La nueva tienda de Paco Rabanne en París: el lugar donde se entienden la moda y la arquitectura
El espacio de la firma de moda y perfumes demuestra que el espíritu tecnológico de la casa y las enseñanzas de Jean Prouvé siguen muy vivos
“Todo es arquitectura, incluso el picaporte de una puerta”. Paco Rabanne, el legendario diseñador de moda español, recordaba en 2009 a Jean Prouvé pronunciando esta frase en clase cuando el gurú de la estética moderna era profesor y Rabanne su estudiante en la École de Beaux Arts de París. El futuro diseñador de moda se formó como arquitecto entre 1951 y 1963, una época en que los límites entre disciplinas artísticas quedaron dinamitados. La pintura se convirtió en performance, la escultura se volvió cinética y la moda coqueteaba con la ingeniería.
De hecho, cuando Rabanne dio el salto al diseño de moda, una de sus contribuciones más memorables fue emplear materiales que no eran propiamente tejidos: metales, cerámica e innovadores plásticos que, manejados con sabiduría de ingeniero, resultaban ligeros a la vista, se adaptaban al cuerpo femenino y anticipaban un futuro tecnológico y casi galáctico. Sus 12 robes importables en matériaux contemporaines fueron un hito que cambió la moda para siempre y también la constatación de que Rabanne había hecho caso a su maestro Prouvé. Todo podía acabar convertido en arquitectura.
La tienda que la firma Paco Rabanne acaba de inaugurar en el número 54 de la rue du Faubourg Saint-Honoré de París demuestra que el espíritu fundacional de la casa no anda muy lejos. El director artístico Julien Dossena ha sabido reinterpretar el legado del maestro en un momento en que las inquietudes de la nueva juventud coinciden curiosamente con las de los sesenta: tecnología, transgresión de los géneros y lujo práctico.
Sus colecciones de moda de mujer, hombre, accesorios y perfumes inventan tejidos, formas y olores, experimentan con materiales inéditos y respiran rebeldía rock. Y en esta tienda, la segunda de la firma en la capital francesa, se integran en instalaciones que recuerdan el amor de Rabanne por el arte contemporáneo y su pasión por las instalaciones kinéticas que en los años setenta llenaban los centros de arte de la ciudad. Hay superficies reflectantes, detalles metálicos y un escaparate digital en alta resolución que se transforma a cada segundo. Las pantallas invitan a la interactividad y a la inmersión. Y la configuración del espacio, basado en los espacios flexibles, transparentes y siempre listos para transformarse, demuestra que, como decía Prouvé, todo es arquitectura si se cuenta con un interlocutor adecuado.
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