Jorge Lorenzo comienza su nueva vida comprándose un billete a Bali
Tras 17 años rodando al límite, ha logrado ingentes ingresos económicos. Tiene su residencia en Suiza pero la Hacienda española le reclama 40 millones
El día que se bajó definitivamente de la moto, en el circuito de Cheste, tras la carrera que ponía fin al Mundial 2019, Jorge Lorenzo confesó sentirse abrumado: "Me ha sorprendido el cariño de la gente, no podía haber imaginado que el fin de semana terminaría así". La última vez que enfiló la recta de boxes lo hizo ovacionado por el público y felicitado por compañeros y rivales. Lorenzo echaba el freno agasajado por los integrantes de todos los equipos que rellenan la parrilla. "Echaré de menos a esta familia", confesó el piloto al oficializar su adiós.
Pronosticar semejante estampa con el mallorquín de protagonista hubiera sonado a chiste, hace unos años. El chiquillo descarado y maleducado que irrumpió como un trueno en el Mundial con 15 años recién cumplidos y con la ESO inacabada generaba, entonces, tanta admiración en la pista como incomodidad en los talleres. Los mecánicos que le tenían que tratar recuerdan los ataques de furia en el box, guantes volando y cascos rebotando por el suelo, cuando las cosas no salían como el muchacho deseaba. Por aquel entonces, Jorge era Giorgio, un niño piloto al que su talento para ir en moto le había apartado de su madre cuando se vio obligado a decidir si seguía en Mallorca con ella y su hermana o si, por el contrario, se mudaba a Barcelona con su padre para probar suerte en los circuitos. Eligió irse con el padre, con Chicho, un gallego apasionado de la velocidad que puso más empeño en enseñarle al motorista como se apura una frenada que en explicarle al hijo que conviene decir por favor y dar las gracias, ni que sea de vez en cuando.
Aquel niño insolente volaba encima de la moto, y se le consentía casi todo. "Si era arrogante, a veces era por timidez", confiesa Jorge, maduro y sereno, más interesado en tener brillo en los ojos que no en conservar "la mirada del tigre" que ensayaba cuando dominaba el Mundial con mano de hierro. Asegura que lo que lo ilusiona ahora es irse de vacaciones a una playa para sentirse "libre". Ha comprado un billete a Bali para sacudirse la presión de 17 años con el gas a fondo.
Jorge creció de manera paralela al engorde de su palmarés y de sus ingresos, pero sus éxitos profesionales no le aportaban la estabilidad personal. Sus adelantamientos "por fuera" le hicieron tan popular entre los aficionados como sus manifestaciones y gestos altivos le aislaron de sus compañeros. Es recordada la imagen del Rey Juan Carlos I, en el podio de Jerez, mediando para que un apretón de manos posibilitara la paz entre Lorenzo y Dani Pedrosa.
El paso del tiempo ha moderado al mallorquín, que deja la competición a los 32 años. Se lleva un botín de 68 victorias, cinco campeonatos del mundo y la complicidad del circo motociclista, un trofeo, este, que ha conquistado gracias a su franqueza y honestidad en la distancia corta. A Lorenzo la fama le desbordó cuando dio el salto a MotoGP y fue capaz de derrotar a Valentino Rossi, pilotando la misma moto. Una hazaña. Las marcas se lo rifaban y él se dejaba querer. Eran días de derroche y de excesos. De ostentar el poderío, dentro de la pista y fuera de ella. Como cuando desveló al público su casoplón en la costa de Barcelona, grabando un vídeo mientras hacía un tour por el chalé, dos jacuzzis, dos piscinas y cinco baños, acompañado por varias chicas en bikini.
A Lorenzo apenas se le han conocido un par de novias formales, la más notoria fue Nuria Tomás, hija del empresario jamonero Enrique Tomás, y tiene fama de correcaminos también lejos del asfalto. Inconformista y arriesgado, no tuvo reparo en abandonar Yamaha, una moto con la que lo ganó todo, para irse a Ducati, seducido por una suculenta ficha de 12 millones de euros. Un cambio que marcó el principio de su declive como campeón,"Si pudiera volver a atrás, seguro que lo volvería a hacer", afirma, pese a todo. Este último año, con Honda, ha topado con una moto que le ha traído de cabeza hasta el aburrimiento, Lorenzo ha sentido miedo. En Assen se cayó y se fracturó tres vértebras. El lobo mostraba las orejas. "Me retiro estando sano", repitió varias veces el día de su adiós. Palabras llenas de sentido común pero chirriantes en la boca de un piloto que no le temía a nada y que fue capaz de salir a una carrera apenas dos días después de haberse roto una clavícula, con viaje relámpago desde Holanda a Barcelona para operarse y volver al circuito. El león Lorenzo finalmente parece domado.
Perseguido por Hacienda
Tras 17 años rodando al límite, Jorge Lorenzo pone fin a una carrera en la que ha logrado ingentes ingresos económicos, pero durante la que se ha visto engañado y sableado por asesores que decían ser sus amigos y protectores. También ha visto como proyectos personales se iban al traste, como un museo del motor que impulsó en Andorra, y, pese a tener una empresa que gestiona sus derechos de imagen y algunas actividades inmobiliarias, se le conocen pocas iniciativas rentables fuera de los circuitos. Lorenzo vive en Lugano, Suiza, pero la Hacienda española le reclama 40 millones de euros en concepto de impuestos impagados correspondientes a años pasados.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.