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Dakar se pone al día para la primera cita olímpica africana

Diagna Ndiaye, presidente del Comité Olímpico Senegalés, garantiza que las infraestructuras tanto para alojamiento como deportivas estarán listas para los Juegos de la Juventud 2022

Diagna Ndiaye, presidente del Comité Olímpico Senegalés, en el balcón de su despacho en Dakar.
Diagna Ndiaye, presidente del Comité Olímpico Senegalés, en el balcón de su despacho en Dakar.JOAN TUSELL
José Naranjo
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En un espacioso despacho que se atiborra de la luz del Atlántico, en el centro de Dakar, el afable Mamadou Diagna Ndiaye, presidente del Comité Olímpico Senegalés, no para un segundo. Sobre las espaldas de este hombre nacido en la ciudad norteña de Saint Louis recae la enorme responsabilidad de que los Juegos de la Juventud, que se celebran en Senegal en 2022, sean un éxito de organización. Es la primera vez que África acoge una cita olímpica y, si todo sale bien, la puerta a unas Olimpiadas se abrirá para este continente. “Cuando llegue el momento, estaremos listos”, asegura el dinámico Ndiaye.

El contador se puso a cero el 8 de octubre de 2018. Ese día se desveló en Buenos Aires que la candidatura elegida era la de Dakar frente a sus tres competidoras, todas ellas africanas, de Gaborone, Abuja y Túnez. En realidad, los juegos tendrán lugar en la capital senegalesa y en otras dos ciudades próximas, Sally y el recién creado polo económico de Diamnadio. El desafío es enorme. Unos 4.000 atletas de entre 14 y 18 años procedentes de todo el mundo se desplazarán entre el 22 de octubre y el 9 de noviembre de 2022, además de unos 1.500 periodistas, entrenadores, árbitros, directivos...

Diagna Ndiaye multiplica sus reuniones y encuentros estos días. Con el Banco Mundial, con la Agencia Francesa de Desarrollo, con el Comité Olímpico Internacional, con el Banco Africano de Desarrollo, con empresas privadas, fundaciones y gobiernos. Su objetivo, encontrar los apoyos económicos necesarios para que la maquinaria eche a rodar. “El mundo entero está con nosotros”, asegura. “Como dijo el presidente ruandés Paul Kagame, esta no será una victoria de Senegal, sino de toda África”.

Con el total apoyo del Ejecutivo senegalés, Ndiaye se ha lanzado a una frenética carrera. “No hay que construir mucha cosa”, explica, “más bien retocar lo que ya está hecho”. Sin embargo, su principal preocupación es la villa olímpica, que estará ubicada en Diamnadio, cerca del Aeropuerto Internacional Blaise Diagne y que aún está en obras. Este mes de enero, Ibrahima Wade, coordinador general de Dakar 2022 y estrecho colaborador de Diagna Ndiaye, lanzaba un mensaje de tranquilidad: “Estamos a tiempo, nos aseguraremos de que los plazos sean respetados”.

“No hay que construir mucha cosa, más bien retocar lo que ya está hecho”

Ndiaye, uno de los grandes artífices de la elección de Senegal para estos Juegos Olímpicos, luce igual de confiado. La amplísima experiencia de este licenciado en Derecho en organismos como la OPEP, en el banco marroquí Attijariwafa, en Canal + Internacional o en los gobiernos de Abdou Diouf y Macky Sall, para quienes ha sido un asesor económico fundamental, le avalan. Ambicioso pero discreto, trabajador y de carácter afable, Ndiaye acaba de visitar Japón, que se prepara para las Olimpiadas de este año. “Ha sido inspirador. Están listos y aún faltan varios meses”, remata.

La casa de Ndiaye en Saint Louis se encuentra en una de las principales calles de la isla, junto a la Mezquita de la Campana. Anteriormente perteneció al Gobernador francés. “De pequeño recuerdo que estaba prohibido pasar por delante, nos obligaban a cruzar la acera. Cuando la compré, invité al embajador de Francia y mi vigilante le pidió los papeles para dejarlo entrar. Toda una vuelta de la historia”, explica con una sonrisa. De ese Saint Louis de su infancia, se queda con la solidaridad. “Había estudiantes, militares, funcionarios, gente de paso. La gente vivía en casas de parientes, de amigos. Comíamos juntos en el gran bol y dábamos lo mejor a los invitados. Nadie pasaba hambre y éramos solidarios”, recuerda.

Las cosas, a su juicio, han cambiado. “Hoy la permisividad, la modernidad, el alcohol, están rompiendo la estabilidad social”, considera. Dos de sus principales preocupaciones son la salud y la educación. “Uno de los objetivos más importantes de este país es que todo el mundo tenga acceso gratuito a la sanidad. El otro es que la escuela pública vuelva al ideal de excelencia que tenía Léopold Sédar Senghor. Las universidades de hoy son fábricas de parados, esto hay que arreglarlo. Después de la guerra, Japón estaba destrozado y hoy es líder mundial en tecnología. Se puede hacer, pero necesitamos un sistema nuevo”, aventura.

Para la cita olímpica de 2022, Ndiaye quiere recuperar el espíritu de cooperación del Saint Louis de su infancia, convertirlo en la bandera de los Juegos. La teranga (hospitalidad senegalesa) al servicio del deporte. “Lo veo como una prueba para África. Demostraremos que somos capaces”, añade. El sueño de un nuevo Mundial de Fútbol, quizás en la propia Senegal, o de unas Olimpiadas senior en un país como Sudáfrica, el único que parece tener el músculo financiero y la capacidad real de hacerlo, flota en el ambiente. Todo cambia muy rápido.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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