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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado

¿Está lo urbano sobredimensionado?

Prejuicios y estereotipos arraigados en la división cultural rural-urbana ensombrecen la importancia de las urbes en la lucha contra pobreza o desigualdad

Un joven estudiante de ballet posa delante del barrio chabolista de Kibera, en Nairobi, uno de los suburbios más empobrecidos de África.
Un joven estudiante de ballet posa delante del barrio chabolista de Kibera, en Nairobi, uno de los suburbios más empobrecidos de África. Brian Inganga (AP)
La Bisbal d'Empordà -

Algunas voces critican a periodistas e investigadores que nos dedicamos a divulgar o estudiar el desarrollo en el Sur global de sobredimensionar el factor urbano. Es cierto que, especialmente en el campo del desarrollo, los entornos rurales sufren desproporcionadamente las consecuencias, por ejemplo, del cambio climático. Que los niveles de alfabetización y acceso a estudios superiores, suelen ser menores que en las ciudades, especialmente entre las niñas. Que los sistemas sanitarios suelen estar mucho más saturados, si no precarizados. Que la electricidad, la penetración de Internet o la existencia de infraestructuras y servicios, es muchísimo menor en áreas más desconectadas o remotas. Sin embargo, también es un hecho que en el último siglo, la población mundial ha vivido una serie de transformaciones dramáticas que han provocado que, mientras en 1950 menos de un tercio de la población mundial vivía en entornos densamente poblados, se espera que para 2050 menos de un tercio de los habitantes del planeta sea rural.

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Estos datos afectan de forma especial a los países de bajos ingresos de África y Asia, donde se concentrará el 90% del crecimiento urbano mundial en las próximas tres décadas. Son regiones en las que la urbanización se produce, al contrario de lo que ocurrió en Europa durante la revolución industrial, en un contexto económico adverso que lleva a gran parte de la población a vivir en barrios chabolistas.

En el caso de África, por ejemplo, a eso se le añade un marco institucional y estatal debilitado que dificulta que las leyes de protección ciudadana o la justicia sean aplicadas en pro de la propia sociedad civil, ni siquiera en las propias ciudades que albergan las sedes de las instituciones responsables. ¿Es de extrañar pues, que las ciudades sean uno de los focos de atención cuando se habla de pobreza, desigualdades o cambio climático en estas regiones? ¿Es injusto detenerse a buscar, prioritariamente, formas de mejorar la movilidad urbana, la soberanía alimentaria o la salud materno-infantil en terrenos metropolitanos? ¿De dónde proviene el prejuicio de que mirar hacia la ciudad es excluyente de lo rural, especialmente en un mundo interconectado donde campo y ciudad están intrínsecamente unidos?

¿Por qué "lo rural" percibe "lo urbano" como amenaza?

Intentando entender la división cultural, exotización y marginación de lo rural por parte de algunos residentes cosmopolitas, la psicóloga clínica sueca Malin Fors dió con el término perfecto para definir tales prejuicios. Fors, explicó que, al ser la ciudad hogar de la mayoría de académicos, estos han tendido a poner lo urbano como eje de su propio mundo con consecuencias psicológicas ruinosas. A este fenómeno, Fors —que vive en Hammerfest, una pequeña localidad de Noruega con 10.000 habitantes situada a 8 horas en coche al norte del Círculo Polar Ártico—, lo ha bautizado como "narcisismo geográfico". Y bajo este concepto que critica la forma en que se percibe lo rural como algo inferior, analiza como los profesionales de ciudades que se desplazan a provincias, son a menudo percibidos como colonizadores y engreídos ante iguales que buscan justificar su valía e "igualdad" a base de títulos académicos y experiencias que los liguen a centros urbanos.

Los profesionales de ciudades que se desplazan a provincias, son a menudo percibidos como colonizadores y engreídos

Sin ninguna pretensión de hacer ejercicios de hedonismo normativo, centrarse en lo urbano no es ya un mirarse al ombligo de los círculos académicos o del propio ambiente mediático. A las puertas de inaugurar la tercera década del siglo XXI, la pobreza, el hambre y la malnutrición se han cronificado. La desigualdad extrema alcanza cotas escandalosas. Y aunque ha habido una “ruralización” de la pobreza en Europa del Este o Asia Central; de los 112 millones de habitantes de la Unión Europea en riesgo de pobreza o exclusión social, el 42% reside en ciudades. Por no hablar de la situación en América Latina o África, que acumulan unos niveles de pobreza urbana insostenibles, rozando un 90% en países como Sudán. Girar la espalda a esas realidades sería un despropósito y, como mínimo, otra forma de “narcisismo geográfico”.

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