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Columna
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Libertad condicional

La confinación de los mayores se justificaría por su mayor tasa de mortalidad. Pero ese argumento no es válido

Enrique Gil Calvo
En España también se amenazó con mantener el confinamiento de los mayores.
En España también se amenazó con mantener el confinamiento de los mayores.SEBASTIEN BOZON (AFP)

En mi última columna asocié la mayor incidencia del virus en España e Italia al bloqueo de la emancipación juvenil, dada la convivencia de los jóvenes con sus familias hasta edad muy tardía. Pero eso no pasa en Bélgica ni Francia, que presentan cifras catastróficas, pese a que los jóvenes se emancipan temprano: ¿será por latinos o católicos? He aquí otra hipótesis, esta vez más política que social: la incidencia del virus correlaciona con el grado de confrontación política y territorial. Donde la conflictividad es crítica, como en Bélgica (Flandes), España (el PP, Cataluña), Italia (la Lega lombarda), Francia (RN, gilets jaunes) o incluso EE UU (Trump), el virus encuentra terreno propicio por la falta de cooperación entre las autoridades. En cambio, en los países consociativos como Alemania y los nórdicos, donde no hay conflicto político ni territorial, la pandemia ha sido controlada con ejemplar consenso cívico. De modo que la cultura política de cada país importa. Veamos otro efecto perverso de este mismo factor.

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El respeto a la libertad individual es un requisito fundamental de la democracia. Pero las autoridades latinas desconfían del civismo de la ciudadanía, y por eso han suspendido nuestras libertades hasta extremos inaceptables en el resto de Europa. Esto parecía justificado cuando la curva crecía sin ningún freno, pero ahora que la pandemia ya está bajo control, porfían en prolongar nuestro confinamiento manteniéndonos sine die en arresto domiciliario. Y a la hora de concedernos pequeñas dosis de libertad condicional, nos segregan y discriminan por edades: los niños, primero, y después ya se verá. El alcalde de Buenos Aires ha decretado que los mayores de 70 años no podrán salir ni al supermercado a no ser que obtengan un permiso oficial. También el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció que prohibiría la liberación temprana de los mayores, aunque luego rectificó: será una recomendación, no una prohibición. Y entre nosotros también se amenazó con mantener el confinamiento de los mayores (a pesar de que mueren como moscas en su encierro residencial), aunque el sábado Fernando Simón también pareció dispuesto a rectificar.

¿Qué derecho tienen a recortar nuestra libertad? La confinación de los mayores se justificaría por su mayor tasa de mortalidad. Pero ese argumento no es válido. Como demostró John Stuart Mill, “la única finalidad por la que el poder puede ejercerse sobre un ciudadano contra su voluntad es evitar que perjudique a los demás”. Así que sólo se podría limitar la libertad de los sujetos con mayor poder de contagio, que parecen ser los adultos de 20 a 45 años. Pero no de los mayores de 70, cuya capacidad de contagio es mínima. Y sobre todo, no se puede recortar la libertad por padecer mayor mortalidad, pues, de ser así, también habría que prolongar el confinamiento de los varones. Así que, por favor, concédannos ya la libertad condicional. No vaya a ser que cuando por fin nos liberen ya sea demasiado tarde.

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