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Fontaines DC: sobre la anglofobia, los insultos en YouTube y la nueva oleada de grupos punk irlandeses

El disco de debut de estos veinteañeros se empeña en negar dos axiomas musicales del siglo XXI: que las guitarras ya no importan y que las escenas locales ya no existen

Los miembros de Fontaines DC posando para ICON una hora antes del concierto que ofrecieron el pasado noviembre en Madrid. DC, por cierto, es por Dublin City.
Los miembros de Fontaines DC posando para ICON una hora antes del concierto que ofrecieron el pasado noviembre en Madrid. DC, por cierto, es por Dublin City.Foto: Sharon López
Mariano Ahijado

De las quedadas en un pub de Dublín de cinco veinteañeros con tendencia al romanticismo para hablar de libros podría haber salido cualquier cosa, pero lo que ha surgido, en cambio, es uno de los discos más aclamados de 2019. Dogrel (PIAS). El primer largo de la banda irlandesa de postpunk Fontaines DC fue elegido álbum del año por BBC Radio 6 Music y nominado al Mercury Prize. Su título se revela como la mejor manera que han encontrado estos compañeros de una escuela de música de no tomarse muy en serio.

“Hay un montón de gente que nos odia. Dicen que mostramos Dublín como un sitio lleno de pobres y de gilipollas” Conor 'Deego' Deegan, bajista de Fontaines DC

Dogrel es un tipo de poesía popular irlandesa de escasa calidad, llena de clichés, que resulta cómica por su mala composición. Las 11 canciones que lo componen son un retrato de Dublín que mezcla desesperación y esperanza. Una descripción mundana que ha enfadado a muchos compatriotas. “Hay un montón de gente que nos odia. Dicen que mostramos Dublín como un sitio lleno de pobres y de gilipollas”, explica Conor Deego Deegan, el bajista. “¿Pero qué quieren, que hablemos de las cafeterías nuevas que están abriendo o de la cantidad de tiendas de donuts que hay?”, añade Conor Curley, uno de los dos guitarristas. “¿O esperan que escribamos que todo el mundo tiene dinero para comer?”, remata Deego. Tal es la rabia vertida por sus detractores que han dejado de leer lo que se dice de ellos. “Si quieres sentirte mal contigo mismo, acude a la sección de comentarios de Youtube”, explica Curley.

Boys in the better land, una de sus canciones más jaleadas, retrata a un taxista que echa pestes de los ingleses y solo fuma Carroll’s (cigarrillos locales). Lo hace como una forma de aceptar la vida que le ha tocado. Sin presumir. Sin envidiar. “No ha aumentado la anglofobia. Está yendo a menos”, advierte Deego. Inglaterra ha fagocitado Irlanda en muchas fases de la historia, cuando no la ha invadido y conquistado. “No tenemos un complejo de inferioridad”, continúa. “Lo que sucede es que es normal que alguien que te oprimió durante 800 años acabe metiéndote en la cabeza un sentimiento de inferioridad. Nos hicieron creer que ser irlandés era solo una idea. Casi lo logran. Tenemos el mismo aspecto que los ingleses. Era fácil asumirlo y deshacerte de cualquier sentimiento que te diferenciara”.

Fontaines DC tocando su tema 'Boys in the better land' en 'The Tonight Show'.

Curley, pelirrojo y con un acento más cerrado que su colega, jugó de pequeño al fútbol gaélico: lo más parecido a poner porterías en un campo de rugby. “Mi padre me animó. Es una manera de que la cultura irlandesa no muera”. Deego establece las diferencias entre cultivar tu propia identidad y cualquier forma de patriotismo. “Se trata de sentir orgullo por las cosas que te hacen especial. No consiste en creerse superior”. Y pone de ejemplo Victorian Market, un mercado de frutas regentado por mujeres que ha cerrado después de 127 años. Va a dar paso a otro mercado más… internacional.

Irlanda vive un momento prolífico. La oleada de grupos punk arranca con Girl Band, que llevan haciendo ruido desde 2012. Con el mismo fervor que Fontaines DC (las siglas atienden a Dublin City), el año pasado surgieron The Murder Capital y se abren paso Silverbacks y Just Mustard. “Nos ven como ejemplo de que se puede llegar”, ilustra el guitarrista. Crian Cratten, el vocalista, servía desayunos hasta hace poco en un hotel. Se levantaba a las 4.30 para embolsarse el salario mínimo (unos nueve euros por hora). “Una tasa de paro baja [4,8%] no significa nada. Los alquileres son muy altos. La clase trabajadora no lo tiene fácil. Súmale el problema de los sintecho y el de la heroína”, afirma Deego. “Un montón de amigos del colegio se han ido a vivir a EE UU o Australia. Siempre hemos emigrado”, concluye.

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