Las preuvas… y las uvas
Los 'guiris' no dan crédito, pero despedir el año comiendo las 12 uvas es algo tan español como la paella, la siesta y el flamenco. Eso será mañana, porque esta noche tocan las preuvas. El caso es divertirse, ¿no te parece?
¿Preparado para las preuvas de esta medianoche? Ya sabes, lo de despedir el año un día antes de lo que marca el calendario mientras comes las uvas con las 12 campanadas (¡prohibido atragantarse!). Esta tradición empezó como una broma entre grupos de amigos y en pocos años se ha afianzado como uno de los eventos imprescindibles en las navidades. Normal, si se tiene en cuenta que nos va la fiesta como a nadie.
Elementos indispensables: las 12 uvas de la suerte (o en su defecto, gominolas). Muy recomendable llevar algo de cotillón y algún gorro divertido o una peluca chillona. El caso es dar el cante. Por cierto, si vas a la Puerta del Sol intenta no llegar muy tarde porque no cabe un alfiler. El año pasado, más de 20.000 personas participaron en las preuvas mientras el emblemático reloj ensayaba de cara a las campanadas oficiales del día 31. La afluencia fue tal, que hubo que limitar el aforo y mucha gente no pudo acceder al lugar.
Y si te quedas con ganas de más, o eres más tradicional y lo de las preuvas no va contigo, ya sabes: mañana es Nochevieja. Con lo que ello implica: cena de categoría con la familia y amigos, brindis con los mejores deseos, baile y, por supuesto, comerse las 12 uvas (ahora sí) con las últimas campanadas del año. Campanada, uva. Campanada, uva. Y así hasta que no queda una en el plato, si quieres empezar con buen pie el año, que de eso se trata. Todo un arte el de no atragantarse (aunque ya venden uvas sin pepitas) y el de no equivocarse con las campanadas y los cuartos.
Esta tradición forma parte intrínseca de nuestra Navidad y hay varias teorías sobre su origen. La más conocida dice que en el año 1909, después de una cosecha excepcional de uvas, un grupo de agricultores decidió vender esos excedentes y popularizó la costumbre. Pero suena a fake new, porque hay pruebas que demuestran que bastante antes, los madrileños ya daban la bienvenida al nuevo año con las uvas de la suerte. Un artículo publicado en 1894 ya hablaba de “las uvas bienhechoras”. Y fue allí, en aquel Madrid de finales del siglo XIX, donde nació un rito tan típicamente español que hoy se ha exportado a otros países latinoamericanos como México, Chile, México o Argentina, entre otros.
Y así hasta hoy, porque lo que está claro es que una Nochevieja sin uvas es como una Navidad sin turrones o una noche de Reyes sin regalos. Miles de personas acudirán mañana a la Puerta del Sol, y lo mismo ocurrirá en cada ciudad y en cada pueblo. Y, por supuesto, en nuestras casas, bien pegados a la televisión para no perder detalle y no despistarnos con la campanada (y la uva) incorrecta.