La Casa Real japonesa: renovarse urgentemente o morir
Akishino, el hermano menor del actual emperador, Naruhito, será proclamado el 19 de abril heredero en un intento del Gobierno de asegurar la supervivencia de la dinastía real
La cuenta atrás ha comenzado: el problema de cómo preservar la continuidad de la Casa Real japonesa, que ahora depende en exclusiva de un adolescente de 14 años, el príncipe Hisahito, se abordará el próximo abril. En concreto, a partir del día 19, cuando Akishino, padre de Hisahito y hermano menor del actual emperador, Naruhito, sea proclamado príncipe heredero.
El Gobierno japonés ha calificado el problema de “urgente”, y ha decidido que su solución no admite más demoras. La situación es apremiante porque la ley actual prohíbe reinar a las mujeres, de modo que el trono del Crisantemo ya solo puede ser ocupado por, además de Naruhito, de 59 años, su hermano Akishino, de 53, y su hijo Hisahito, de 14 primaveras. Sobre el adolescente, quien ya ha empezado a formarse para su futuro papel de monarca, pende una gran presión, pues es el único que podría perpetuar la continuidad de la dinastía. Siempre y cuando tenga hijos varones.
Aunque hay consenso en el Gobierno nipón de que se trata de un problema grave, y de que se debe abordar cuanto antes, no lo hay en cuanto a las soluciones. El gobernante Partido Liberal Demócrata (PLD) se opone a una reforma que integre a las mujeres en la línea sucesoria e incluso a derogar el apartado de la ley que obliga a cualquier mujer perteneciente a la Casa Real a renunciar a su estatus si se casa con una persona ajena a la realeza. Lo que no ocurre a la inversa: el actual emperador Naruhito se casó con una plebeya, la ahora emperatriz Masako, manteniendo sus títulos.
Las distinciones entre sexos han provocado una verdadera sangría en la Casa Real nipona, en la que, por antojos del destino, han primado los nacimientos de mujeres en las últimas décadas. El de Hisahito en 2006 fue, de hecho, el primero de un varón desde 1965, cuando la emperatriz Michiko dio a luz a su padre, Akishino. El propio Akishino tiene dos hijas, Mako y Kako, aparte de Hisahito; y los emperadores Naruhito y Masako solo tienen a la princesa Aiko, de 18 años, el total de la nueva generación imperial.
Si no cambian las cosas, Mako será la siguiente en abandonar oficialmente la Casa Real, pues su boda con un plebeyo está anunciada para este año, lo que hará de ella una ciudadana más. Pero la facción conservadora del Gobierno, a la que pertenece el primer ministro, Shinzo Abe, no parece proclive a dar un giro radical, ni siquiera cuando el 70% de la población japonesa expresó el pasado octubre su apoyo a una reforma de la ley de sucesión para que una mujer pueda acceder al trono del Crisantemo. Entonces, el 21,9% aseguró preferir que se mantuviera tal y como está y vetar a las mujeres en la línea sucesoria, según defiende la norma de 1947.
La facción más conservadora tampoco es partidaria de la opción intermedia, que supondría continuar impidiendo que las mujeres accedan al trono, pero permitir que las princesas no pierdan su estatus real tras contraer matrimonio y que así sus hijos tengan derecho al mismo. Esta solución favorecería a los posibles descendientes de la princesa Aiko y de sus primas Mako y Kako, de 28 y 25 años, respectivamente. Y aliviaría la presión sobre Hisahito.
La inclusión de las mujeres, en cualquiera de sus formas, es de momento anatema para los conservadores, que vieron en el nacimiento de Hisahito una señal divina de que la tradición debía quedar inalterada. Una tradición en principio no muy coherente con sus orígenes: la dinastía japonesa presume de ser la más antigua del mundo y de descender de una diosa, Amaterasu, si bien desde el siglo V antes de Cristo solo ha tenido una decena de emperatrices. La última, Gosakuramachi, hace 250 años.
El Gobierno tendrá que evaluar cómo hacerlo para mantener la tradición sin dejar de atender una resolución no vinculante del Parlamento japonés de 2017. La misma, surgida cuando aprobó la ley de abdicación que permitía a Akihito renunciar al trono ese año, pedía al Ejecutivo que estudiara vías para garantizar un proceso de sucesión estable. El portavoz del Congreso, Tadamori Oshima, se hizo eco recientemente de la resolución, y urgió al Gobierno a redactar propuestas al respecto para que puedan ser discutidas en la Dieta Nacional, el órgano bicameral nacional. “Espero que se llegue a una conclusión y que las discusiones se produzcan en una atmósfera tranquila”, añadió Oshima.
Los conservadores abogan, de momento, por una tercera vía: incluir en la lista a los descendientes de otras ramas menores de la Casa Imperial, que perdieron su posición como miembros de la familia real después de que Japón fuera derrotado por Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
Hasta que comiencen las discusiones parlamentarias, el único aire de reforma de la Casa Real japonesa proviene de la formación de Hisahito. El joven acude a una institución de secundaria afiliada a la Universidad de Ochanomizu, lo que le convierte en el primero de la familia imperial que no estudia en la escuela privada Gakushuin, y que tampoco tiene un mentor especial que le forme para su futuro —y tal vez último— reinado.
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