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Columna
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El cóctel más peligroso

Se inflama en el peor momento internacional un viejo y doble conflicto, interno entre comunidades y externo entre la India y Pakistán

Lluís Bassets
Manifestantes queman este jueves una bandera de Pakistán en Jammu.
Manifestantes queman este jueves una bandera de Pakistán en Jammu. JAIPAL SINGH (EFE)
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Es difícil encontrar juntos tantos ingredientes explosivos en una sola región del planeta. Esto sucede en Cachemira, el lugar más peligroso del mundo a decir del expresidente Clinton. Allí hay religiones enfrentadas, nacionalismos y odios extremos, limpiezas étnicas pasadas y en proyecto, en una dirección y en la contraria. También la más pura destilación del terrorismo islámico, que ha dado forma a Al Qaeda. No faltan una acumulación inaudita de armamento, guarniciones militares e infiltración de servicios secretos de dos países como Pakistán y la India que se han combatido directamente en tres ocasiones desde sus respectivas y simultáneas independencias. Ni líneas divisorias, establecidas por la arbitrariedad de los pasados combates, que cuartean el país, una parte para cada una de las tres potencias que se lo han dividido: no hay que olvidar la Cachemira china. Armas nucleares, naturalmente, también las hay a porrillo, en manos de los tres grandes países vecinos. E incluso un muro de más de 500 kilómetros, para evitar el tráfico de armas y la infiltración terrorista, y un tenebroso balance de muerte y de dolor acumulados durante 70 años: más de 60.000 fallecidos en guerras y represiones y centenares de miles de refugiados.

Hasta ahora tenía todavía autonomía, al menos sobre el papel. Ahora ya no la tiene ni sobre el papel. Los dirigentes que la habían gestionado han sido encarcelados. Las comunicaciones bloqueadas. El silencio se ha impuesto sobre un país cerrado a cal y canto. La anulación del autogobierno, el más amplio de la federación india, que solo excluía defensa, asuntos exteriores, moneda y comunicaciones, entusiasma a la opinión nacionalista india, que acaba de dar por segunda vez la mayoría de gobierno a Narendra Modi, el ultranacionalista, y deprime al resto, incluidos los cachemires que querían seguir en la India pero con autonomía y libertad. Si para unos es un golpe de Estado constitucional, una ocupación militar ilegal y una puñalada a la mayor democracia del mundo, para la mayoría es la restitución de la unidad sagrada de la India.

Yace hecho trizas el pacto constitucional establecido con la partición de 1947, cuando el maharajá cachemir optó por añadirse a la Unión India en vez de Pakistán. Queda sepultado el referéndum de autodeterminación pendiente desde entonces para optar entre la India, Pakistán o la independencia. Y, para postre, se inflama en el peor momento internacional un viejo conflicto de doble toxicidad, interna entre comunidades religiosas y externa entre la India y Pakistán.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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