Todo está en la fachada
En el nuevo edificio de Josep Ferrando para la Universidad Torcuato di Tella todo –las instalaciones, la estructura y la identidad– está en el primer plano de una fachada gruesa y sobria prefabricada en Buenos Aires
En el barrio bonaerense de River, la fachada del edificio de usos mixtos Sáenz Valiente —en el campus Alcorta de la Universidad Torcuato di Tella— le da la vuelta a la lógica: es más ligera en el suelo que en el cielo. Como un árbol, crece en complejidad y se ramifica. Sin embargo, mantiene las raíces etéreas. ¿Cómo es posible?
La apuesta de Josep Ferrando y su equipo tiene que ver con el objetivo doble de construir a la vez un edificio y una parte de la ciudad. Así, la planta baja del inmueble está rematada por un pórtico —en línea con las columnas del resto de las plantas—, que retrasa el cierre metálico y los vidrios de la fachada de acceso. Esta cesión espacial es así para relacionar el nuevo inmueble con los comercios y usos del barrio universitario.
En contraste con la permeabilidad de la planta baja, en el resto del edificio, la retícula de módulos de hormigón construye unos ritmos y unas secuencias con las columnas y las ménsulas que cuajan una expresividad austera, matemática y arbórea a la vez. Así, aunque las columnas se ramifican desde el tronco de la planta baja, es la lógica matemática —algo habitual en la manera de diseñar de Ferrando— la que termina por dibujar la expresión de la fachada. Por eso, si las columnas distan 15,60 metros en la parte baja del edificio, están distanciadas solo 5,20 metros en la parte media y apenas la mitad —2,60 metros— cuando llegan a la corona del inmueble. A pesar de esa densidad, el aula libre de la azotea aligera el volumen aunque, arropado tras una retícula de hormigón, este parezca negar esa ligereza.
También las matemáticas organizan el orden y la distancia entre las lamas de protección solar que dividen sin romper esa fachada. Y también, incluso, el porcentaje de materiales que, sólo en el interior, hace convivir la madera y el metal. Lo primero, para humanizar las aulas y cuidar su acústica. Lo segundo, para aligerar la presencia de las escaleras y facilitar su construcción suspendiéndola.
Matemáticas, ramificaciones, densidad, modularidad, prefabricación, estrategia y un diálogo de llenos y vacíos, la retícula que construye la identidad de este nuevo edificio —ganado por concurso restringido— la convierte, desde su nacimiento, en un inmueble clásico. Ese aspecto atemporal se sujeta en un calculadísimo orden matemático capaz de sostener un juego visual de los que tanto intrigan a Ferrando: lo ligero puede ser robusto y lo ordenado, orgánico.
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