Día del Libro: “La literatura juvenil es un gran canal de comunicación entre padres y adolescentes”
Nando López ha ganado el premio SM Gran Angular a la mejor obra juvenil por 'La versión de Eric', una novela que mezcla intimismo y thriller policiaco,
Nando López (1977) se alzó el pasado lunes con el premio SM Gran Angular a la mejor obra de literatura juvenil por La versión de Eric, una novela compleja en su concepción que mezcla intimismo y thriller policiaco, y con cuyo personaje principal, Eric, un chico trans, de altas capacidades y actor de éxito, indaga una vez más en uno de sus temas favoritos: la búsqueda de la identidad que todos iniciamos en la adolescencia, una etapa que según el escritor “no se queda en el pasado de una manera cerrada, indolora y hermética, sino que nos acompaña siempre”. Una buena elección para leer este Día Internacional del Libro 2020.
López, que se reconoce “agradecido, abrumado y con mucha responsabilidad” por el premio, lamenta “el prejuicio” que sigue existiendo hacia un género, el de la novela juvenil, que en su opinión tiene un nivel de calidad y complejidad muy elevado. Un prejuicio que podría estar muy relacionado, según el autor, con el hecho de que los adultos sigamos “subestimando la capacidad crítica y de comprensión” de unos adolescentes que “son grandes lectores” y que rechazan de pleno cualquier atisbo de moraleja. “Los adolescentes no quieren respuestas, las respuestas las quieren buscar ellos”, afirma Nando López antes de animar a padres y madres a compartir lecturas con sus hijos porque “en ese momento en que el adolescente se repliega en sí mismo y no sabemos cómo hablar con él o ella, la ficción es un gran canal de comunicación”.
PREGUNTA. El jurado ha otorgado el premio a La versión de Eric, entre otras cosas, por esa mezcla de thriller, que sucede en una noche, e historia intimista que permite continuos flashbacks al pasado del protagonista. ¿Ha sido difícil esa mezcla de géneros y esa necesidad de condensar toda una historia de vida en una noche?
RESPUESTA. Muy complicado, porque en realidad son dos géneros distintos que ocurren en dos tiempos distintos: la novela policiaca ocurre en apenas ocho horas, pero la novela intimista abarca 14 años de la vida del protagonista. Esa complejidad formal se debe a que yo quería transmitir una idea: que no podemos contar un hecho significativo de la vida de una persona sin prestar atención a todo lo que lo ha antecedido. Todas nuestras identidades están formadas por capas, por etapas que vamos atravesando, por lo que para entender un hecho concreto es necesario conocer todo lo que subyace a él, toda la trayectoria del personaje.
P. Eric, el protagonista, nació sin embargo como Alicia. Fue a los 9 años cuando descubrió que se sentía Eric y la historia ahonda en cómo sus familiares más cercanos se enfrentan a esa decisión del niño y cómo eso repercute en él. Es un momento crítico que sin duda puede marcar una vida.
R. Totalmente. Es que, además, el personaje de Eric nace de lectores y lectoras trans míos que me han escrito durante los últimos dos años contándome sus historias y pidiéndome que por qué no basaba una novela en eso, en ese momento de descubrimiento de la identidad y en lo complicado que sigue siendo hoy en día, por desgracia, el tener que enfrentarte a los prejuicios y la transfobia que aún existe en nuestro entorno, sobre todo cuando eres menor, que es una de las fronteras que como sociedad aún no hemos atravesado. Y me ha parecido muy interesante contarlo a través de un personaje muy positivo como Eric, que es un luchador, una persona muy constructiva y con las ideas muy claras. Por eso he querido mostrar también sus logros, porque no quería victimizar al personaje. Quiero que sea un referente positivo para mucha gente, que ayude a entender mejor la realidad trans, pero también otra realidad: que la identidad de cada cual no es algo opinable.
P. Dices que el personaje de Eric surge de muchos lectores trans tuyos. De hecho, dedicas el libro en parte a ellos, a esos adolescentes que, dices, has conocido durante todos estos años. ¿Este libro surge de ese conocimiento y de esa proximidad a la adolescencia?
R. Sí. La verdad es que en todas mis novelas, sobre todo en las juveniles, me gusta partir mucho de experiencias reales. Tengo la suerte de que, a través de correos y de mensajes, me cuentan muchos testimonios y los adolescentes me piden que les dé voz. Eric surge en parte de dos correos que recibí en una misma semana: uno de un chico trans y otro de un chico de altas capacidades. Vi un hilo entre los dos (¿Qué pasa cuando no encajas, cuando no te adaptas a la mayoría?) y eso fraguó en un personaje que se ha alimentado de otras historias que me han ido contando.
P. Has comentado que te gustaría que Eric fuese un referente positivo de la realidad trans. ¿Es la literatura infantil y juvenil una buena herramienta para normalizar al colectivo trans y visibilizar los retos a los que se enfrentan?
