Las mejores cabezas
De quienes tienen que sentarse a hablar de nuestro futuro colectivo dependen muchas cosas. Que los vientos les sean propicios, y la cólera no les ciegue
Muy pocos discrepan de esa valoración: una de las mejores cabezas que hay en Cataluña la tiene Andreu Mas-Colell. Si no es ya Premio Nobel de Economía, lo será pronto. Mas-Colell es soberanista, o sea, partidario de que Cataluña se independice de España.
También discrepan muy pocos de la valoración de Miquel Iceta como poseedor de una de las mejores cabezas de la política española. Iceta no es soberanista, pero sí partidario de una Cataluña que forme parte de una España federal.
Una España como la diseñada por los socialistas en Granada en julio de 2013, bajo la dirección de Alfredo Pérez Rubalcaba. La España de todos se llamó aquel documento, al que siguió en 2017 un acuerdo entre el PSOE y el PSC que pedía una reforma constitucional que diera satisfacción a las pretensiones nacionales catalanas. Nada de todo eso debería escandalizar a los nuevos adoradores de la Constitución, cuyos defensores más fieros parecen ser ahora Javier Ortega Smith y Cayetana Álvarez de Toledo, de amores algo tardíos si se mira con tranquilidad lo que decían sus congéneres políticos hace 40 años, y también 30. Algunos, ayer mismo.
Cualquier persona sensata desearía que hoy pudieran hablar en público los dueños de estas cabezas, porque creo que se entenderían. Sin la enorme cantidad de obstáculos que ponen los esencialistas de la España de Menéndez Pelayo y de la Cataluña de Carles Puigdemont.
Ningún ciudadano bien nacido puede discrepar de una idea que está en la raíz de la Constitución de 1978, que es la de que todos los españoles tienen que ser iguales ante la ley.
En suma, que de listos y de bien nacidos tiene que nacer un acuerdo que haga que no haya ni catalanes de segunda categoría ni catalanes sin patria.
Lo demás es importante, claro. Pero lo fundamental del mal rollo que impera hoy está en eso.
Yo me niego a creer que Oriol Junqueras piense de veras que los castellanohablantes que abundan tanto en su tierra tengan menos derechos que los demás, igual que me niego a creer que Xavier García Albiol no se conmueva al escuchar algunos versos catalanes de Joan Margarit.
De estos hombres y mujeres que tienen que sentarse a hablar de nuestro futuro colectivo dependen muchas cosas.
Que los vientos les sean propicios, y la cólera no les ciegue.
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