Solidaridad
Los epidemiólogos aficionados, que lo saben todo, se han multiplicado por una cifra que deja muy atrás la de seleccionadores nacionales en vísperas de un Mundial de fútbol
El diccionario define el término emergencia como un suceso, un accidente que sobreviene. El verbo sobrevenir se aplica a situaciones que llegan de improviso, cuando nadie las espera. Por definición, una emergencia no se puede prever. Si fuera posible anticiparse a ella, no se trataría de una emergencia, de lo que se deduce que es imposible atajar una emergencia a tiempo. En estos momentos, muchos españoles presumen de ser más sabios que los diccionarios. Los epidemiólogos aficionados, que lo saben todo y arreglarían esto en dos patadas si les dejaran, se han multiplicado por una cifra que deja muy atrás la de seleccionadores nacionales en vísperas de un Mundial de fútbol. Mientras el sensacionalismo populista sobra más que nunca, la cordura y la verdad nos hacen más falta que los respiradores. Por eso aplaudo el manifiesto de un grupo de profesionales de salud mental que han valorado el estado de alarma y el impacto que esta denominación, intrínsecamente ligada al miedo y a la incertidumbre, puede llegar a tener sobre la población más vulnerable, personas solas, desamparadas, sin familia. Esta enfermedad no es peligrosa para la inmensa mayoría de la población española, dicen, y llevan razón. Tenemos uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo, añaden, y quienes hemos decidido quedarnos en casa no estamos en peligro. Hemos tomado esa decisión por solidaridad con los más débiles, no para ahorrarnos un contagio que superaríamos sin grandes dificultades, sino para evitar contagiar a quienes no lo lograrían. Por eso proponen que se ponga en valor el término solidaridad, que se hable de estado de solidaridad en lugar de estado de alarma. Porque las palabras importan y nadie sabe más que un diccionario.
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