_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Como Donald Trump no hay ninguno

Al magnate hay que tumbarle en las urnas

Lluís Bassets
El presidente de EE UU, Donald Trump, en Pensilvania, el pasado 10 de diciembre.
El presidente de EE UU, Donald Trump, en Pensilvania, el pasado 10 de diciembre. TRACIE VAN AUKEN (EFE)

A Donald Trump hay que tumbarle en las urnas. Por muchas que sean las ganas que despierta en la tropa demócrata, los dirigentes, desde la presidenta de la Cámara, Nancy Pelosi, hasta el candidato presidencial, Bernie Sanders, hubieran preferido esperar a que fueran los ciudadanos quienes le destituyeran en las próximas elecciones. Sabedores de su capacidad manipuladora y temerosos de un impeachment que se gire como un boomerang, han actuado con cautela y sobriedad a la hora de las imputaciones, limitadas a dos, el abuso de poder y la obstrucción a la investigación del Congreso, suficientes para iniciar el proceso contra un presidente que incurra en “traición, soborno u otros crímenes y faltas graves”.

Más información
Cargos contra Trump
Trump dispara contra América

Pudo haber traición, derivada al menos de las sospechas de complicidad con los servicios secretos rusos en la interferencia electoral. Aunque está actuando en la escena internacional como lo que se denomina un agente objetivo de Moscú, intentar probarlo está fuera del alcance de los congresistas. Pero el articulado del impeachment lo dice literalmente: “Ha traicionado a la nación al abusar de su cargo para conseguir que un poder extranjero corrompiera las elecciones democráticas”. También pudo haber soborno, puesto que amenazó con retirar una ayuda militar a Ucrania de 391 millones de dólares y con denegar una audiencia al presidente ucranio en la Casa Blanca en caso de que Kiev no accediera a las solicitudes de interferencia electoral.

Los demócratas han optado por concentrarse en un solo caso, el del chantaje a Ucrania, descartando abrir el melón de las interferencias rusas investigadas por el fiscal especial Mueller, con muchos cabos sueltos sospechosos, pero sin resultados sobre la culpabilidad de Trump. También han preferido darle velocidad, para evitar quese solape con la campaña presidencial entre verano y otoño de 2020. De ahí que no hayan querido esperar a que los tribunales sentencien en favor del Congreso y contra el bloqueo decretado por la Casa Blanca ante las demandas de comparecencia de testigos y de entrega de documentos.

Trump es un presidente perfecto para el caso. A la vista de su comportamiento, casi predestinado. Reúne todas las condiciones, incluidos los defectos de los tres anteriores presidentes sometidos a tan humillante procedimiento. Andrew Johnson (1868), aun siendo antiesclavista y nordista, era un supremacista blanco que no quería otorgar el derecho de voto a los negros. Richard Nixon (1974) era un tramposo compulsivo. De Bill Clinton (1998) se sabía que era mejor no dejarle solo con las jóvenes secretarias y azafatas.

Los demócratas han lanzado el impeachment cuando han visto que era obligado, inevitable. De no dar el paso, avalaban las solicitudes de interferencias trumpistas en las elecciones de 2020 y sentaban un peligroso antecedente de rendición ante los poderes presidenciales.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_