R. Creo que la literatura es una fuente de visibilidad y de referencia. Yo como escritor y como persona LGTBI lo eché mucho de menos en mi adolescencia. Yo era muy lector, pero sin embargo en los libros que leía no había personajes como yo, que se cuestionaran, que estuvieran pensando sobre su orientación sexual. Por eso yo siempre tengo muy en cuenta la realidad LGTBI en mis novelas, porque creo que hay que hablar de ella de una manera muy clara y diversa. Eso sí, evitando siempre la simplificación y el etiquetado.
P. Lo que me gusta de Eric es, precisamente, que su protagonista no viene determinado únicamente por ser trans. Es un ser mucho más complejo que busca su espacio en la vida, su identidad.
R. Es que no se puede presentar un personaje solo por su identidad sexual y por desgracia se ha hecho mucho. Yo quería que Eric fuese muchas cosas: un chico trans, sí, pero también un chico de altas capacidades, actor, un gran amigo, un hijo con problemas… La literatura juvenil no puede presentar la realidad LGTBI desde el estereotipo, sino que tienen que ser personajes tan diversos y complejos como cualquier otro personaje. De lo contrario volvemos a caer en el prejuicio. Hay que evitar esa simplificación y también la moralina. No podemos dar respuestas al lector, porque no las tenemos.
P. ¿Es más fácil que cualquier lector empatice así con Eric que si su figura fuese menos compleja y solo viniese determinada por su condición de trans?
R. Por supuesto. Sobre todo porque si un personaje viene determinado por un estereotipo nadie se va a identificar con él, ni siquiera un lector trans. Para que un personaje te provoque y te emocione tiene que ser muy complejo, con luces y sombras, como somos todos.
P. Me alegra eso que has dicho antes de la moralina, porque últimamente tengo la sensación de que la literatura infantil y juvenil, sobre todo la primera, cada vez tiende más a la moralina y al moralismo.
R. Es que es terrible. Los adolescentes rechazan mucho la moralina, no quieren que les demos lecciones morales. Ellos quieren que les contemos historias y quieren que las historias sean muy veraces. Me he dado cuenta de que no les importa la crudeza, es más, la agradecen, porque la adolescencia es una etapa muy existencialista en el fondo. Pero no quieren respuestas, las respuestas las quieren buscar ellos. De echo el título de la novela, La versión de Eric, ya ahonda en eso. Eric cuenta su versión en primera persona, pero la idea es que cada lector encuentre la suya.
P. Has mencionado en repetidas ocasiones ese concepto de búsqueda de identidad, que está muy presente en gran parte de tu obra literaria y teatral. ¿Por qué consideras tan importante esta etapa vital en la que buscamos y construimos nuestro “yo”?
R. Porque creo que se queda con nosotros el resto de nuestras vidas. La adolescencia no se queda en el pasado de una manera cerrada, indolora y hermética, sino que nos acompaña siempre. Es fundamental que en esta etapa nos ayuden, nos acompañen y nos hagan sentir libres, capaces de ir construyéndonos. Siempre busco que mis libros sean una herramienta para que los jóvenes se sigan buscando. Porque además es una etapa en la que se dan dos tendencias muy contrapuestas: hay una lucha entre la necesidad de aceptación y la necesidad de singularidad. Esa lucha, que es universal, puede ser muy dolorosa y la literatura puede ayudar a visibilizarla y ser una herramienta para afrontarla y hacerte sentir menos solo.
P. Y los adultos, que un día fuimos adolescentes, nos olvidamos a menudo de lo importante que fue esta etapa para nosotros y vemos la adolescencia y a los adolescentes como una etapa difícil que casi nos gustaría poder saltar…
R. Además, me llama la atención cómo subestimamos a la adolescencia. La miramos con condescendencia. Igual es que duele tanto que preferimos olvidarla. O quizá es que nos resulta muy incómodo el cuestionamiento adolescente, que para mí es lo más maravilloso que tiene esta edad, que lo cuestionan todo. Los padres deberían hacer un ejercicio de empatía, recordar cómo eran y no subestimar la capacidad crítica y de comprensión de los adolescentes. Este texto tiene una estructura complicada porque los adolescentes son grandes lectores, leen más que los adultos.
P. De hecho, el libro va destinado a un público adolescente, pero yo sé que a ti te gustaría que también llegase a los padres y madres de esos adolescentes. ¿Puede abrir la literatura, y en concreto libros como Eric, un canal de comunicación entre padres e hijos?
R. A mí ya me ha pasado con otros libros. La ficción es un gran canal de comunicación en ese momento en que el adolescente se repliega en sí mismo y no sabemos cómo hablar con él o ella. Compartir un libro, una serie o una película es un punto de partida para hablar, porque además cuando se habla desde la ficción se expresan muchas verdades con esa ficción como escudo. Creo que los adolescentes necesitan ver que compartimos su mundo. Si nos ven leer un libro que a ellos les ha gustado y comentarlo con ellos, estamos ganando puntos.
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