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La paradoja y el estilo
Columna
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Los iconos también lloran

Toñi Moreno lo ha dejado con Rosana y Sandra Barneda con Nagore Robles

Mónica Naranjo, en Madrid, el pasado 2 de octubre.
Mónica Naranjo, en Madrid, el pasado 2 de octubre. Javier Bragado (Redferns)
Boris Izaguirre

Para mí, la entrega de premios de ICON, una revista que celebra la masculinidad evolucionada, es sin duda una de las fiestas del año. Cada vez es más ruidosa, Juan Cruz amonestó a los presentes para que callaran y escucharan el discurso de Marisa Paredes aceptando su premio por una carrera estelar. Consiguió amainar a las fieras pero el rugido se seguía escuchando, confirmando que no es una entrega de premios cualquiera. Es una celebración que reúne a distintas generaciones: yo mismo junto al jovencísimo elenco de Élite.O el muy iconoclasta Bob Pop al lado de Paul B. Preciado, que nació Beatriz e invitó en su discurso a que borremos todas las fronteras de género. Una invitación que podríamos calificar de icónica.

En los años noventa, eras glamuroso. Ahora, icónico. ¿Qué es el glamur? Y, ¿qué es icónico? Ambas cosas son aprendidas y no naces con ellas: la mayoría de las veces ellas te eligen y te comprometes a hacerlas evolucionar, sin dejar de disfrutarlas. Por eso, el ruido y la furia de la fiesta demuestran que a pesar de que ser icono te haga sentir pelín envarado, sigue habiendo movimiento. Vida. De los mejores recuerdos que guardo de esa noche es cuando C. Tangana vino a recoger su premio ICON de música, vestido con una camisa con el rostro de Marilyn Monroe. Un símbolo sexy sobre otro símbolo sexy y con medio siglo de diferencia entre ellos. Me subió la temperatura y mi Dries Van Noten “como de tapicería”, que escribió Luz Sánchez-Mellado, se me entalló un par de centímetros. “Siempre me pierdo en las fiestas”, avisó el músico y yo recordé una advertencia de mi padre al principio de mi vida amorosa: “Cuidado con los músicos porque pensar en melodías y letras los vuelve muy inestables”.

Lo inestable se transforma en estabilidad para los iconos. Me ha entristecido que dos parejas icónicas del lesbianismo hayan roto en la misma semana. Toñi Moreno lo ha dejado con Rosana y Sandra Barneda con Nagore Robles. Por un momento, deseé llamarlas, con un tono calculado entre la tristeza por la separación y la importancia del compromiso LGTB. Luego me di cuenta de que no tengo el número de teléfono de ninguna. Sandra y Nagore me encantaban porque eran un poco como Rubén y yo, distintas pero unidas. Siempre aprecié de Nagore su relación con Sofía Cristo, con nombre de reina e hija DJ de Bárbara Rey. Con Toñi y Rosana me sentía cómplice, disfruto mucho con Toñi en sus entrevistas y me había acostumbrado a ver a Rosana aparcar su moto delante del instituto de belleza al que acudo, como si quisiera estar más guapa para esta nueva relación. Entiendo que es bueno guardar cierto luto en las separaciones. Ayuda a depurarnos y a prepararnos para, como decía Juan Gabriel en Así fue, que escribió para Isabel Pantoja: “A encontrar un buen amor. Y a olvidar. Y a perdonar”.

Toñi Moreno y Rosana durante una presentación de un libro en Madrid, el pasado febrero.
Toñi Moreno y Rosana durante una presentación de un libro en Madrid, el pasado febrero. Lalo Álvarez (gtresonline)

En la fiesta de ICON, confirmé que las tendencias están, como tantas especies, en extinción. Ya no hay esa presión de que este mes hay que ponerse tal cosa. La tendencia se cambió por la influencia y lo que vi en la fiesta es que puedes mezclar y hacer lo que te da la gana. Y que quieras o no, en el camino para hacerte un icono tienes que desprenderte de tendencias.

Como el amor y ser icono es una mezcla complicada, he decidido apoyar a Mónica Naranjo después de leer unas convulsionadas declaraciones de su ex. Mónica es un icono gay precisamente porque en los años noventa apareció ella con sus cadenas y su vozarrón cantando Desátame y todos comprendimos que había que desatarse. Naranjo me invitó a su programa, Mónica y el sexo, donde ha declarado cosas que han molestado a su ex. Para mí, al contrario, acompañarla a ver una escuela de samba en Río de Janeiro me hizo sentir la humanidad del icono. Cuando la vi colocándose el penacho de plumas de una de las bailarinas, quise agradecerle las horas de baile que viví con sus canciones en Arena, una mítica discoteca de Barcelona. Esos bailes ayudaron a liberar más mi “loca interior” e iniciar mi camino hacia el gay icónico. Por eso me asombra que su exmarido declare ahora que Mónica le daba “miedo”. Algo que quizás dé pie a un nuevo programa de televisión que se titule Los iconos también lloran.

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