Por qué David Harbour, de ‘Stranger Things’, agradece haberse hecho famoso ahora y no a los 30
Hablamos con el intérprete de la serie de moda de Netflix sobre fama, madurez, logros profesionales durante un encuentro en Los Ángeles que tuvo lugar justo antes de que el mundo cambiase para siempre
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Este tipo no es el Hopper de Stranger Things. Es despierto, elocuente y, sobre todo, está delgado y cachas. Está haciendo una dieta que se llama ayuno intermitente. “Básicamente, consiste en pasar hambre todo el día y masticar un cacho de cartón de vez en cuando”, dice David Harbour (Nueva York, 1975) con un tono de broma cargado de tristeza. Ha tenido que adelgazar porque en la cuarta temporada de la serie de Netflix se supone que Hopper lleva un tiempo en una prisión rusa pasando penalidades. “Me encanta comer sin preocuparme, me gusta la comida y la gente con buen apetito, la gente que vive la vida. Así que en parte me da vergüenza esto. Me da vergüenza tener que adelgazar”.
"Siempre está el típico amigo de tus padres que te dice: ‘Algún día lo lograrás’. Y tú tienes 35 años y piensas: ‘Pero si ya lo he logrado. Hago teatro, gano dinero, tengo papeles secundarios en películas. Lo he logrado"
Harbour viene a Los Ángeles por trabajo. Cuando se produce la entrevista, a finales de enero, lleva tres semanas viviendo en una habitación de hotel cerca de Sunset Strip. El hotel es un hervidero de actores en plena temporada de premios. Durante la sesión de fotos hablamos de papparazzi, de Trump y de la afición de Harbour por los escape rooms. El coronavirus ni siquiera es parte de la conversación en una ciudad que está pendiente de los Grammy y los Oscar que tendrán lugar los próximos días. A ese mundo de ayer le quedan apenas cuatro semanas de vida.
El fotógrafo ha buscado un cochazo clásico que gira como un tanque por las colinas de Laurel Canyon. Los escenarios son lucidos. Sin embargo, ese día hay algo tenebroso en el ambiente. Una niebla muy espesa cubre la ciudad. Abajo no se ve nada. La ciudad, desde arriba, es una mancha blanca. Si esto fuera una serie de terror fantástico tipo Stranger things diríamos que es una señal de que va a pasar alguna desgracia inminente. A la mañana siguiente, con una niebla aún mas espesa, un helicóptero con nueve personas se estrellará en el norte de Los Ángeles. Entre los muertos están Kobe Bryant y su hija de 13 años. La niebla de estas fotos es esa niebla, justo esa.
Desde hace cuatro años, Harbour (Nueva York, 1975) es Jim Hopper, el antihéroe de Stranger things. Un padre desastroso y tierno para la protagonista, Eleven. Atosigante pero entrañable, autoritario pero infantil, Hopper se está convirtiendo en lo más parecido que hay ahora mismo al papá de América, un tipo de personaje que este país va sustituyendo de generación en generación. “Los niños se me acercan y es tan... No soy tu padre. Ni siquiera soy padre. Lo siento”.
“Creo que cuando pasas los cuarenta te da algo, te tomas la vida menos en serio porque te das cuenta de que no te puedes tomar a ti mismo en serio. Si me hubiera hecho conocido a los 20 o los 30 habría sido un desastre”
“Cada vez me siento más así, la verdad”, dice Harbour sobre esta especie de figura mítica para los niños. “Porque el principio fue muy modesto. Cuando empezamos, era solo un curro. Siempre me hizo mucha ilusión el guion, pensaba que el episodio piloto era muy bonito y que el papel era increíble, pero he vivido muchas oportunidades en mi carrera que parecía que iban a ser algo y luego no salieron como esperaba. Así que empecé con mucha humildad. No pensé que fuera a tener mucho éxito. Creía que iba a ser una buena serie minoritaria”.
Pero en estas tres temporadas, Hopper ha ido “creciendo más y más hasta que se ha convertido en una figura icónica, casi un mito”. Así es. Desde su estreno en Netflix en 2016, el fenómeno Stranger things ha convertido en icónico todo lo que toca, desde a Millie Bobby Brown, hoy una estrella mundial de apenas 16 años, a la década de los ochenta, cuya estética volvió a poner de moda, pasando, cómo no, por Wynona Ryder, resucitada artísticamente gracias a esta producción. A Harbour le ha dado la oportunidad, a sus 45 años, de empezar una vida nueva, una que comparte desde hace casi un año con la cantante Lily Allen.
La fama está siendo “una bendición a medias”, dice. Por un lado, no tiene que preocuparse de pagar el alquiler, puede elegir proyectos y cosas así. Por otro, afirma, le toca ser famoso en un momento en que todo está cambiando. “El problema está surgiendo dentro de la cultura al mismo tiempo que me ha surgido a mí, y es que parece que hoy ser popular es lo mismo que ser bueno, se confunde con la calidad. Es lo que está pasando con Instagram, los likes y todas estas cosas. Hay un algoritmo que calcula la popularidad, los niños están obsesionados con la taquilla. Son cosas que a mí nunca me preocuparon”.
