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Columna
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Los trabajos de dios

A uno le nombran dios y ya tiene que ir siempre bien arreglado, no sea que le hagan un homenaje por sorpresa o le monten una mesa de negociación

Jorge M. Reverte
Iván Redondo, el pasado viernes en La Moncloa.
Iván Redondo, el pasado viernes en La Moncloa. EFE

Los arquitectos tenían antes, o sea, hará unos 40 años, la obligación de ir siempre bien vestidos, porque en cualquier momento podían ser objetos de un homenaje.

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Ahora eso se ha extendido a otras profesiones sin que haya mediado el buen sentido para ello. Por ejemplo, dios. A uno le nombran dios y ya tiene que ir siempre bien arreglado, no sea que le hagan un homenaje por sorpresa o le monten una mesa de negociación.

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Es el caso de Iván Redondo, al que Pedro Sánchez, BOE mediante, que es algo así como el Espíritu Santo de la Administración, ha nombrado dios de La Moncloa. ¡Lo que han cambiado las cosas, un dios nombrado por un mortal, como si fuera griego!

El antedicho Redondo iba bien vestido, pero tampoco como para tirar cohetes, el día de su nombramiento. Y cabeceaba de un lado a otro de forma razonable.

Una de sus dos tareas principales para los próximos meses tendrá que ver con el llamado pin parental. Es un trabajo infinito, que es más o menos el tiempo que la derecha le piensa dedicar al asunto. Y es un tiempo que solo dios maneja con soltura. Yo estaría a favor de la propuesta de Vox y del PP si la discusión sobre quién es el propietario de los niños, si la Iglesia católica o el Estado, acabara de una vez con el problema irresuelto de si dios es uno y trino. ¿Lo sabrá resolver Redondo?

De momento hay otro asunto sin resolver, y es que si metes tres veces mal el pin, se te bloquea el hijo. Problema para Vox y el PP.

La otra gran tarea de Redondo en su papel de dios va a ser la de reunirse con Oriol Junqueras o quien designe ese proyecto de dios independentista. Pero ahí Redondo lleva una enorme ventaja. Junqueras ha contado los entresijos de su postura en una excelente entrevista en este periódico en la que expuso una gran galería de principios, que son cosas irrenunciables. Va a serle difícil a Redondo torear a ese morlaco sabihondo. Aunque de su aparente dureza se deduce su ineptitud para ser dios.

Y es que dios no puede tener principios. Va contra su naturaleza. Dios marca unas reglas y con eso le basta. Él no tiene por qué seguirlas, porque para eso es dios.

Iván Redondo, al ser dios, carece de principios. Junqueras tiene demasiados.

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