La ciencia no prende en los emprendedores
Las start-ups biomédicas no logran convertirse en el objeto de deseo de la inversión privada.
¿Por qué algunos países han reaccionado mejor que otros a los retos de la pandemia de covid-19? Porque no todo se reduce a disponer de mascarillas, pruebas de diagnóstico y camas suficientes en las UCI. La preocupación por la ciencia, la investigación biomédica y el emprendimiento científico han sido decisivos en los países que han obtenido resultados positivos durante la primera oleada del virus, y en dicho contexto fueron tan esenciales la inversión estatal y la investigación universitaria como la excelencia de los laboratorios privados y la existencia de start-ups biomédicas. ¿Cuál es la situación de este tipo de start-ups en España?
Mapping the European startup landscape (cartografiando el paisaje europeo de las start-ups) es el título de un artículo publicado en la revista Nature Biotechnology el 27 de abril de 2019. En él, los autores analizan la situación de las patentes, el capital riesgo, el capital humano y el impacto de la investigación científica en los emprendedores, tras identificar a las 395 jóvenes empresas biomédicas de 16 países europeos.
Aunque Francia posee el número más alto de patentes (1.467) y el Reino Unido tiene el mayor número de start-ups biomédicas (129) y de empresas de capital riesgo que invierten en investigación (16), en realidad Suiza es quien lidera todas las estadísticas europeas. Sus resultados medidos por cada 10 millones de habitantes superan con creces los de los demás países de Europa. Suiza es seguida muy de cerca por Dinamarca, Holanda y Suecia.
Ese mapa europeo no refleja ni la inversión estatal en ciencia ni el poderío de la investigación universitaria, aunque sí el lugar que ocupa la biomedicina en las prioridades de los emprendedores. Así, entre las 70 mejores start-ups españolas —según la plataforma 123 Emprende— abundan las iniciativas dedicadas al ocio, el turismo, la belleza y el deporte, mientras que apenas encontramos tres firmas biomédicas: Amadix, CreatSens y S-There Technologies.
Precisamente, la start-up vasca S-There Technologies —creadora de un dispositivo capaz de realizar análisis de orina dentro del propio retrete— acaba de recibir una inversión de la división capital riesgo de la multinacional alemana Bayer. En España solo existe una venture company (empresa de capital riesgo) especializada en biomedicina —Genesis Biomed— y por eso la mayoría de las nuevas compañías biomédicas españolas, como Qubiotech, Mint Labs o DyCare, han sido incubadas por Bayer u otras venture companies europeas. Las start-ups biomédicas españolas se presentan a las convocatorias anuales de las grandes corporaciones nacionales, pero compiten contra las propuestas de negocio de otras especializadas en venta de coches, impacto de influencers, apuestas deportivas o búsqueda de restaurantes.
Con menos de nueve millones de habitantes (como Andalucía) y 41.290 kilómetros cuadrados (como Extremadura), Suiza es el paraíso de las start-ups en general y de las biomédicas en particular, porque gracias a su estabilidad fiscal y a su alto nivel educativo los emprendedores jóvenes desarrollan proyectos que generan un volumen de negocio de miles de millones. ¿Son así porque son suizos o son suizos porque son así? España está a años luz de la investigación biomédica suiza, pero las start-ups biomédicas catalanas vienen generando un volumen de negocio que roza los 60 millones de euros anuales y han surgido plataformas de crowdfunding biomédicas como Capital Cell, cimientos indispensables para que el talento, la inversión y la investigación desarrollen vacunas, tratamientos y terapias contra los inminentes desafíos virales
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