Da la impresión de que Harbour está en una posición única para juzgar el culto a la celebridad. “Como artista es delicado. Te vuelves popular, y me gusta ser popular. Es divertido. Pero empiezas a escuchar la voz de lo que los demás esperan de ti. Yo nunca le había prestado atención. Creo que un artista verdadero, y no lo digo en plan grandilocuente, debe llevar la iniciativa en cierto sentido y mostrarte cosas que no sabías que necesitabas. Paul Simon quiere enseñarte su música nueva, en vez de tocar Feeling groovy en todos los conciertos hasta que se muera. Y creo que cuando te llega la fama tú mismo tienes esa responsabilidad y se vuelve más difícil”.
También está alerta ante el otro riesgo de la popularidad: “No quiero encasillarme”, dice. El año pasado se le abrió una puerta en ese sentido. La nueva versión de Hellboy no fue precisamente un éxito, pero le permitió hacer un papel muy distinto del jefe Hopper. Esta primavera, el público iba a verle haciendo de Guardián Rojo, un nuevo personaje de Marvel que aparece en la película La Viuda Negra, con Scarlett Johansson. “Los cómics son nuestra mitología moderna”, afirma sobre el proyec- to. “Nunca me imaginé que a mi edad, con una cintura de 100 centímetros, iban a invitarme a participar en una película de superhéroes”. La pandemia ha obligado a suspender el estreno, como mínimo, hasta noviembre, igual que toda la cuarta temporada de Stranger things está en el limbo. El rodaje tenía que comenzar en febrero, una semana después de esta entrevista. Nadie cuenta con que se estrene antes de 2021.
Harbour siempre fue actor secundario, y a mucha honra. Era “el número seis en el plan de rodaje”. En 15 años de carrera se había hecho a la idea de que ese era su nivel, que se iba a quedar ahí y tendría una vida digna. Nunca sería una estrella. “Así es. Y me encantaba. Se lo recomiendo al que quiera meterse a actor. Hay mucha gente que quiere ser famosa, y no tanta que realmente quiere dedicarse a la interpretación. Yo amé cada minuto de ser un secundario desconocido que se gana la vida y puede pagar el alquiler trabajando de actor. Pensaba que era una buena carrera. Siempre está el típico amigo de tus padres que te dice: ‘Algún día lo lograrás’. Y tú tienes 35 años y piensas: ‘Pero si ya lo he logrado. Hago teatro, gano dinero, tengo papeles secundarios en películas. Lo he logrado”.
Esa carrera la ha compartido con un grupo de actores de su edad que empezaron alrededor del año 2000 y se han movido siempre en el nivel ese tío me suena de algo. “Siguen siendo mis amigos y algunos son los mejores actores que he visto, pero por alguna razón química de este negocio...”. A casi todos los está descubriendo la televisión también alrededor de los 40. Son gente como Michael Chernus (Orange is the new black), Dave Costabile (Billions) o Jeremy Strong (Succession). “He compartido audiciones con estos tíos, los conozco desde hace años”, cuenta Harbour. “Hemos estado juntos en la oficina de Francine Maisler [famosa directora de casting] en Sony o en Warner o donde sea. Te sientas en el sofá y resulta que somos Jeremy y yo, y te quedas como: ‘Hijoputa, ¿otra vez tú? Uno de los dos va a conseguir este papel y yo no tengo mi mejor día...”.
“En cierto sentido doy gracias de que no pasara antes porque creo que habría sido imposible”, reflexiona. “Creo que cuando pasas los cuarenta te da algo, te tomas la vida menos en serio porque te das cuenta de que no te puedes tomar a ti mismo en serio. Si me hubiera hecho conocido a los 20 o los 30 habría sido un desastre”. Para la media docena de niños con los que Harbour comparte pantalla en Stranger things eso ya nunca será así. “Me preocupa que los chavales se hagan famosos tan pronto. Yo tengo muchas experiencias en las que el mundo me ha humillado o me ha dicho que no a lo bestia. Creo que cuando tienes cierto grado de fama el mundo empieza a decirte sí muy deprisa y no hay barreras o decepciones. Es distinto. Yo sé qué es estar arruinado. Vamos, que sé lo que es estar verdaderamente preocupado por pagar el alquiler”.
¿Ha hablado con los chicos de estas cosas? “Lo intento, porque les quiero. Intento impartir la poca sabiduría que he acumulado. El planeta en el que están creciendo es muy diferente del planeta en el que yo crecí. Ellos tienen Instagram y el branding y todo eso que yo nunca tuve y de lo que no sé nada. Pero también están muy espabilados en este sistema, que es nuestro sistema del entretenimiento moderno. Para mí fue muy simple. Quería ser actor. Haces teatro en tu pueblo, luego vas a Nueva York, luego tal... para ellos no es así”.
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