_
_
_
_
_

Soy un francesito irritante que acaba de entender a España gracias a ‘Ordesa’

Qué pasa cuando vienes a nuestro país solo para consumir 'gintonics'. Que debes leer un libro para conocernos mejor. Y es que la noche siempre confunde

Nuestro columnista ha leído 'Ordesa', de Manuel Vilas (en la foto), y ha visto el Apocalipsis cayendo sobre España.
Nuestro columnista ha leído 'Ordesa', de Manuel Vilas (en la foto), y ha visto el Apocalipsis cayendo sobre España.Foto: Getty

Hay que leer traducciones. Traducir a autores extranjeros es viajar, entender nuestras diferencias, intentar superarlas. ¡Traducir=amar! Este artículo es traducido del francés al castellano por Aitor Marín. Sueño con llegar un día a escribir directamente en español pero, de momento, a pesar de mis numerosas curdas en Barcelona, Madrid, Ibiza o San Sebastián, sigo siendo incapaz… Solo sé decir “un gintonic, por favor” (y hasta eso depende de la hora). Rindo homenaje a Aitor, que intenta negociar entre nuestras dos culturas. Entre mi cerebro y el vuestro está el suyo. ¡Este hombre es un puente! Europa no está construida por funcionarios aburridos que a todo el mundo se la sudan, sino por todas las traducciones de extranjeros que fundamentan nuestra humanidad común.

¿Por qué me lanzo a hacer estas declaraciones internacionalistas como un penoso orador de la ONU? Porque he descubierto Ordesa, de Manuel Vilas, que acaba de ser traducido al francés. No conocía a este novelista español que cuenta la historia de sus padres, y por ende, la de vuestro país. Su relato es de una fineza inaudita y a la vez de una dureza implacable. Desde hace dos años soy un francesito irritante que publica su página todos los meses en una revista chic española, pero es solo ahora cuando por fin entiendo España.

Es nuestra tragedia común: los españoles y los franceses han conquistado el mundo y tienen que hacerse perdonar ese crimen

La lectura de este libro ha aumentado mi curiosidad hacia vuestra historia. Doy las gracias a Isabelle Gugnon, su traductora al francés. Los traductores son como aduaneros que abren de par en par las fronteras para dejar pasar la genialidad. Ordesa es el nombre de “un lugar muy montañoso en el norte de España”. ¿Pero qué es España? Es una cosa amarilla, la boda del dolor y el sol. Es esta especie de orgullo fabuloso y al mismo tiempo un complejo injustificado frente a América, que este país ha descubierto.

Es nuestra tragedia común: los españoles y los franceses han conquistado el mundo y tienen que hacerse perdonar ese crimen. Somos potencias caídas. Lo queramos o no, solo por el hecho de nacer en España o Francia cargamos sobre nuestros hombros con el peso de esta tragedia. ¡Aunque no seamos responsables de este pasado! Los muertos murieron antes de nuestro nacimiento, pero todavía nos miran con los ojos llenos de reproches. Es penoso venir al mundo en países tan viejos.

Por cambiar de asunto (aunque no del todo), la Guerra Civil no ha impedido a España ser este año el país con más restaurantes (siete) clasificados en la lista The World’s 50 Best Restaurants (Francia queda tercera con cinco establecimientos). Si he entendido bien el mensaje de Manuel Vilas, la desgracia no impide la felicidad, muy al contrario, es la condición. “El calentamiento global no es más que una actualización del Apocalipsis. Nos gusta el Apocalipsis. Lo llevamos en nuestros genes”. Me encanta cuando aspira hormigas con su aspiradora y se siente culpable de un genocidio. No conozco países sin tragedias. Cuanto más ha sufrido un pueblo, más podrá, llegado el momento, atrapar su oportunidad de tomarse a la ligera.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_