Pobre centenario
El deterioro del Metro madrileño ha llegado a los viajeros; hace falta un plan de inversiones y renovación
El metro de Madrid, una red básica de transporte de viajeros de la ciudad, cumplió 100 años el jueves pasado en medio de una huelga y un recrudecimiento de las protestas de los usuarios debido al evidente deterioro de la calidad en el servicio. Sindicatos y viajeros coinciden en la descripción de ese deterioro y en las causas que lo producen. La frecuencia de paso de los trenes ha disminuido de forma significativa, sobre todo el pasado verano, provocando el efecto inevitable de aglomeración en las estaciones y en los vagones; faltan trenes y maquinistas, muchas estaciones aparecen desasistidas y la modernización proclamada de algunas líneas ha sido un completo fiasco. La red de Metro de Madrid, una de las más extensas y admiradas de Europa, presenta hoy graves carencias que son imputables a su máximo responsable, la Comunidad de Madrid.
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Las infraestructuras públicas necesitan inversiones en ampliación o mantenimiento y un aumento del número de empleados acompasado al incremento de los demandantes del servicio. En Madrid, el número de viajeros en metro presenta una tendencia creciente durante los últimos años, que debería ser saludada con alborozo porque contribuye a reducir el uso del coche privado en la superficie de la capital y baja la contaminación. Pero la buena noticia no se ha traducido, en el caso del metro, ni en más inversión para modernizar las líneas ni en una mejora de las condiciones de los viajeros. Es más, la aparición de problemas sanitarios de gravedad, como la presencia de amianto en coches y estaciones, se intenta resolver sin la debida publicidad, a la que tienen derecho los trabajadores y los viajeros.
La Consejería de Transportes ha anunciado que revisará a fondo la situación del metro para evaluar sus debilidades y corregirlas. Es una decisión loable; pero no debería partir del prejuicio de que las quejas son injustificadas; y, sea cual sea su dictamen, los usuarios tienen que apreciar que existe una voluntad de mejora en el servicio. Es decir, que existe la voluntad de sostener y mejorar el transporte público; y que esa voluntad cristaliza en una estrategia de transporte público coordinada con una política anticontaminación que, hoy por hoy, no se aprecia.
No es aceptable mantener coches de principios de siglo XX en las líneas más largas y frecuentadas; tampoco lo es ofrecer unas condiciones de limpieza e higiene inadecuadas en vagones que transportan decenas de miles de pasajeros al día; ni congelar el número de trenes. Demuestre el equipo de gobierno de la Comunidad de Madrid que defiende el transporte público como un pilar estratégico de la economía de la ciudad; y hágalo pronto, sin demoras ni excusas.
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