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EL PAÍS que hacemos
Por Equipo de Comunicación

El periodismo en tiempos de coronavirus

Los redactores informan estas semanas bajo unas condiciones excepcionales

El albergue de Ifema en marzo, preparado para acoger pacientes.
El albergue de Ifema en marzo, preparado para acoger pacientes. Luis de VEGA

Los medios de comunicación se enfrentan, desde hace 40 días, a la tarea de informar sobre la crisis de la Covid-19 en condiciones de trabajo excepcionales. A los escollos intrínsecos a la profesión, como las trabas para acceder a cierta información, ahora se suma la descomposición del centro de trabajo, la distancia social, la carga psicológica de la enfermedad y el miedo al contagio y a contagiar.

Luis de Vega, periodista de la sección de Madrid de EL PAÍS, es uno de los profesionales que continúan “haciendo calle”, como se denomina en jerga periodística a recoger historias ciudadanas. “No hay que olvidar que a pesar del teletrabajo sigue siendo básico acudir al terreno”, apunta el también fotógrafo. Cubre la pandemia desde que a principios de marzo saltaron las alarmas. Ha acudido a residencias de ancianos, centros de atención a las personas sin hogar, pequeños municipios de la Comunidad de Madrid o La Cañada Real para contar qué está sucediendo más allá de la política.

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“La gente compara esta situación con una guerra, pero no es así; impresiona ver Madrid vacío, con las sirenas de fondo, pero no piensas en ningún momento que te van a pegar un tiro o a secuestrar. Hay lastres, pero de otro tipo”, declara el periodista, que ha cubierto conflictos armados como el de Irak o Libia. Aquí el enemigo no se ve y el miedo es al contagio. “Tengo muy presente cuando voy a casa de alguien que puedo estar poniendo en peligro a esa persona y al revés, eso sí que también sucede en las zonas de conflicto, quien decide salir en tu reportaje se enfrenta a un riesgo”, aclara. Por eso, extrema las precauciones: sigue las medidas sanitarias aconsejadas, la comunicación con sus compañeros es siempre virtual y se ha alquilado un piso para vivir solo.

Los periodistas de EL PAÍS rigen su trabajo por el Libro de estilo, un manual que recoge las directrices para el desempeño del oficio, tanto desde un punto de vista práctico, como pueden ser las cuestiones ortográficas, como ético. Durante periodos de especial interés informativo, como el de estas semanas, estos principios cobran, si cabe, una mayor relevancia. Entre ellos se apunta la necesidad de separar la información y la opinión, escuchar a las dos partes enfrentadas en un conflicto, acudir a fuentes fiables, verificar los hechos, no publicar imágenes desagradables que no añadan información, respetar la intimidad de las personas sobre las que se informa… Y no escribir nada más allá de lo que uno conoce.

El periodista de EL PAÍS Álex Grijelmo, responsable de este manual, recuerda que “el periodismo cumple un papel esencial en esta crisis, porque sirve como vehículo para transmitir informaciones vitales: qué conviene hacer, cómo cuidarse, qué precauciones domésticas se han de tomar, qué se permite y qué se prohíbe, qué avances se van conociendo en la investigación científica sobre el caso”. Destaca además la función crítica frente a la gestión de los políticos en la pandemia y la vigilancia de los eventuales excesos del poder en una situación en la que se han limitado tanto las libertades de los ciudadanos.

 El caudal de información que se debe filtrar es ingente y ha provocado que muchos periodistas no especializados en ciencia ni sanidad hayan tenido que adaptarse rápidamente a la nueva dinámica. De Vega considera que la especialización a marchas forzadas forma parte de la profesión y que incluso la enriquece, pues obliga a los profesionales a ejercitarse y establecer debates en favor del rigor. Mientras se trabaja contra reloj, se debate a través de llamadas de móvil y videoconferencias para preservar la pulcritud de la palabra y las informaciones.

Grijelmo incide en la necesidad de acudir siempre a fuentes competentes en la materia para evitar los desatinos. “Es obvio. Pero las obviedades se olvidan a menudo en medios poco responsables”, apunta. Recuerda que “los buenos periodistas no son soberbios, conocen sus limitaciones y no se conforman con una primera fuente". Si bien concede que "todos nos equivocamos", subraya que la diferencia entre unos periodistas y otros es cómo gestionan sus errores.

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