Unos 50.000 niños continúan viviendo en la línea del frente. Se encuentran en una situación de desprotección y vulnerabilidad que ha empeorado con la crisis de la covid-19. Cerca del puesto de control fronterizo de Mayorsk, uno de los cinco del este de Ucrania, se reúnen cada sábado los niños de Zaitseve. Esta pequeña población de 3.000 habitantes antes de la guerra quedó dividida en cuatro por el conflicto. La escuela, la iglesia y un amplio territorio quedaron en la República Popular de Donetsk (DNR, por sus siglas en ruso). Tres fragmentos más, alejados entre sí, terminaron bajo control del Gobierno ucraniano.
Unicef estima que más de 100.000 niños viven a una distancia menor de diez kilómetros de la línea del frente. En la imagen, Helena Rozvadovska (35), exportavoz de la Oficina Presidencial de Defensa de la Infancia y actualmente voluntaria en la asociación Voices of Children, acompaña a dos niñas a casa para solicitar el permiso a los padres y llevarles una semana de excursión a Leópolis, en la otra punta del país, con el resto de sus compañeros.