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Columna
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Portugal, la suerte compartida

El auténtico patriotismo se demuestra sabiendo aparcar la rivalidad política cuando las circunstancias lo exigen

Julio Llamazares
El líder de la oposición portuguesa, Rui Rio, durante un discurso en el Parlamento el pasado 18 de marzo.
El líder de la oposición portuguesa, Rui Rio, durante un discurso en el Parlamento el pasado 18 de marzo.Horacio Villalobos (Corbis via Getty Images)

En el día en el que Portugal conmemora el 46º aniversario de su Revolución de los Claveles, que trajo la democracia a los portugueses, los españoles deberíamos volver la vista al país vecino para ver cómo ambas naciones han evolucionado en todo ese tiempo y, sobre todo, para comprobar cómo unos y otros nos enfrentamos a la mayor crisis de nuestra historia reciente. Esta crisis sanitaria, económica y social que está poniendo a prueba a los dos países.

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Conviene hacer ese ejercicio de atención, no solo por deferencia de vecindad, sino porque más de uno se sorprenderá de ver cómo los portugueses afrontan este reto colectivo que es la pandemia que nos asola de manera muy diferente a la de los españoles. Pues, de la misma forma que su Revolución de los Claveles triunfó sin que los militares sublevados dispararan un solo tiro (hubo más en la contrarrevolución fallida que varios militares españoles llevaron a cabo contra el Congreso en 1981), los portugueses nos están dando en la actualidad otro ejemplo de pacifismo con su manera de afrontar políticamente la situación que todo el mundo vive por culpa de la pandemia que comenzó en China hace varios meses. Mientras que en España la oposición continúa con su placaje implacable a un Gobierno que bastante hace con reaccionar como puede a un tsunami excepcional y gigantesco, en Portugal su correspondiente opta por ayudar al suyo. Lo hizo ya hace semanas cuando el jefe de la oposición, el conservador Rui Rio, ofreció toda su colaboración al Gobierno de António Costa con esta manifestación en el Parlamento: “Señor primer ministro, todo lo que podamos le ayudaremos. Le deseo coraje, nervios de acero y mucha suerte. Porque su suerte es nuestra suerte”, y lo ha vuelto a repetir esta semana en la carta que ha dirigido a sus seguidores y en la que, entre otras cosas, les dice: “Atacar al Gobierno en esta situación excepcional, en mi opinión, no es éticamente correcto y además no es patriótico”. ¡Qué diferencia con las declaraciones del líder de la oposición española, y no digamos ya con las del de la ultraderecha, que han llevado a decir a The New York Times y al Financial Times, dos periódicos poco sospechosos de apoyar a ningún Gobierno de izquierdas, que la oposición española es la única de Europa que, en lugar de ayudar al Gobierno en su lucha contra la pandemia, ha aumentado sus ataques contra él!

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Alguien dirá que no son comparables las cifras de muertos de Portugal y de España por el coronavirus (820 por 22.524 a fecha de ayer, cuando escribo esto), y es cierto, pero, al margen de que tampoco son comparables las cifras de población de Portugal y de España ni su realidad social, las hemerotecas están para comprobar lo que decía Pablo Casado con las mismas muertes, incluso con muchas menos.

Cuando pase todo esto, el Gobierno tendrá que rendir cuentas ante los españoles por sus errores, muchos justificados por la excepcionalidad y la gravedad del problema al que tiene que hacer frente, pero otros no, pero del mismo modo tendrá que hacerlo también una oposición que ha antepuesto sus fobias personales e ideológicas al interés común del país sin entender, como el portugués Rui Rio, que el auténtico patriotismo se demuestra sabiendo aparcar la rivalidad política cuando las circunstancias lo exigen, y pocas como las que estamos viviendo desde hace dos meses encontraremos.

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