_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De la O

No todas las preguntas se responden sobre el escenario de la obra 'Firmado Lejárraga'. Pero al espectador le queda mucho más que una firma: la restitución del fantasma que tenía un nombre, y no solo un hombre

Vicente Molina Foix
Retrato de María Lejárraga en su juventud en una imagen del archivo familiar.
Retrato de María Lejárraga en su juventud en una imagen del archivo familiar.

Hay muchos negociados en la memoria histórica, y el más esencial es el que más molesta a una de las dos Españas, inclinada a reescribir con sentido torcido el inolvidable verso del Gimferrer joven: “Si pierdo la memoria, qué pureza”. Recordar nunca es del todo puro, porque al caudal del pasado se le acumulan el lodo del dolor y los desgastes del tiempo. Aun así se impone hacerlo, por sanidad y justicia: enterrar dignamente a los muertos, desposeer de honras a los deshonrosos, darle al césar civil lo que se apropió la Iglesia con trapicheos. Son los grandes deberes democráticos, algunos llevados a cabo y otros no. Junto a ellos está la letra pequeña de las vidas personales.

La historia con ribetes de vodevil de María de la O Lejárraga ya se sabía: una mujer dotada e inteligente que le escribe las obras triunfales, sin firmarlas ella, al marido infiel Gregorio Martínez Sierra, en una especie de versión amorosa de la “servidumbre voluntaria” tratada por La Boétie, el amigo de Montaigne. La negra de Martínez sería en este caso un buen título de sainete antiguo (también les hizo arreglos, entre otros, a los Álvarez Quintero), aunque la trayectoria de María como escritora de obra propia, feminista, socialista y traductora en su largo exilio tiene perfiles trágicos. Esa figura tan sugestiva la ha plasmado con riqueza documental Vanessa Montfort en Firmado Lejárraga, texto de buen teatro que puede disfrutarse en Madrid hasta el 22 de diciembre con acertada dirección de Miguel Lamata y el gran trabajo de cinco actores que encarnan a María y su círculo masculino de famosos: Juan Ramón, Turina, Falla, y Lorca, de quien hay una evocación graciosa y emocionante. No todas las preguntas se responden sobre el escenario. Pero al espectador le queda mucho más que una firma: la restitución del fantasma que tenía un nombre, y no solo un hombre.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_