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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mejor eurozona

El pacto para el nuevo presupuesto es excelente, pese a su escasa cuantía

Eurodiputados en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, esta semana.
Eurodiputados en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, esta semana.Philipp von Ditfurth (DPA)

Nace el presupuesto del euro. Hace un año el proyecto agonizaba, y ahora surge con empuje, aunque sea con un tamaño modesto, embrionario. En perspectiva histórica es un éxito. El Eurogrupo acaba de cristalizarlo como “instrumento presupuestario” para los 19 socios de la eurozona (adicional al presupuesto de la UE), los que tienen al euro como divisa. El acuerdo fue boicoteado largo tiempo por los países hanseáticos liderados por Holanda, y defendido con uñas y dientes por España y Francia. Y satisface las demandas sureñas.

Será, en efecto, un instrumento (parcialmente) anticíclico, es decir, capaz de ayudar a combatir las próximas crisis, entre otras razones porque las aportaciones nacionales a su cofinanciación podrán reducirse a la mitad en caso de recesión; neutral, pues no exigirá más condiciones para acogerse a sus beneficios que las fijadas en los otros fondos comunitarios, y ligeramente redistributivo: todos tendrán derecho a sus partidas, pero los países de menor renta per cápita gozarán de más preferencias. Y además, aunque la mayoría de proyectos (destinados a aumentar la competitividad de las economías de los 19) sean escogidos bajo orientación del Consejo, los gestionará la Comisión. Desde esos puntos de vista, la decisión constituye un gran logro para sus patrocinadores, que reclamaban precisamente todo eso.

Se demuestra así que con ideas claras, persistencia, alianzas y capacidad de convicción pueden alcanzarse objetivos difíciles. Además, evidencia que incluso las situaciones de interinidad (el Gobierno en funciones español, el ritmo lento de las instituciones europeas, que se están renovando) constituyen tiempo hábil para actuar, e ilustra que los grupos de boicoteo, los partidarios de vetar cualquier avance, incluso cuando actúan con altavoces y documentos de parte, no son necesariamente ganadores.

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A falta de detalles finales, como la cuantía exacta del instrumento y algunos flecos menores, el proyecto ya se ha completado y podrá empezar a funcionar desde que lo haga el paquete presupuestario plurianual 2021-2027 de la entera UE.

Eso implica que podrá contribuir a la lucha contra —o minimización de— la próxima recesión, sea cuando sea que ocurra (siempre después de 2020). Por eso este instrumento mejora un poco la caja de herramientas de la eurozona. Sin embargo, la cuantía inicialmente contemplada, en el entorno de los 17.000 millones de euros para todo el periodo, es extremadamente modesta e insuficiente para afrontar, por ejemplo, una crisis de un empaque similar a la de 2008. Si se repitiese pronto y en esos mismos términos, habría que echar mano, como entonces, de otras medidas de urgencia para afrontarla y de los nuevos instrumentos ya operativos (BCE, fondo de rescate).

Pero es sustancial el hecho de que el tamaño del presupuesto tiene la posibilidad de crecer mediante aportaciones de los socios, que deberían poder acogerse a la regla de oro de la inversión y eximirse de computar para el déficit de quienes las realicen. Solo quien ignore la historia de la UE puede despreciar este logro por la timidez inicial de su tamaño. Ni los Fondos Estructurales y de cohesión (que hoy suponen cerca del 40% del presupuesto de los 28), ni el Fondo para Inversiones Estratégicas (Plan Juncker), ni el fondo de rescate empezaron con dotaciones enormes, sino discretas, que después se ampliaron.

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