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Columna
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China primero

La red de representaciones diplomáticas del país asiático ya es la primera del mundo, por primera vez por delante de Estados Unidos

Lluís Bassets
Donald Trump y Xi Jinping durante su encuentro en la cumbre del G20 en junio.
Donald Trump y Xi Jinping durante su encuentro en la cumbre del G20 en junio.Kevin Lamarque (REUTERS)

Donald Trump anda gritando y gesticulando que Estados Unidos es el mejor, America First, pero el resultado es que quien avanza en la carrera es China. Ha sucedido ya en PIB medido en capacidad de compra, en producción de automóviles o en número de milmillonarios, y ahora en la evaluación altamente relevante que realiza un think tank australiano sobre la diplomacia.

Desde este año, China es el país que tiene mayor número de embajadas, consulados y delegaciones permanentes, concretamente 276, tres más que Estados Unidos. En 2016 ocupaba el tercer puesto, en 2017 saltó al segundo, superando a Francia, y ahora ya es el primero, algo que sucede tanto por mérito propio como por demérito de Estados Unidos, superpotencia diplomática en abierta decadencia desde que la preside alguien que solo cree en la diplomacia de Twitter como es Donald Trump.

Washington ha contado hasta ahora con la mejor y más nutrida red diplomática de la historia, en consonancia con su papel de superpotencia hegemónica. Con Donald Trump en la presidencia y un obediente secretario de Estado como Mike Pompeo, la diplomacia estadounidense está sufriendo “un autosabotaje incesante”, en palabras de William J. Burns, el diplomático con el currículo más brillante de la historia reciente. Los presupuestos han sido recortados hasta niveles insoportables. Nunca había habido tantos puestos vacantes, ni tantos nombramientos políticos para satisfacer deudas electorales o compromisos presidenciales. Han caído las candidaturas a ingresar en el cuerpo diplomático, ante el desprestigio y la falta de incentivos que sufre la carrera. Y el maltrato presidencial a los diplomáticos llega hasta el puenteo por parte de una diplomacia privada y paralela organizada desde la Casa Blanca.

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El sorpasso diplomático chino es modélico: responde a la claridad de objetivos de Pekín, en su ascenso como superpotencia del siglo XXI y al caos imperante en Washington. Es notable el avance que experimentan Japón y Turquía y el retroceso del Reino Unido, en clara demostración del desplazamiento del eje geopolítico del mundo hacia Asia. Este fenómeno se reproduce en multitud de esferas de la competencia entre potencias, pero donde destaca todavía más que en la diplomacia es en las tecnologías digitales, donde China está tomando la delantera en telefonía 5G e inteligencia artificial, con el inquietante añadido de que también es pionera en su aplicación al control y a la represión de la oposición, como muy bien sabe la maltratada minoría uigur en la región de Xinjiang.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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