La escuela mutua: donde el discípulo iguala al maestro
Un instituto de París propone a los alumnos que se enseñen los unos a los otros
El concepto no es nuevo sino que se remonta a la Francia del s XVIII, cuando nació la idea de la escuela mutua, un espacio donde los alumnos más mayores o avanzados en la materia ayudan a los más jóvenes a comprender la lección en vez de dejar este rol exclusivamente en manos del profesor. La técnica no perduró en la práctica de la escuela pública francesa y se perdió con el tiempo hasta hace relativamente poco.
En el 2015, Vincent Faillet, profesor de ciencias y de tecnología en el instituto Dorian de París, recuperó la idea original y la adaptó a su contexto. En esa época además de dar clases estaba realizando un doctorado en Ciencias de la Educación.
La escuela ha olvidado el placer de aprender y ha denostado también el cuerpo del alumno
La escuela, según afirma Faillet en su conferencia TED, es un “espacio de confinamiento, donde los alumnos deben permanecer sentados, inmóviles y en silencio durante horas.” Es más: el docente denuncia que la escuela ha olvidado el placer de aprender y ha denostado también el cuerpo del alumno. “Para la educación francesa el cuerpo es,” según palabras de Faillet, “lo que sirve sólo para transportar la cabeza a la escuela, y de la escuela luego de vuelta a casa.”
Y toda esta pedagogía procede de Juan Bautista de La Salle, quien en 1680 popularizó en sus escuelas la enseñanza simultánea, la que hoy es tradicional: clases con un solo profesor, quien va a transmitir sus conocimientos a varios niños a la vez, de la misma edad. Y para poder hacerlo, La Salle crea el aula como la conocemos hoy en día: niños sentados en fila unos detrás de otros. Según Faillet para cambiar la pedagogía, para cambiar la escuela, hay que empezar por cambiar el aula porque los lugares donde nos encontramos condicionan nuestra actitud.
En su charla TED Faillet explica que en el siglo XIX hubo una guerra escolar terrible entre la enseñanza simultánea, promovida por La Salle, y la enseñanza mutua. Se sabía ya en la época que se aprende dos veces más rápido con este otro sistema. Pero por razones políticas y religiosas se optó por el modelo convencional de la escuela pública francesa. Los alumnos, después de todo, asisten a clase como los fieles a la misa. En el siglo XIX el método de La Salle tenía sentido porque la información era escasa y el profesor era el único que detenía el conocimiento. Pero en pleno siglo XXI ya no funciona y en cambio la enseñanza mutua tiene mucho potencial. Y pone su experiencia como ejemplo.
Su idea de la clase mutua empezó por la voluntad de rediseñar el espacio según las necesidades de sus alumnos. Los “pequeños” cambios del aula tienen por objetivo llegar a cambiar la escuela. Pidió a sus alumnos que le diseñaran la clase ideal para ellos. En un principio las mesas estaban alineadas y todas orientadas hacia la mesa del profesor y hacia la pizarra. Desde la intervención de los alumnos, se decidieron a juntar varias mesas, para que los alumnos pudieran colaborar los unos con los otros, y la pizarra se “multiplicó”.
Faillet se dio cuenta que los alumnos necesitaban ir a la pizarra para explicarse mutuamente la lección. Así que su clase cuenta con pizarras en todas las paredes. Al principio de sus clases Faillet reserva un tiempo corto para la “lección magistral”, que da él. Luego llega el trabajo por grupos y colaborativo y finalmente la corrección conjunta del ejercicio. Y gracias a estos cambios los alumnos mueven el cuerpo, además de estimular el cerebro, y, last but not least, han recuperado el placer de aprender.
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