El ‘striptease’ más liberador de Jennifer López
La actriz interpreta a una 'stripper' en su última película. Un personaje basado en la historia real de Samantha Barbash, que organizaba fiestas salvajes para ricos y famosos a los que después robaba
Hace casi 30 años que Jennifer López dio sus primeros pasos en el mundo del espectáculo, un mundo que según ha dicho esta semana en una entrevista con ES Magazine "no es para los pusilánimes: se come a la gente". Ella sobrevivió y a base de la "piel dura" de la que presume ha conseguido ir batiendo hitos en ese negocio que podía haberla fagocitado: fue la primera actriz latinoamericana en ganar más de un millón de dólares por una película (Selena, en 1997); la primera mujer en conseguir que un disco y una película llegaran al número uno en la misma semana; y una de las actrices que ha convertido en millonaria la línea de perfumes que comenzó en 2002 con el lanzamiento de Glow. Es actriz, cantante y empresaria, pero si todavía hay dudas sobre sus éxitos se puede tirar de la recaudación récord que generó recientemente en Las Vegas su espectáculo en residencia durante 120 días o de lo que significa formar parte de la lista de las 100 personas más influyentes de la revista Time.
Pero JLo (el acrónimo con el que también se la conoce) sigue descubriendo cosas sobre sí misma y en esta ocasión sus revelaciones han venido de la mano de la película Hustlers que ella protagoniza y está basada en la vida real de Samantha Barbash. Un personaje para el que se ha tenido que preparar intensamente durante dos meses con la coreógrafa del Circo del Sol Johanna Spakie y que le ha enfrentado a inseguridades que pocos podrían imaginar atendiendo al impresionante físico que mantiene. Rodando esta película, la actriz y cantante ha manifestado que se sintió "liberada y empoderada". "Estoy acostumbrada a estar en el escenario con vestuario sexy, pero llevo tres capas de mallas y un vestido. Fue una sensación completamente nueva salir prácticamente desnuda frente a todos esos hombres aullando y gritando. Hay algo liberador y fortalecedor al respecto, está ahí de una forma física, emocional y psicológica".
Su cuerpo, recién cumplidos los 50 sigue en forma, pero ella le da otra lectura más acorde con los nuevos tiempos: "¿Pensé que estaría haciendo esto a los 50? No pensé que pararía pero tampoco sabía que sería el mejor momento de mi vida. Estamos condicionadas, como mujeres, a pensar que esto ya se habría acabado y la verdad es que me encuentro creciendo y mejorando cada año y eso es emocionante".
La película que se estrena en Estados Unidos el 13 de septiembre, llegará a las pantallas españolas a principios de noviembre, pero ya ha levantado polémica por la reacción de Samantha Barbash, la stripper en la que se basa la historia, que afirma que ni Jennifer López ni los productores de la película se aseguraron los derechos de la historia de su vida.
Una vida que contiene los elementos necesarios para ser la base de un guion cinematográfico pero que tiene poco que ver con la de la actriz. Barbash, que se está pensando en demandar a los productores del filme y se propone publicar un libro en el asegura dará detalles sobre sus relaciones con raperos, estrellas de cine, grandes empresarios y multimillonarios de Estados Unidos, está en libertad condicional después de declararse culpable de conspiración, asalto y robo a gran escala.
Samantha Barbash tiene 45 años, se ha autobautizado en Instagram Iam_missfoxita, y fue la jefa de una banda de strippers que hace solo seis años se dedicaba a desplumar a sus ricos clientes, después de sesiones de erotismo y experiencias al límite. El grupo, con su líder de aspecto neumático al frente, aprendió las artes de como embaucar a aquellos hombres poderosos, cada uno en su ramo, y a utilizar las drogas necesarias para dejarles lo suficientemente atontados como para robarles o hacer uso de sus saneadas tarjetas de crédito.
La película protagonizada por Jennnifer López presenta al grupo de mujeres de forma más indulgente, una especie de justicieras que solo actúan contra los malvados. Barbash, revuelta por no haber recibido dinero por la película, se ha lanzado a contar la verdad de su modo de actuación. Y no tiene desperdicio. En las fiestas que organizaba había bailes eróticos pero también sexo de pago, y sus tarifas estaban a la altura de sus exclusivos clientes. "En una ocasión un conocido cantante de R&B quiso continuar la fiesta en su hotel y pidió llevarse a todas las chicas a su suite. Al llegar su equipo de seguridad nos quitó los teléfonos y nos hizo firmar formularios de confidencialidad. Quería asegurarse que no saliera a la luz nada de aquellas fiestas salvajes que incluían muchas drogas", explica Barbash que afirma que la cocaína se medía por puñados y no por rayas.
Fiestas que podían costar más de 100.000 dólares (unos 90.600 euros) por noche y acabar en una tienda de Christian Louboutin, abierta especialmente para la ocasión a las seis de la mañana, porque uno de sus clientes les dejó gastar más de 80.000 dólares (casi 72.500 euros) en zapatos en una sola hora.
Jennifer López se ha empoderado con su papel en Hustlers y Samantha Barbash parece ser que también, porque no le resulta suficiente haber sorteado entrar en la cárcel y está dispuesta a dar batalla por sus 'derechos de autor'. Al menos eso es lo que afirma su abogado que cree que tiene fundamentos para interponer una demanda a los responsables de la película: "Se basa en los registros del juicio y en la entrevista que dio en una revista uno de los coacusados. Aunque Samantha no era bailarina en ese momento, creemos que la película y el personaje de Jennifer López están basados en ella. Esperaremos a ver el filme antes de decidir qué pasos dar".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.