta hace poco gozaban de nombre propio. Palermo Soho, Palermo Hollywood, Palermo Death he llegado a escuchar para referirse a las inmediaciones del cementerio de la Chacarita, a varios kilómetros de Palermo. Modas aparte, vale la pena darse una vuelta por allí. Las calles adoquinadas aún conservan todo su encanto y el ambiente general hará las delicias del viajero.

Para quien se asome, dos recomendaciones: milanesa napolitana en el restaurante Hermann, frente al jardín botánico, y bajando la misma calle, cóctel en el bar Seis. Queda mucho por descubrir, pero no supone un problema porque a Buenos Aires siempre se termina volviendo. No es casual que una de sus imágenes más características sea la de Gardel en cubierta, con la frente marchita, adivinando el parpadeo de las luces a lo lejos. Pocas melodías representan tan bien el espíritu del sitio que las vio nacer como el tango, pena de gringo desarraigado que no eligió esa tierra para vivir, pero que al final la terminó aceptando. Así fue que se forjó su carácter. Porque Buenos Aires es hondo, dice Borges, y nunca, en la desilusión o el penar, me abandoné a sus calles sin recibir inesperado consuelo, ya de sentir irrealidad, ya de guitarras desde el fondo de un patio, ya de roce de vidas. Porque Buenos Aires es hondo, uno de los pocos sitios en los que se puede caminar calles vacías sin sentirse nunca solo. Bajo el asfalto, Buenos Aires late.

Javier Argüello es autor de Siete cuentos imposibles (Lumen, 2002) y El mar de todos los muertos (Lumen), que se publicará en septiembre de 2008.

GUÍA PRÁCTICA

Argentina en Internet- Turismo de Argentina en Madrid (www.turismo.gov.ar; 915 63 56 97).- El Norte Argentino (www.norteargentino.gov.ar), con información de Catamarca (www.turismocatamarca.gov.ar), Jujuy (www.turismo.jujuy.gov.ar), Salta (www.turismosalta.gov.ar), Santiago de Estero (www.turismosantiago.gov.ar) y Tucumán (www.tucumanturismo.gov.ar).- Turismo de la Ciudad de Buenos Aires (www.bue.gov.ar) y de la provincia (www.probairesturismo.gba.gov.ar).- Turismo de la provincia de Córdoba (www.cordobaturismo.gov.ar).- Cuyo (www.cuyoargentina.gov.ar), que incluye información sobre La Rioja (www.larioja.gov.ar), Mendoza (www.turismo.mendoza.gov.ar), San Juan (www.turismo.sanjuan.gov.ar) y San Luis (www.sanluis.gov.ar).- Litoral (www.litoralargentina.gov.ar) para Chaco (www.chaco.gov.ar/turismo), Formosa (www.formosa.gov.ar); Entre Ríos (www.turismo.entrerios.gov.ar), Misiones (www.turismo.misiones.gov.ar), Santa Fe (www.portal.santafe.gov.ar) y Corrientes (www.corrientes.gov.ar/turismo).- Patagonia argentina (www.patagoniaturistica.org.ar), incluye La Pampa (www.turismolapampa.gov.ar), Neuquén (www.neuquentur.gov.ar), Río Negro (www.rionegrotur.com.ar), Chubut (www.chubutur.gov.ar), Santa Cruz (www.epatagonia.gov.ar) y Tierra del Fuego (www.tierradelfuego.org.ar).

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