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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ventaja moderada

Biden luchó contra los pronósticos y fue capaz de atraer a electores demócratas distanciados

Joe Biden, este martes en Los Ángeles, California.
Joe Biden, este martes en Los Ángeles, California. FREDERIC J. BROWN (AFP)

El moderado de centroizquierda Joe Biden venció con nitidez al socialdemócrata Bernie Sanders en las decisivas primarias del Partido Demócrata, lo que le coloca como su gran aspirante a la presidencia de EE UU. Biden se impuso en 9 de los 14 Estados y en el total de votos del conjunto. La única victoria destacada de su rival se ha ido cristalizando en California, el Estado con más votos. Aunque si se suman a Biden los que cosechó el también moderado Michael Bloomberg, el exvicepresidente de Obama habría ganado también ahí.

Todavía falta mucho para las presidenciales de noviembre. Y aún le queda mucho trabajo a Biden para alcanzar la nominación demócrata, aunque la renuncia de Bloomberg se lo haya puesto más fácil. El millonario empresario no fue capaz de ganar ni siquiera en los Estados más grandes (California y Texas), donde había puesto casi en exclusiva su esfuerzo y sus ilimitados recursos financieros. Al abandono de Bloomberg se suman los de otros candidatos centristas que también se retiraron de la carrera en beneficio de su rival.

Tanto o más que el resultado obtenido por Biden importa, para el futuro, el modo en que se ha producido. Luchó contra los pronósticos, que lo desahuciaban en los primeros compases, y fue capaz de atraer a electores demócratas distanciados, al grueso de la minoría negra, a un segmento de los hispanos y a una amplia porción de mayores.

Esta suma podría ser decisiva si se consagra como candidato para noviembre. A su oponente, Donald Trump, le sonríen algunos hechos, como un crecimiento económico notable, aunque contrapesado a medio plazo por el aumento del déficit y el disparo de la deuda. O el final de guerras que él mismo ha desencadenado, como la comercial con China o la desestabilización de Irán, y el reciente acuerdo con los talibanes de Afganistán, poco sólido, pero eficaz como propaganda.

Nadie espera un enorme vuelco de votos entre republicanos y demócratas. El pulso no se ganará con la capacidad de unos y otros para variar su número consolidado de seguidores. Lo que puede estar en sus manos es la posibilidad de combatir la abstención y atraer a nuevos electores, distantes o abstencionistas. Y lo que puede convertirse en esencial es el auténtico estado de opinión de una parte de la sociedad estadounidense, disconforme no solo con los contenidos, sino con los modos del mandato que acaba en otoño.

Así que el reto de republicanos y demócratas estriba en cuántas papeletas nuevas puedan contar. Joe Biden puede tener más recorrido del que aparenta, por su capacidad de sorpresa, la fidelidad del voto moderado y porque la batalla se está planteando en los segmentos más comedidos de EE UU, mientras que la fortaleza de Trump es el apoyo inflexible de sus fieles. Es un sector poderoso y numeroso, como se demostró hace cuatro años, pero de difícil ampliación. Y, al fin y al cabo, Trump cosechó en 2016 casi tres millones menos de votos populares que su rival, Hillary Clinton, aunque ganara en votos electorales, de compromisarios.

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